Estamos sufriendo una triple crisis. La primera, sanitaria, a la que debemos darle prioridad. La segunda, económica, que no podemos olvidar, porque este tipo de crisis acaba siempre produciendo hambre y llevando a la muerte en una proporción parecida a una pandemia, solo que a más largo plazo. Y la tercera, que no podemos dejar al margen, es una crisis social que se manifiesta en la pérdida de calidad educativa, agotamiento mental y psíquico, miedo y otros factores de violencia y abuso que pueden acompañar al deterioro humano. Frente a esta triple crisis en la que se acumulan demasiados problemas, debemos plantearnos un proyecto de salida y superación. Pensar en los recursos que tenemos, especificarlos y planificar su aprovechamiento constituye una parte indispensable para la superación de las crisis. Despreocuparse de los propios recursos y pensar que basta con que estén ahí para podernos recuperar, es una locura. En realidad, los recursos siempre han estado ahí, y no hemos sido capaces de aprovecharlos para enfrentar adecuadamente las crisis que estamos padeciendo. Cuidarlos, invertir en ellos, es la única manera de enfrentar el futuro con dignidad
Entre los recursos, el más importante es el humano. Hemos oído muchas veces decir que lo más valioso de El Salvador es su gente. Lo vemos en su constancia, en su laboriosidad, en su resiliencia frente a las desgracias. La despreocupación por las personas, la violencia y la falta de oportunidades obligaron a muchos de nuestros hermanos y hermanas a emigrar. Pero han continuado siendo solidarios con el país que les vio nacer, a pesar de que el liderazgo salvadoreño les negó oportunidades que tuvieron que buscar en otro lugar. Cuidar la salud física, emocional y ético-espiritual del recurso humano es tarea de todos. Pero el Estado tiene una enorme responsabilidad en ello desde su trabajo en educación y salud, que ha sido crónicamente deficitario y de baja calidad, a pesar de no carecer de capacidad quienes se dedican a estas labores. Comenzar ya a planificar un futuro diferente es indispensable
Además del humano, tenemos otros recursos importantes. A pesar de ser un país pequeño, el más pequeño de Centroamérica, tenemos una tierra fértil. Hace casi 300 años, cuando la mayor exportación centroamericana era el añil, El Salvador producía para exportación anualmente más que el resto de los países del istmo juntos. La producción cafetalera fue también impresionante. Sin embargo, la agricultura nunca fue prioridad nacional. La posesión de la tierra se convirtió muy pronto en una forma escandalosa y traumática de dividir a la población entre pobres y ricos. Con tierras fértiles en cantidad suficiente ni siquiera hemos podido garantizar la seguridad alimentaria del país. El agua es otro de nuestros grandes recursos. Por nuestra posición geográfica, tenemos una cantidad de lluvia anual que nos garantiza la posibilidad de abastecernos más que de sobra en nuestras necesidades de consumo y saneamiento. ¿La hemos aprovechado para satisfacer las necesidades de todos? La realidad nos dice que no. Y seguimos viendo, además de las fuertes carencias en el servicio del agua, la incapacidad política de determinar criterios para su distribución adecuada. El mar es otro de nuestros grandes patrimonios. Tenemos más mar que tierra. Pero casi se puede decir que consumimos más pescado de agua dulce, en cuenta la tilapia, que pescado de mar. Salvo los pescadores artesanales, muy desprotegidos estatalmente, el resto de inversión relativa al mar territorial está en manos no salvadoreñas sin prácticamente dejar beneficios.
Son ejemplos, no los únicos, de los recursos que desaprovechamos. La solidaridad externa, la capacidad de llegar a acuerdos dialogando y teniendo mediadores, la pericia técnica y científica de muchos profesionales, la generosidad de mucha gente en tiempos de desastre o emergencia son recursos que están pendientes de aprovechamiento. Empezar a pensar en ellos, así como en nuestras carencias y problemas, reflexionar sobre cómo superamos unas y aprovechamos las otras, es todavía una labor muy a medias. La triple crisis que sufrimos debe hacernos reflexionar, cambiar las actitudes del pasado y planificar un futuro más abierto a la justicia social.
* José María Tojeira, director del Idhuca.