Se ha vuelto una tendencia mundial la irrupción en los escenarios políticos y electorales de nuevos sujetos que se ofrecen como una alternativa a gastados esquemas y pensamientos políticos, por un lado, y por otro lado, tienden a romper duopolios, polarizados o no, de predominancia política – electoral. Las alternativas, si bien pueden ser centristas al intentar romper disputas polarizadas, lo curioso del caso es que han aparecido alternativas a los partidos de derecha tradicionales, así como alternativas a los partidos de izquierda tradicionales. Lo terrible es el avance de propuestas radicales de derecha.
La formación Podemos es la alternativa al PSOE como Ciudadanos es la alternativa al PP en España, con resultados interesantes en las elecciones. En medio de graves dificultades políticas y económicas en Grecia, Syriza, acrónimo griego para Coalición de la Izquierda Radical terminó ganando las elecciones desplazando a los partidos tradicionales. Nos gusté o no, real o aparente, Trump se presentó como una alternativa de derecha (Alt-Right), pero también Bernie Sanders se presentó como alternativa. Curiosamente, a pesar de mostrarse alternativos, ambos se encarrilaron en los partidos tradicionales Demócrata y Republicano. En las recientes elecciones francesas, los candidatos a participar en la segunda vuelta, Macron y Le Pen desplazaron a los dos partidos tradicionales desde la llegada de la V República. Si Le Pen viene batallando hace años por medio del Frente Nacional, el aparato político En Marcha!, sostén de Macron, tiene prácticamente un año de existencia. Veremos lo que pasa en las próximas elecciones donde Alternativ für Deutschland (AfD), un colectiva variopinto de la derecha con cierto carácter xenófobo y anti-europeísta, colocará en dudas el duopolio de la CDU y del SPD.
¿A qué responden estas tendencias? Si bien existen distancias obvias entre los movimientos de izquierda y derecha en cuanto a sus planteamientos y oferta electoral, los motivos de su nacimiento y demanda que plantean tienden a coincidir. En términos generales tienden a dar por caducado un sistema bipartidista en el que reconocen que los partidos no han sido capaces, en un período suficientemente largo, de responder efectivamente a las demandas de la sociedad, habiendo construido un sistema protector de ambos partidos para perpetuarse (alternadamente) en el poder, pero sin cambiar lo sustantivo.
Este prolongado disfrute en el poder ha permitido a las elites partidistas lucrarse del estado bien por medios lícitos como son los salarios, prebendas y sobresueldos, o bien por medios ilícitos. Denominador común es aquí la denuncia de los términos de corrupción que en diversos ámbitos y por todas las tendencias políticas en que han incurrido las élites partidarias. Interesantes son los discursos exculpadores y puristas que los partidos tradicionales emiten para intentar tapar la corrupción (que en algunos casos parece que lo logran).
¿Cómo aparece esta tendencia en El Salvador sobre todo de cara al próximo ciclo electoral? En general, cuando menos por el momento no parece haber muestras de ruptura del bipartidismo local a manos de nuevas fuerzas políticas, si bien es cierto, a partir de algunos reclamos ciudadanos, aparecen algunos signos de agotamiento del modelo de partidos de los últimos treinta años. En términos generales ni el FMLN ni Arena parecen haber respondido con efectividad a los dos grandes problemas de la sociedad salvadoreña, por supuesto por razones distintas. En la actualidad, ni la problemática socioeconómica ni el problema de la violencia y seguridad parecen conceder alivio a la población salvadoreña. Arena tuvo veinte años para responder a estos problemas y el FMLN no lleva ni diez, pero los primeros han sido capaces de aprovechar los errores de los segundos en la respuesta a los problemas de país y construyen un escenario adverso electoralmente para el FMLN. La sorpresa es que Arena tampoco está presentando planes y rostros renovados y casi se puede decir que viene a ofrecer más de lo mismo.
El espinoso asunto de la corrupción y el enriquecimiento lícito e ilícito (a mi modo de ver ambos son dos problemas éticos importantes en el mundo político, aunque personajes de derecha y de izquierda resten importancia a los procedimientos lícitos… o que por lo menos aparentan ser jurídicamente lícitos) hará difícil la postulación de ambos partidos de candidaturas aceptables. Lo que seguirá rindiendo beneficios, que me parece es el escenario más probable y más odioso, es el hecho que convivimos con una cultura de la polarización y que en virtud de ello, y para conveniencia de los dos partidos mayoritarios, seguiremos en lo mismo.
No parece que tengamos proyectos alternativos de izquierda ni de derecha… si bien puede ser posible construirlos. En el seno de ambos partidos mayoritarios aparecen voces que puedan aportar nueva calidez política, pero que tienen el inconveniente de no romper definitivamente con el sistema duopólico (¿qué te garantiza que habrá renovación legítima?) ni parecen tener apoyos fuertes en el seno de sus respectivas formaciones. Salir del partido para encabezar otras formaciones ha tenido el lastre de convertirse en adorno bonsái o bisagras politiqueras para lo que más convenga. Es el caso de CD, GANA e incluso seniles formaciones como PCN o PDC que se niegan a morir.
Otros como PSD, el PDS no han despegado probablemente a falta de trabajo o arraigo territorial y formaciones como el MRP todavía están en “veremos”. Un movimiento político con capacidad de dar un golpe de timón en el escenario político y rompa los viejos esquemas políticos, parece al menos por ahora un poco distante. Vale la pena recordar aquí un caso que no llenó titulares, pero puede presentar lecciones. Para las elecciones municipales de 2015 en San Antonio Los Ranchos (Chalatenango), el comité de base del FMLN propuso un candidato nuevo a la alcaldía, mientras la Dirección departamental decidió la reelección del alcalde vigente. Aquellas elecciones las perdió el FMLN cuando el candidato alterno compitió con la bandera del CD ganando por cuatro votos.
El FMLN había gobernado ahí desde 1994 y supongo aspirará a recuperar el municipio. Sin embargo, antes, durante y después de las elecciones de 2015 el pueblo se ha visto inmerso en una conflictividad con profundos signos de polarización, y que tiene sus raíces en diversos problemas comunitarios. A pesar que el 99% de la población conoció de la guerra civil, como combatiente o como refugiado en Honduras, y que mostraron desde su repoblamiento a finales de la guerra civil grandes capacidades organizativas y de solidaridad para responder a sus problemas, hoy conviven con la desunión y acusaciones mutuas de traición y corrupción, cuando deberían estar enfocados en la solución de sus problemas fundamentales como comunidad. Eso es lo que deberíamos esperar que no pase para todo el país… pero quizá no debemos ser tan optimistas.