Educación hacia la solidaridad

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Marcos César Ortiz
06/12/2013

Hoy en día, es común ver a muchos jóvenes que se involucran en actividades de voluntariado, como la protección del medioambiente, el acompañamiento a grupos marginados y el refuerzo escolar, entre otras. Y ello es positivo, porque implica colaborar directamente en construcción de una sociedad más justa y humana. Pero, ¿por qué ser voluntario? Las motivaciones que llevan a un joven a invertir su tiempo en una acción "voluntaria" son diversas: porque no tiene algo más importante que hacer un sábado por la mañana, porque siente que debe retribuir algo de lo que tiene hacia quienes no gozan de su misma suerte o porque ve que hay muchas necesidades en su entorno y desea colaborar para mejorar la calidad de vida de algunas personas.

Sin embargo, debería de ser una la motivación: la preocupación hacia la felicidad o hacia la realización del prójimo, las personas que nos rodean; la preocupación por el destino del otro. No una "preocupación" por ayudar al otro que está en condiciones inferiores a las propias, porque esto presupone considerarse "una buena persona" que siente la necesidad de "ayudar" a quienes no tienen las mismas posibilidades. El voluntariado debe nacer de un amor hacia los demás, un amor de igual a igual, así como Jesús lo enseñaba.

Esta forma de vivir el voluntariado es aprendida; y, por tanto, implica una educación hacia la solidaridad y la fraternidad. Es necesario definir este concepto de solidaridad, porque, en la actualidad, es una palabra muy abusada y que ha perdido su significado. Ahora se entiende la solidaridad como el hecho de darle una moneda a alguien, por ejemplo, y esto es dar lo que sobra, no solidaridad. Al ver la vida de los mártires de la UCA, se entiende que el verdadero significado de la solidaridad es la entrega, el amor incondicional, dar la vida a una tarea concreta: la construcción del Reino de Dios, teniendo una preocupación real por las personas. Solidaridad es testimoniar el encuentro que ha acontecido con Jesús y que es Él quien nos mueve a preocuparnos por la realización plena del prójimo; preocupación que moverá hacia la justicia, hacia la humanidad, hacia la verdad.

También es importante comprender la educación en sentido hondo. El profesor italiano Giovanni Riva la define como la transmisión de una experiencia, de una vida. Así, se entiende que el voluntariado conlleva una responsabilidad grande en cuanto a que se trata de una educación hacia sí mismo y hacia los demás. Es un proceso en el cual los jóvenes que se involucran aprenden a donar su tiempo y sus capacidades de forma gratuita. Ser voluntario requiere esfuerzo; requiere no solo conocimiento sobre cómo se organiza y desarrolla un proyecto, sino también interés por la formación humana de las personas a las que se encontrará.

Entonces, esa educación tiene como tarea construir una sociedad más justa y verdadera. Una sociedad donde cada persona sea vista como sujeto, parte de la humanidad, no como un objeto utilizable para propósitos particulares de un individuo o grupo. Una sociedad donde exista preocupación por el prójimo y por su deseo de realización. Una sociedad que esté en contra de la mentalidad dominante, que enseña a preocuparse solamente por intereses particulares, volviendo a los ciudadanos egoístas e indiferentes hacia las necesidades del otro.

En este sentido, el voluntariado les ofrece a los jóvenes una posibilidad concreta de conocer una realidad diferente a la que viven a diario. A través del voluntariado tienen la oportunidad de acercarse a las poblaciones empobrecidas y marginadas de la sociedad. Por supuesto, desde este conocimiento de la realidad del país es que los jóvenes aprenden a preocuparse de manera más real por el prójimo que sufre y que es excluido. Conocer una realidad diferente es el punto de partida para que nazca el interés por construir una sociedad más humana.

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