Gobiernos anteriores sostenían que sus decisiones durante las crisis o problemas ayudaban al pueblo, pero muchas terminaron siendo un fracaso o solo beneficiando a los grupos más privilegiados. Por ejemplo, Calderón Sol tuvo el reto de consolidar la paz y recuperar la economía, para lo que planteó “hacer de El Salvador una gran maquila”. Sin embargo, se enfocó en el interés y las ganancias de las empresas, no en mejorar sustancialmente la calidad de vida de los trabajadores. Por su lado, Francisco Flores, ante el alza de la criminalidad, prometió “un plan de mano dura” que terminó siendo una estrategia punitiva de tipo populista, ineficiente e insostenible, que no logró reducir la violencia.
El siguiente en lista fue Antonio Saca, quien heredó el problema de violencia comprometiéndose a terminarlo (“A los malacates se les acabó la fiesta”), pero esto solo acabó siendo parte de una campaña publicitaria para la apropiación ilegal de fondos del Estado. A continuación, Funes ofreció crear “la fábrica de empleos”, pero nunca constituyó una institución como tal ni la tasa correspondiente creció lo suficiente como para dar por satisfecha esa promesa. Por último, Sánchez Cerén, ante el acceso desigual a la tecnología educativa, montó la campaña “Un niño, una computadora”. De este proyecto se conocen pocos resultados, por lo que no es posible saber su verdadero alcance, y pocos lo perciben como una política exitosa.
Con tales antecedentes, el nuevo Gobierno, ante la crisis sanitaria y económica, ha querido mostrarse cercano al pueblo y alejado de los partidos tradicionales, y se ha apoyado en discursos y políticas populares. Primero, la denuncia a la corrupción de los Gobiernos anteriores y el rechazo a la práctica política tradicional; segundo, el uso de la Fuerza Armada como defensora de la salud; tercero, la entrega de transferencias monetarias por $300 y de “bolsas solidarias”; y cuarto, la adecuación del Centro de Ferias y Convenciones en el Hospital El Salvador (“el más grande de Latinoamérica”), entre otras.
Sin embargo, tal como ha sucedido en el pasado, el hecho de que estas acciones se publiciten como "cercanas al pueblo" no significa que realmente lo sean o que se puedan sostener, ya que a la larga podrían generar mayor desigualdad social. Primero, aunque los funcionarios denuncian la corrupción de las administraciones anteriores y dicen estar del lado del pueblo, apoyan, por ejemplo, a Walter Araujo, que compite como diputado por el partido Nuevas Ideas. Araujo, cuando era diputado de Arena, firmó la ley del Sistema de Ahorro para Pensiones y la dolarización, las cuales incrementaron las desigualdades económicas.
Segundo, al hacer uso de la Fuerza Armada para atender problemas políticos y de salud (como con los cercos sanitarios), el Ejecutivo ha mostrado incapacidad para dialogar, y más bien, ha amenazado la institucionalidad democrática, buscando hacer prevalecer su criterio para ampliar su propio poder. La resolución de los problemas por la fuerza es parte de la cultura violenta y autoritaria. Además, se han destinado grandes recursos para publicidad del ente militar (en el pasado, la propaganda excesiva fue propicia para el saqueo del Estado).
Tercero, la entrega de un subsidio de $300 y de bolsas solidarias es un beneficio y un alivio directo para la población que los ha recibido, pero no están correctamente focalizados hacia los más pobres, tampoco es sostenible ni es un regalo. Cada bolsa (con valor estimado de $50), en el largo plazo, terminará costando $924.60 por el préstamo a 32 años a una tasa de interés semestral del 9.5%. Este y los otros préstamos serán pagados por la población, y aquí los grupos más pobres son quienes sufrirán las mayores consecuencias. En cuanto al Hospital El Salvador, se discute la idoneidad del lugar, y aunque el Gobierno dice que ya funciona, se ha impedido a la prensa entrar libremente a las instalaciones. Además, se cuestiona si cuenta con el personal suficiente y con los recursos de bioseguridad necesarios. Por el momento, solo hay dudas. El tiempo determinará si termina ayudando a las grandes mayorías o solo es un ardid propagandístico.
Más allá de la palabra del presidente y la publicidad, es necesario cuestionarse continuamente si este Gobierno está implementado políticas que realmente beneficien a las mayorías, ya que los anteriores también dijeron estar del lado del pueblo, pero con el tiempo lo terminaron decepcionando.
* Luis Eduardo Aguilar, docente del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas.