Continuamente repetimos en estos días la frase "feliz año nuevo". Es un buen deseo y está muy bien que alegre y esperanzadamente les deseemos felicidad a nuestros familiares, conocidos y amigos. Pero la frase tiene el peligro de convertirse en una simple exclamación o deseo sin contenido: un equivalente al "ojalá llueva", luego de varios días sin lluvia. Un buen deseo y punto. Pero de esos que no cambian la realidad. De esos deseos muy buenos, pero que al no pasar nunca a la acción obligaban a decir a la moral tradicional que con ellos se empedraba el camino hacia el infierno.
El deseo de que tengamos un feliz año debe llenarse en nuestra vida no solo de propósitos personales de más honestidad, verdad y solidaridad con nuestros semejantes, sino también con el compromiso de impulsar la vida pública y ciudadana hacia una mayor justicia social. Desde hace ya cuarenta y seis años, los papas vienen publicando un mensaje sobre la paz cada 1 de enero. En este año que comienza, el mensaje de Benedicto XVI se titula "Bienaventurados los que trabajan por la paz". En el texto se nos insiste en que si queremos paz, debemos construir una "convivencia basada en la verdad, la libertad, el amor y la justicia". Con frecuencia nos gusta defender el amor y la paz, o promover una especie de libertad egoísta. Pero la convivencia pacífica solo se logra si se combinan esos cuatro elementos, que implican también la justicia social y el respeto a la igual dignidad de toda persona como parte esencial de la verdad sobre el ser humano. Demasiadas veces hablamos de un modo abstracto y genérico sobre la verdad, olvidando que la verdad no es un conjunto de afirmaciones, sino la capacidad de conectar nuestras vidas con una realidad cada vez más humana.
El deseo de tener un feliz año no puede centrarse en tener suerte individualmente mientras el país sigue teniendo graves problemas sociales. En el mismo mensaje se insiste en que es necesario "vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas". Trabajar por construir un país menos violento es indispensable. No podemos conformarnos con que el pacto entre pandillas haya logrado bajar sustancialmente los homicidios. Porque los homicidios y otras formas de violencia, como el abuso sexual o la violencia intrafamiliar, siguen siendo un problema serio en El Salvador. La frase "feliz año" tiene que comprometernos a una lucha a fondo contra la violencia. La codicia, el afán desaforado de dinero, sigue estando demasiado presente en los corazones y en la práctica diaria de muchos. Desde el que no tiene problema en vivir en el lujo mientras otros pasan hambre hasta el que por el afán de dinero trafica droga, roba y extorsiona, engaña y estafa.
Es interesante ver que el papa une, en la frase que invita a luchar contra el pecado, "el odio y las estructuras injustas". Estamos repitiendo constantemente en nuestras plegarias que Dios nos libere del odio. Sin embargo, nunca ligamos el odio con la injusticia estructural. Que cada vez aumenten las diferencias entre quienes ganan más y quienes ganan menos no nos parece que tenga nada que ver con el odio. A lo más, lo atribuimos a la indiferencia de los ricos y poderosos frente a los pobres. Pero debajo de las diferencias injustas hay una verdadera actitud de odio, si por odio entendemos lo contrario al amor. El amor no resiste injusticias; en cambio, el odio las fomenta. Por ello, cuando pasamos indiferentes antes las injusticias sociales, debemos preguntarnos si no habrá oculta una especie de odio al pobre. Ciertamente, si hubiera un verdadero amor al pobre, la pobreza tendería a desaparecer, y no a perpetuarse o incluso a profundizarse.
"Feliz año" tiene que ser, en esta perspectiva, no un simple saludo amistoso o un deseo genérico que no nos compromete ni nos conmueve. Debe, por el contrario, ser una consigna que fija en nuestra voluntad y capacidad de acción el compromiso de buscar durante el plazo de un año una situación social, comunitaria, nacional en la que vayan desapareciendo las injusticias, las violencias, los afanes de poder o de dinero enfocados al propio, egoísta e individual beneficio. El feliz año que a tanta gente deseamos, según nos vamos cruzando con amistades y conocidos, debe ser conciencia y crítica, compromiso solidario y responsabilidad ciudadana, lucha y acción. De lo contrario, solo repetiremos un saludo alienado y superficial que en la medida en que el tiempo pase y persistan los mismos problemas nos va dejando ese pozo negativo del que afirma que todo tiempo pasado fue mejor. El consuelo de los pusilánimes: mirar siempre hacia atrás mientras se es incapaz de planificar y comprometerse con construir un futuro mejor.