Caras partidarias

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Willian Marroquín
20/07/2011

En el análisis de los partidos políticos, se les suele adjudicar tres facetas: las caras del partido en los afiliados (las bases), en la organización central (la cúpula) y en la administración pública (en el Gobierno). Cuando el partido está en la oposición, la relación de poder más fuerte se da entre las bases y la cúpula, porque ambas caras se necesitan para sobrevivir como organización política. La cúpula refuerza los lazos ideológicos de las bases y las utiliza para su acción política; mientras que las bases mantienen el status quo de la cúpula mediante el apoyo que le brindan (económico o trabajo político voluntario, por ejemplo).

Esta relación se estrecha y fortalece en al menos dos momentos. Por un lado, a través de las elecciones internas partidarias, cuando los partidos seleccionan a sus candidatos a cargos públicos para la competencia electoral. Y por otro, durante las elecciones —ya sea de diputados, municipales o presidenciales—, donde ambas caras (bases y cúpula) se movilizan para mantener y/o aumentar su poder político. En las elecciones internas partidarias, y ante la ausencia de una ley de partidos políticos, la organización central o cúpula tiene el control total, ya que son sus miembros quienes definen, fijan y cambian los estatutos. En las elecciones para cargos de elección popular, la cúpula pierde un poco el control y se somete a la Constitución de la República, al código electoral y a lo que los ciudadanos decidan con el voto, en una especie de plebiscito en el que los electores ratifican o no a los candidatos definidos previamente por la cúpula.

Solo en los eventos electorales el partido recurre al pueblo para que lo apoye con votos para impulsar un "programa de gobierno" que supuestamente beneficia a los electores y a cuyos intereses dice el partido representar. Todos sabemos que una vez los candidatos son elegidos, el programa político se desvanece y prevalecen los intereses partidarios para sobrevivir como organización.

Cuando el partido llega a la administración pública (otra de las caras), surge la tentación de perpetuarse en el poder. Además, se debilita el nexo de la cúpula y los miembros del partido en el Gobierno con las bases (estos ya no les son tan útiles a los primeros). Se complica también la relación entre la cúpula y los miembros del partido en la administración pública (aunque ello no salga a la luz en los medios de comunicación) por la difícil tarea de repartir el poder adquirido por el partido entre sus élites.

La organización central (la cúpula), para someter a los miembros del partido en la administración pública (que ya tienen su propia cuota de poder y disponen de recursos), recurre al menos a dos instrumentos. El primero, los estatutos partidarios, por medio de los cuales la cúpula decide si a un miembro del partido se le postula como candidato a elección o reelección. El segundo, y en el caso particular de los diputados, las listas cerradas y bloqueadas, que le aseguran a la cúpula mantener control total sobre el comportamiento de los diputados en su actuación política. De esta forma, los partidos consolidan lo que llaman "la disciplina del partido", que no es más que la obediencia obligada y casi ciega de los diputados a lo que la cúpula desea y decide. Es así como las caras del partido se relacionan entre sí.

En el caso particular del FMLN, de cara a perpetuarse en el poder (su presencia en el Gobierno es mayoritaria y quiere aumentarla en las elecciones de 2012), lo que menos le interesa es trasladarle poder al pueblo en detrimento del suyo, y de ahí su férrea oposición al rol que ha desempeñado la Sala de lo Constitucional en materia electoral. Desafortunadamente, por dejar clara esa oposición, ha caído en errores continuos: desde amenazas a la Sala a movilizaciones de sus bases (ahora que les conviene) para que lo apoyen con campos pagados y manifestaciones públicas; peor aún, ha recurrido a desacreditar como derechista a cualquier organización de la sociedad que no esté de su lado.

Ese comportamiento prepotente del FMLN es muy parecido al que en su momento tuvieron el PCN y Arena: cualquier opositor o crítico de sus acciones y decisiones era de izquierda y, para colmo de males, comunista. Sin duda, el FMLN ha sido un alumno aplicado del PCN: este se inclinaba siempre por candidatos militares (Arena prefería a empresarios); el Frente se siente cómodo cuando excomandantes guerrilleros son sus candidatos. El PCN influyó grandemente en la elaboración del código electoral actual; el FMLN ahora defiende ese cuerpo legal para que no cambie.

Lo que los ciudadanos piensan de este enredo simplemente no le interesa a los partidos, mucho menos a un FMLN que se siente ganador y que olvida que "del plato a la boca se cae la sopa". Debería de recordar el FMLN que cuando un partido tiene mayoría en el Gobierno y pierde la siguiente elección presidencial, sus caras partidarias (los grupos que lo componen) se desfiguran rápidamente. Ello le sucedió en su época al PCN y al PDC, y recientemente a Arena. El FMLN no será la excepción.

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Anónimo
22/07/2011
22:37 pm
Realmente los partidos políticos son aparatos e instrumentos básicos que permiten que el Estado y sus instituciones funcionen con algún grado de legitimidad. Pero hasta un punto en que la actividad partidaria no altere el Sistema y Modelo económico y social que historicamente siempre han favorecido a los poderes fácticos internos y externos. Significa que cualquier cuadro partidario burócrata que pretenda propone, modificar o alterar el Status Quo, será apartado del ejercicio público, ejemplo: Expresidenta ISDEMU q solo pretendía dignificar a las cachiporras. En realidad el poder que la clase política ejerce es puramente formal, por ello al final todos se convierten en cuervos o sabuesos celosos, ambiciosos, desconfiados y pícaros. Esto de entrada es frustrante, pero es real. Debemos entonces construir y desarrollar un nuevo proyecto que independientemente de su denominación permita la participaci&oacut
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