El lastre de los partidos

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Rodolfo Cardenal
30/11/2018

Mientras los candidatos presidenciales prometen toda clase de novedades en el quehacer político y en el gobierno, sus respectivos partidos, que en las recién pasadas elecciones de diputados y concejos municipales también prometieron fortalecer la institucionalidad y la transparencia, se aferran a las antiguas prácticas. Por eso, aquellos se esfuerzan por tomar distancia de sus respectivos partidos. Tienen conciencia de que estos son un lastre para sus candidaturas presidenciales, tal como parecen indicarlo las encuestas. La intuición popular percibe que las novedades que anuncian son simples promesas sin posibilidad de convertirse en realidad. Pero si no fuera por esos partidos, ninguno de esos candidatos tampoco podría convertirse en Presidente.

Los partidos todavía no han comprendido el lastre que sus prácticas corruptas y necesariamente secretas suponen para sus candidaturas presidenciales. Prueba de ello es la recién pasada elección de la Sala de lo Constitucional. A pesar de las repetidas promesas de elegir a los mejores candidatos y de proceder con transparencia, los diputados eligieron inescrupulosamente a la manera tradicional, es decir, se repartieron los sillones disponibles. De los cinco elegidos, solo dos presentaron credenciales suficientes para ocupar una magistratura. Los partidos privilegiaron la inanidad de los elegidos sobre el conocimiento y la experiencia jurisprudencial. Muy probablemente, como si esto no bastara, la elección del nuevo Fiscal General la harán con los mismos criterios. La retórica política, auxiliada por la mayor parte de la prensa, se ha encargado de ocultar estas realidades. La elección de los magistrados evidencia que los diputados y sus partidos no tienen intención de observar la ley, ni toleran que sus decisiones sean revisadas o desautorizadas por ser inconstitucionales. La comprensión errónea del poder legislativo hace que tiendan a ejercerlo de manera absoluta, esto es, antidemocrática.

Así lo confirman las expresiones de mutua satisfacción de los líderes de la legislatura. Todos se felicitan por haber elegido una Sala de lo Constitucional diferente a la última, esto es, que no ejerza el necesario contrapeso a las decisiones inconstitucionales del Ejecutivo y la Asamblea. De esa manera, podrán ejercer su poder legislativo de manera absoluta. Así, pues, han elegido unos magistrados dispuestos a utilizar lo que dieron en llamar “un nuevo tono”, esto es, a sentenciar con criterios ajenos a la Constitución. Los elegidos, por su lado, hablan ambiguamente de “prudencia” y “respeto”, lo cual, en el contexto político actual, puede significar no desautorizar los actos de la legislatura y del Ejecutivo contrarios a la Constitución. Los diputados y sus partidos contradicen así uno de los principios fundamentales del régimen democrático.

En esa misma línea, dos de los nuevos magistrados se han permitido impugnar la evaluación pública a la que fueron sometidos para constatar sus conocimientos y su experiencia. Según ellos y algunos diputados, ciertas organizaciones sociales habrían intentado interferir en su elección. La única magistrada electa señala otros criterios como la prudencia, la tolerancia, el trabajo en equipo, es decir, juicios subjetivos, algo que el ordenamiento constitucional pretende evitar. El único criterio de la última instancia judicial es y solo puede ser la Constitución. Por lo que a estos magistrados respecta, los diputados pueden darse por satisfechos.

Asimismo, los partidos han celebrado su capacidad para repartirse la cuota de poder disponible. Según sus líderes, ninguno perdió, porque todos habrían ganado. En realidad, perdió, y mucho, la institucionalidad del país, la misma que los candidatos presidenciales prometen promover y fortalecer. Los partidos están convencidos de que la inanidad de la Sala de lo Constitucional es garantía de estabilidad. Aparentemente, la independencia de la anterior habría atentado contra ella. De ahí que, según lo expresó un diputado del FMLN, “no queremos repetir historias, no queremos repetir lo que pasamos recientemente”. Según esta lógica, la estabilidad vendría dada por la dictadura, disfrazada de democracia. La estabilidad a la que aspiran consiste en tolerar que cada poder decida al margen de la Constitución, aun cuando sus detentadores están obligados por juramento a observarla. La ética elemental no es obstáculo alguno para esta clase de funcionario público.

Los partidos intentan ocultar estas prácticas con candidatos sin trayectoria política. El propósito de estas figuras “limpias” es proyectar una imagen fresca y moderna de los partidos. Sin embargo, sus prácticas ponen al descubierto su obstinación en los vicios de siempre. No existe voluntad para modificar la práctica ancestral. Así, mientras el candidato del FMLN promete erradicar la corrupción, el Presidente rechaza la auditoría de los fondos administrados por Casa Presidencial. Mientras el candidato de Arena promete cercanía con la población, los diputados de su partido eligen magistrados festinadamente. Estas contradicciones hacen que los candidatos sean poco creíbles para un electorado cansado de los embustes partidarios. Estos todavía no han comprendido el lastre que representan para las aspiraciones presidenciales de sus candidatos, supuesta la pureza de sus intenciones.

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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Anónimo
07/01/2019
19:42 pm
Ahora comprendo, no solo porque la imposible credibilidad en los candidatos, sino en la posible imposibilidad de creer en el sistema partidario el cual no tiene ángulo de salvación. Es urgente cambiar toda la forma de elegir a los ciudadanos que darán cuenta de la cosa pública en este país.
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Anónimo
01/12/2018
18:40 pm
Exelente comentario, como quien dice a dios rogando y con el mazo dando...
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