Detrás de un clic, algo que ahora nos parece normal e insignificante, se esconden años de investigación y desarrollo científico y tecnológico en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Uno de los catalizadores de este desarrollo, sin precedente en la historia de la humanidad, fue la fusión de al menos tres campos de estudio: las tecnologías de la información, las telecomunicaciones y el desarrollo de nuevos materiales. Esta fusión ocurrió en la década de los ochenta y facilitó la integración de voz, texto y video en una misma red de comunicación, algo que se conoció como la red digital de servicios integrados (ISDN). Pero aun cuando las aplicaciones de software actuales son bastante cercanas al lenguaje natural, no hay que pasar por alto que dentro de los computadores se siguen ejecutando funciones uno-a-uno que mueven datos de entrada y salida (en cadenas de ceros y unos) que se combinan de acuerdo al álgebra de Boole. Cualquier aplicación de software sigue siendo, en esencia, una función que tiene como dominio y rango al conjunto {0,1}.
A mediados de la década de los ochenta, el profesor Melvin Klerer, creador de lenguajes de programación, decía que la clave para lograr que las personas utilizaran las computadoras de manera masiva estaba en dos aspectos. Por un lado, había que eliminar al programador de su tarea de traductor, de tal forma que la especificación de un problema fuera suficiente para que el computador lo entendiera y produjera los resultados esperados. Por otro, la necesidad de mejorar las interfaces hombre-máquina. La eliminación del programador, sugerida por Klerer, era una invitación para que la comunidad científica se concentrara en desarrollar lenguajes de programación automáticos y no lineales; es decir, basados en intérpretes y compiladores que aceptaran texto, voz e imágenes como datos de entrada y salida. Asimismo, Klerer afirmaba que si se desarrollaban las tecnologías adecuadas en campos como el reconocimiento de patrones (de voz e imágenes), visión por computadora, robótica, sistemas expertos, redes neuronales, entre otras, ya no habría excusa para que las personas no interactuaran directamente con el computador.
Sin duda alguna, el profesor Klerer tenía razón. Transcurridos 25 años, hoy en día las personas utilizan el computador sin requerir de un programador que esté a su lado, y los avances en la interfaz hombre-máquina han facilitado la construcción a gran escala de dispositivos de alto contenido tecnológico, como las modernas tabletas y los teléfonos inteligentes. Específicamente, dos avances han facilitado la democratización del uso del computador propuesta por Klerer: los nuevos materiales y el Internet. El desarrollo de nuevos materiales contribuyó no solo a la miniaturización de los equipos electrónicos, sino también al desarrollo de medios de comunicación de banda ancha y de medios masivos de almacenaje. Mientras que por el lado de las telecomunicaciones, el desarrollo de los protocolos de internet (TCP/IP) y la creación del World Wide Web (WWW) permitió la comunicación desde puntos muy distantes del planeta con solo dar un clic.
Muy pocas tecnologías tienen la bondad de llegar a muchas manos. Las TIC son un caso excepcional, por lo que se debe tratar de hacer el mejor uso de ellas, principalmente en educación. Este próximo 17 de mayo, Día Internacional del Internet, nos debe servir para reflexionar sobre cómo aprovechar los nuevos desarrollos en TIC (ahora conocidos como aplicaciones web 2.0, como las redes sociales, por ejemplo) y analizar los desafíos que plantea la gestión de aplicaciones desde "la nube". Ya que, como es fácil advertir, dentro de poco tiempo, las aplicaciones y dispositivos de almacenaje estarán colgados en la Web (o en "la nube"). Es tarea universitaria no descuidar todo lo que de ciencia y tecnología se esconde detrás de un simple clic.