Discursos y opciones

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Dos discursos marcaron la semana pasada. Uno, el de Obama; y otro, el cruce de palabras entre el presidente de la ANEP y el Presidente de la República. La visita de Obama a México y Centroamérica llenó muchas páginas. En un lenguaje al que no estamos acostumbrados, reconoció dos cosas importantes: que el tema del narcotráfico no debe ser el dominante en las relaciones de Estados Unidos con Centroamérica y que su propio país tiene responsabilidad en los climas nacionales de violencia en el istmo al ser uno de los grandes proveedores de armas, especialmente a partir del tráfico de estas hacia México. La violencia que genera el tráfico de drogas hacia Estados Unidos hace que las armas viajen hacia el Sur. El aumento de ese tráfico de armas debido a la política puramente represiva contra la droga no aporta soluciones a nuestra situación. Es, en ese sentido, una noticia positiva que el presidente Obama vea en la prevención y el desarrollo las líneas adecuadas de colaboración con nuestro futuro.

Tradicionalmente, Estados Unidos ha insistido en que la colaboración para el desarrollo no debe medirse exclusivamente por las donaciones, sino también viendo las inversiones que las empresas de origen estadounidense hacen en nuestros países. Algo de esto permanece en los asocios para el desarrollo. Pero evidentemente este tipo de relaciones con esas empresas, y especialmente con las transnacionales, debe medirse con cuidado. Estados Unidos no puede ni debe esconder su falta de ayuda al desarrollo. Entre los países ricos, nuestro vecino del Norte es uno de los que menos ayuda da en inversión directa. Al menos si lo medimos, como se hace a nivel internacional, en proporción a su producto interno bruto. Mientras algunos países desarrollados han alcanzado el 0.7% de su PIB, que es la meta propuesta y aceptada por ellos mismos, Estados Unidos ha dado solamente el 0.2%. Y con frecuencia ha seleccionado a los beneficiados más por razones de política exterior y conveniencia nacional propia que por una verdadera necesidad de los países en desarrollo.

Pregonar, además, su ayuda al desarrollo basándose en sus transnacionales no honra para nada a Estados Unidos. La historia de las transnacionales estadounidenses ha sido, en su conjunto histórico, negativa en Centroamérica. La explotación de las bananeras fue trágica para nuestros países, así como la presencia de algunas compañías mineras. Los intereses corporativos frenaron el dinamismo compensatorio de desarrollo regional que se dio en los inicios del mercado común centroamericano. En estos días, se ha puesto a la venta el libro de Alfredo Bukele titulado El caso Bukele-Shell, que muestra cómo una gran empresa puede llegar a conculcar no solo derechos individuales, sino a corromper sistemas y poderes, tanto judiciales como políticos. Y aunque Shell no es una empresa estadounidense, no se diferencia de cualquier otra transnacional y su caso puede servir de advertencia tanto a propios como extraños. Si algo debemos extraer como lección del interesante libro que hemos citado es la importancia de construir en nuestros países una institucionalidad fuerte y honesta.

Por otra parte, el cruce de palabras entre el presidente Funes y el presidente de la ANEP muestra la incapacidad de entendimiento entre la empresa privada y la política cuando esta no quiere sujetarse a aquella. Cuando los miembros de la ANEP llegaban a puestos gubernamentales, no se daban enfrentamientos verbales. Pero ni estaban mejor las cosas, ni la economía, ni la inversión crecían mucho más que ahora. Y si en algún momento crecían de un modo sistemático, como en los casi 25 años previos a la guerra civil, los beneficios del crecimiento quedaban en muy pocas manos. Un Gobierno independiente de la empresa privada conviene a todos, aunque tampoco sea conveniente un Gobierno enfrentado a ella. Sin embargo, da la impresión de que es la empresa privada la que quiere y busca la confrontación.

La reelección del presidente de la ANEP no puede verse sino como una opción política de la empresa privada. Un presidente confrontativo, poco negociador, que invita a un evento empresarial al Presidente de la República para atacarlo en territorio propio, no puede verse más que como una opción política empresarial de cara a los próximos comicios. En la anterior elección presidencial, todos los observadores independientes señalaron la parcialidad empresarial y mediática a favor de Arena. La reciente reelección del actual presidente de la ANEP marca de nuevo una opción política de la gran empresa privada. Un error empresarial y un mal presagio para El Salvador. Porque al igual que los militares, los empresarios no sirven para gobernar. Se buscan a sí mismos en vez de escuchar las necesidades del pueblo. Ojalá que así como Obama va cambiando la mentalidad estadounidense de considerar a Mesoamérica su patio trasero, también los empresarios locales dejen de ver la política como el patio donde organizan su propio mercado.

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Anónimo
09/05/2013
10:57 am
Sinceramente, muy buen análisis, creo que la población debemos jugar un mejor papel ante esto, sin embargo el poder económico siempre por la fuerza que lleva prevalece, las otras fuerzas económicas unidas deberían unirse, la ANEP no es la única representante de la empresa privada y sinceramente tanto él como el Sr. Presidente no suelen medir palabras, una confrontación no ayuda en nada y las repercusiones las vivimos los de más abajo.
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Anónimo
09/05/2013
10:57 am
Me sorprende ver cómo alguien que fue rector de mi universidad hable cosas de las que no sabe nada. La ANEP no es la "gran empresa privada". Revise su información antes de hablar.
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