Hace unos años, el querido y recordado escritor Francisco Andrés Escobar, refiriéndose a las virtudes que con urgencia hay que resembrar y a los vicios que hay que erradicar en el país, decía, entre otras, lo siguiente: "La sociedad civil necesita de una clase política que pueda encargarse de conducir la cosa pública en aras de la plenitud y del beneficio colectivos; lo que no necesita, ni quiere, es una elite de ocasión que, con la demagogia por método, esquilme los recursos de todos". La demanda que hacía Escobar nos pone en el camino de otra necesidad directamente relacionada con la política y la clase política. Hablamos de la cultura política democrática, sin la cual se limita o niega el desarrollo de la democracia.
Al menos cuatro características definen al sistema democrático: la celebración de elecciones libres e independientes (que contribuyen a la realización del derecho a la participación política); la existencia de medios de difusión libres e independientes (que posibilitan el ejercicio del derecho a la libertad de expresión); la separación de los poderes del Estado (que ayuda a proteger a los ciudadanos de la violación de sus derechos civiles y políticos); y el fomento de una sociedad civil abierta (que contribuye a la realización del derecho de reunión y asociación pacíficas). Ahora bien, cuando las personas son reconocidas como parte importante del sistema, tienden a sentirse responsables, haciendo esfuerzos para mantenerlo y mejorarlo. Pero una condición necesaria para el logro de tal propósito es crear una cultura política acorde a los valores democráticos.
Al conjunto de creencias, valores, conocimientos y actitudes referentes a la vida en sociedad y al rol de las actividades políticas se le denomina "cultura política". En la democracia, algunos de sus contenidos básicos son la confianza en las instituciones; la valoración positiva de la crítica pública; la disposición a participar en asuntos públicos; el respeto a las leyes; la tolerancia; la aceptación de los pesos y contrapesos en el ejercicio del poder; el convencimiento de los ciudadanos de ser sujetos de derechos inalienables; el cultivo de la transparencia y la voluntad para aceptar los controles y la rendición de cuentas. ¿Qué nivel de desarrollo tienen estos aspectos en la cultura política predominante en El Salvador?
Recientemente, el Proyecto de Opinión Pública en América Latina (Lapop, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Vanderbilt (EE. UU.) dio a conocer un informe sobre el estado de la cultura política de la democracia en El Salvador en 2012. El estudio permite comparar las actitudes y valores políticos de los salvadoreños en los últimos años (2004, 2006, 2008 y 2010), a la vez que explora la igualdad de oportunidades económicas y sociales de los ciudadanos. Esto con base en una encuesta de opinión pública hecha entre el 18 de abril y el 12 de mayo del año pasado, con una muestra de 1,497 salvadoreños adultos. Además, el sondeo se realizó en 26 países del continente americano, lo cual permite comparar a El Salvador con la mayoría de países de la región. A continuación, algunos de los hallazgos más relevantes relacionados con la democracia, la corrupción, la delincuencia, la tolerancia política y la confianza en las instituciones.
(a) Los salvadoreños exhiben un fuerte apoyo a la democracia como forma de gobierno. Un 82% prefiere la democracia electoral frente a un 18% que apoya a un líder fuerte que no tenga que ser elegido. El 72% prefiere la democracia como forma de gobierno; el 17%, un gobierno autoritario; y a un 11% le da lo mismo un gobierno democrático que uno autoritario. No obstante, el informe revela cierta preocupación por el leve crecimiento del apoyo a un gobierno autoritario, que pasa de 13.5% en 2004 a 17.1% en 2012. Por otra parte, en lo que respecta al funcionamiento de la democracia, los datos de la encuesta indican que casi el 55% se encuentra satisfecho.
(b) Los salvadoreños consideran que el nivel de corrupción entre los funcionarios públicos es alto. En promedio, los encuestados puntuaron con 65, en una escala de 0 a 100, el nivel de corrupción entre los funcionarios del Gobierno. Sin embargo, estas opiniones sobre la corrupción habrían bajado en comparación con la medición de 2008, cuando el promedio fue de casi de 71 puntos. Esto está relacionado con el hecho de que la victimización por corrupción, la cual se mide a través del número de eventos de soborno, no es tan alta como en otros países del hemisferio americano. El 11.3% de los salvadoreños dijo haber sido víctima de algún tipo de corrupción.
(c) La inseguridad sigue siendo un problema serio para la mayoría de salvadoreños. Las percepciones de inseguridad son relativamente altas en comparación con otros países de la región. Al ser preguntados sobre qué tan inseguros se sienten, el 43.8% de los salvadoreños dijo sentirse inseguro; esta percepción de inseguridad aumenta a 61.1% entre los residentes de la capital. (d) El nivel de tolerancia política de los salvadoreños está ubicado entre los más bajos del continente americano. En una escala de 0 a 100, la tolerancia pasó de 55.8 puntos en 2006 a 54.2 puntos en 2008, y posteriormente se da una importante disminución a 45.1 puntos en 2010, llegando a 43.7 en 2012.
(e) Fluctuante confianza en las instituciones públicas. En la encuesta de 2012, se reporta un leve incremento en los niveles de confianza en las municipalidades, pasando de 59.2 en 2010 a 60.9 en 2012. El Salvador se sitúa como el país del hemisferio con los niveles más altos de confianza en la municipalidad de residencia del ciudadano promedio consultado. Por otra parte, a nivel de instituciones, las que gozan de mayores niveles de confianza son la Fuerza Armada, la Iglesia católica y los medios de comunicación. En tanto que la Asamblea Legislativa y los partidos políticos presentan los niveles más bajos de confianza. Es decir, la percepción ciudadana frente a las élites políticas continúa siendo de desconfianza y reprobación.
Estos datos, entre otros, muestran que si bien la democracia —electoral y como forma de gobierno— es preferible en tanto los ciudadanos sienten que efectivamente son protegidos en sus derechos civiles, políticos y sociales, la victimización por corrupción y delincuencia, así como la percepción de corrupción en los funcionarios públicos, afectan negativamente el apoyo al sistema político en el país. La sensación de inseguridad pública, el miedo de los ciudadanos y la debilidad de las instituciones pueden conducir al apoyo de gobiernos autoritarios, al incremento de actitudes de intolerancia y a la pérdida de confianza en las élites políticas. De ahí que la consolidación de la democracia pasa por el fortalecimiento y desarrollo de instituciones públicas eficientes y transparentes. Implica demostrar que el Gobierno es capaz de dar soluciones viables a los principales problemas ciudadanos. Supone, en definitiva, que la medida del desarrollo de una democracia está dada por su capacidad de dar vigencia a los derechos de los ciudadanos y de constituirlos en sujetos de las decisiones que los afectan.