La ONU declaró el 20 de febrero como el Día Mundial de la Justicia Social. Pero ¿qué se celebra en esa fecha? El término "justicia social" se refiere a la igualdad de derechos humanos de la que gozan, o deberían gozar, los seres humanos. Se basa en la equidad, un elemento imprescindible para que cada sujeto de la sociedad pueda desarrollarse y alcanzar su realización.
En El Salvador, el salario mínimo de una persona que labora en el sector de comercio e industria es de $242.40; el presidente de la Corte Suprema de Justicia tiene un salario de $4,713.94, más $1,414.29 de gastos de representación, lo que suma un total de $6,128.23. Es decir, el salario del Presidente de la Corte es 25 veces mayor que el de un empleado del sector comercio e industria.
A esta injusticia salarial hay que añadirle la arbitrariedad y despilfarro en las entidades públicas, como las cuantiosas bonificaciones que reciben los diputados de la Asamblea Legislativa, quienes en diciembre de 2013 se regalaron una bonificación extra equivalente a uno de sus salarios mensuales ($4,025.72); o las bonificaciones de los trabajadores del sistema judicial y de los otros órganos del Estado. Todo ese dinero podría ser destinado a subsanar carencias de la sociedad.
Además, hay otros problemas, como la inseguridad diaria que ha quitado la vida a miles de personas inocentes; el poco acceso a la educación superior (según datos del Ministerio de Educación, en 2011, solo el 11.5% de los inscritos en los niveles educativos básicos logran inscribirse en una universidad, sea en el sector público o privado); la falta de empleo digno y bien remunerado (según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2012, el número de desempleados asciende a 165,439, sin considerar a las personas en situación de subempleo); y la ausencia de un sistema único de salud que beneficie a toda la sociedad y esté al alcance económico de todos.
Con un panorama tan desigual, ¿dónde está la justicia? Es esta una pregunta que pareciera no tener respuesta concreta. La justicia no es el conjunto de leyes y normativas que rigen el comportamiento de las personas. La justicia es el derecho a ser felices y alcanzar la realización plena. En términos cristianos, es construir, con acciones diarias y sencillas, el Reino de Dios. No un reino que está en los cielos y que es invisible a los ojos humanos, sino uno que se pueda tocar con las manos y que se pueda vivir en lo cotidiano.
La justicia conlleva una responsabilidad: la construcción de una sociedad solidaria y humana, que no sobreponga el lucro económico al bienestar de las personas. Una sociedad que vele por cumplir los derechos de cada ciudadano. Esta responsabilidad no es solamente de las personas designadas para ejercer un cargo público en el Gobierno, aunque deberían ser los primeros en asumir la responsabilidad de servir al pueblo que los ha elegido y que ha confiado en ellos para que trabajen por su bienestar.
Es responsabilidad de cada persona no seguir construyendo estructuras de poder que contribuyan a privilegiar a las élites. Es deber de cada uno acompañar a los pobres y marginados de la sociedad, que también recibieron un amor preferencial del mismo Jesús. Sobre esto, el padre Jon de Cortina decía: "No hace falta vivir en pobreza. Nos hace falta hacer nuestra la causa de los pobres. Esto significa defender los derechos de los pobres". Es decir, estar cerca de los pobres y marginados. Compartir con ellos, acompañarlos, luchar a su lado, vivir una nueva humanidad. Es retomar el sentido de fraternidad que se ha perdido por un estilo de vida individualista y egoísta, que privilegia el bienestar particular.
Es evidente que la mayoría de la población no tiene acceso a educación, salud, empleo digno, seguridad. Si todavía se duda sobre esto, es buena idea revisar el informe que el PNUD ha elaborado sobre el país, pues ahí se detallan las carencias que viven muchos salvadoreños. Para los que sí gozan de estos beneficios, tenerlos debe ser un llamado a trabajar por su universalización; esto es, trabajar para construir justicia social. Debe haber, pues, una preocupación real por la persona que está al lado, por las necesidades del prójimo, ya que solo así se construirá una sociedad justa, solidaria y humana. Cada 20 de febrero se debe traer a cuenta el deseo y la necesidad de cada persona de vivir dignamente en una sociedad que le permita desarrollarse y ser feliz. Cada uno debe tomarse en serio la responsabilidad de construir, poco a poco y con el trabajo diario, una nueva sociedad, una nueva humanidad.