El periodismo de investigación tiene siempre una direccionalidad. Generalmente, se orienta o bien a descubrir errores y problemas con los que la sociedad convive sin alarmarse, o bien a corregir los excesos del poder. Pero el periodismo noticioso, que transmite lo que sucede día a día, da una cantidad de noticias tan abundante que puede dejarnos en la ignorancia de lo que pasa. Porque una noticia sucede rápidamente a la otra, y en medio de la intensa variación diaria, la velocidad de la información no nos deja reflexionar ni advertir el rumbo que puede subyacer a la barahúnda noticiosa. Una pequeña muestra de tres noticias, ligeramente espaciadas en el tiempo, puede servirnos de ejemplo de esta confusión con dirección de la que hablamos.
Salió primero la noticia de que entre los cambios constitucionales que se pretende hacer está el de ampliar a seis años el mandato presidencial en el país. Después el vicepresidente salió con la peregrina idea de restablecer el servicio militar obligatorio. Y finalmente, aparece el almirante ministro de Defensa diciendo que a los militares debe reconocérseles algún tipo de papel político. Fueron unas noticias no muy claras y casi sepultadas por otras más relevantes sobre temas de corrupción, delitos, efectos de la pandemia y cambios gubernamentales en Estados Unidos. Sin embargo, aun en medio de la confusión, esas tres noticias señalan con claridad el rumbo que se le quiere dar a nuestra sociedad. Van hacia un estilo de gobierno más autoritario y apoyado una vez más en los militares. Y decimos una vez más porque durante sesenta años del siglo pasado los militares mantuvieron a El Salvador en el subdesarrollo y en la cultura de la violencia.
Con seis años de mandato presidencial, militares con capacidad de papel político y servicio militar obligatorio, podemos encontrarnos con una reedición de lo que fueron los Gobiernos del PCN, que llevaron a la guerra civil. Si a eso le añadimos la reelección, un proyecto querido por el vicepresidente, alcanzaríamos a la dictadura sangrienta del general Hernández Martínez. Todavía hoy no faltan quienes lo mencionan como un gobernante que construyó la carretera Panamericana en el tramo salvadoreño, creó el Banco Central y diversas instituciones de crédito estatales, y cobró fama, hoy discutida, de reducir la violencia con mano dura. Sin embargo, el carácter y estilo gubernamental de dictador violento y genocida no se lo puede quitar nadie.
¿Vamos en una dirección abiertamente autoritaria? El Gobierno de Bukele tiene claros rasgos autoritarios así como una cierta dependencia del Ejército. Pero los Gobiernos anteriores, más Arena que el FMLN, no fueron muy diferentes en este aspecto. En estos casi 30 años desde los Acuerdos de Paz, nadie se ha atrevido a nombrar a un civil como ministro de Defensa, como se sugería tímidamente en dichos Acuerdos. Pero más allá de la permanencia, con mayor o menor énfasis, de la tendencia autoritaria en el Gobierno actual, lo cierto es que las propuestas irresponsables de reforma constitucional, el apoyo creciente a la Fuerza Armada, la juventud e inexperiencia de muchos de los candidatos a diputados, y el retraso —con trampas incluidas— del cumplimiento de la sentencia de inconstitucionalidad de la infame ley de amnistía están poniendo la condiciones objetivas para una avance muy peligroso de la cultura autoritaria y el deterioro de la democracia. ¿Llegaremos a una dictadura? Es muy pronto para decirlo, pero estamos dando los pasos para avanzar hacia un tipo de gobierno cada vez más autoritario. Y eso es peligroso para todos.
* José María Tojeira, director del Idhuca.