Educación con Fe y Alegría

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Según el informe de desarrollo humano El Salvador 2013, nuestro país no ha conseguido construir una escuela pública de calidad que proporcione las bases para que las personas sean agentes de su propio desarrollo, se formen en valores constructivos y adquieran la información y las habilidades que amplíen sus opciones de vida. En lo que respecta a la educación, el documento nos recuerda una meta ideal y hace una constatación histórica desafiante. La primera: la escuela debe ser un pilar del sistema de bienestar de una sociedad, es decir, el lugar donde descansan las expectativas de movilidad social y desarrollo humano, sobre todo para quienes provienen de hogares en situación de pobreza. Pero en el país esta meta está todavía distante. El documento constata que la escuela salvadoreña, tal y como es ahora, sigue reproduciendo ese círculo según el cual el origen social de las personas, su cuna, determina su futuro; o sea, quien nace pobre encontrará numerosos obstáculos que se interpondrán en su búsqueda de la mejora de sus condiciones de vida.

De ahí que se proponga que la escuela pública sea de calidad y capaz de proporcionar oportunidades de forma equitativa. En tal sentido, se plantea la necesidad de que las políticas educativas se construyan capitalizando las experiencias previas y respondiendo a una pregunta básica: ¿qué se debe hacer para contar con un sistema educativo eficiente, equitativo y de calidad ante los desafíos del siglo XXI? Una experiencia sumamente positiva y de larga data, que puede ser uno de los referentes para la consecución de una escuela pública de calidad, es el trabajo desarrollado desde 1969 por Fe y Alegría; una obra de inspiración jesuita que en El Salvador fue fundada por el padre Joaquín López y López, uno de los mártires de la UCA. El origen de Fe y Alegría se remonta a 1955, cuando el padre José María Vélaz, también sacerdote jesuita, inició en Venezuela un movimiento de educación popular integral.

Según se sabe, este nació cuando Vélaz, siendo encargado de la atención espiritual de los jóvenes de la Universidad Católica Andrés Bello, quiso que los estudiantes fraguaran una profunda sensibilidad social al palpar la miseria en que vivía la mayoría de venezolanos. Y así, los domingos salían a los barrios de Catia a enseñar catecismo y repartir bolsas con ropa y comida. Sin embargo, pronto entendieron que el servicio cristiano, para ser realmente eficaz, tenía que encarnarse en una amplia red de escuelas. Para Vélaz, que consideraba a la educación como la mayor fuerza transformadora del mundo, "pueblo ignorante es pueblo sometido; pueblo mediatizado, pueblo oprimido. Por el contrario, pueblo educado es pueblo libre, pueblo transformado y pueblo dueño de sus destinos".

Fe y Alegría de El Salvador se inserta en esa obra internacional que el padre Vélaz fundara y concibiera en Venezuela. Y sus contactos personales con Vélaz decidieron la opción del padre Joaquín López por esta obra. Los objetivos están claros. La educación con Fe y Alegría buscará la implementación de un sistema escolar que, aparte de la transmisión de conocimientos y destrezas, ayude a crear en el estudiantado confianza en la propia personalidad, desarrollando las aptitudes y posibilidades coartadas por cuanto oprime a la persona. Pero no solo eso: también orientará la formación de una conciencia crítica para buscar soluciones creativas, a través de la reflexión y el compromiso con la realidad del país; promoverá la capacitación técnico-profesional para prestar un servicio eficiente a la comunidad; fomentará un ambiente comunitario de igualdad y solidaridad cristiana, que conduzca a dar una respuesta de compromiso con la realidad del país; y buscará proyectar la escuela a la comunidad.

Después de una trayectoria de 44 años de labor educativa en el país, estos propósitos se han traducido en obras fructíferas y permanentes. En la actualidad, Fe y Alegría está presente en seis departamentos del territorio salvadoreño y cuenta con 22 centros educativos: 18 escuelas, 3 centros de formación profesional y un centro de educación para todos. En el área de Educación Formal, impulsa una educación incluyente y de calidad, que posibilita en los niños, niñas y jóvenes conocimientos, habilidades y valores ciudadanos. Mientras que en la Educación no Formal, desarrolla programas de educación alternativa y de formación técnica dirigida a jóvenes y adultos, dándoles las herramientas necesarias para desarrollar habilidades y destrezas que les permitan su inserción social y productiva.

Sin duda, los programas educativos integrales, formales y no formales, desarrollados por Fe y Alegría representan una pauta para las políticas educativas y sociales del país, orientadas a la implementación de un modelo incluyente y de calidad, que deje atrás la concepción vigente de que la escuela pública es una opción de segunda o tercera categoría. Sabemos que educar con la misma calidad a toda la sociedad, proveyendo formación equitativa y disminuyendo las brechas de origen, sigue siendo un desafío prioritario de la educación salvadoreña. Sin olvidar que la mejor formación docente —más que la infraestructura, la tecnología o el número de estudiantes por aula— es una condición ineludible para alcanzar la calidad educativa.

Los jesuitas recomiendan evaluar sus propias planificaciones a la luz de los criterios apostólicos de Ignacio de Loyola, leídos desde el servicio a la fe y a la promoción de la justicia. Desde este contexto, se plantea el criterio de mayor necesidad (partir de situaciones críticas que demandan una respuesta), el criterio de mayor fruto (qué servicio es el más eficaz para crear comunidades de solidaridad) y el criterio del bien más universal (si la acción ejecutada contribuye a un cambio estructural). Pues bien, en la obra de Fe y Alegría, estos tres criterios se plasman con nitidez en el pensamiento de su fundador.

El padre Vélaz los formuló en los siguientes términos. Primero, "Fe y Alegría empieza donde termina el asfalto, donde se acaba el cemento, donde no llega el agua potable. Es decir, donde están los auténticos olvidados de su propia sociedad". Segundo, "frente a la miseria y el subdesarrollo, Fe y Alegría cree en la enseñanza como el mejor medio de derrotarlos, porque educar no es regalar cosas, sino enriquecer definitivamente a las personas". Y tercero, "la Educación Popular Integral es la clave y el instrumento fundamental del desarrollo socioeconómico y religioso. Por lo tanto, es la más importante de las realizaciones de servicio público y la mayor contribución al bien común". Qué duda cabe de que estos tres criterios —y sus líneas de acción— también pueden ser claves para responder a la pregunta sobre qué se debe hacer hoy para alcanzar un sistema educativo nacional eficiente, equitativo y de calidad.

Si las nuevas políticas educativas de El Salvador deben construirse sobre la base de experiencias que hayan posibilitado con éxito inclusión y calidad, Fe y Alegría representa, a nuestro juicio, uno de esos esfuerzos valiosos que no solo debe ser fortalecido y apoyado, sino imitado en aquello que contribuya a que el sistema educativo salvadoreño sea un espacio de cohesión social y un medio para alcanzar una mejor situación en la sociedad. En este propósito, la responsabilidad del Estado es grande, porque, como dijo Vélaz, "negar la educación al pueblo o dársela de modo ruin es cometer la más atroz injusticia, porque es vejar, aniquilar y destruir la luz y la fuerza de los entendimientos".

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Anónimo
24/08/2015
20:08 pm
Esta buena la letura
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