Arena y sus patrocinadores están atrapados en su ideología anticomunista y en la creencia de que el crecimiento de la economía y del mercado es suficiente para que nuestra sociedad alcance niveles adecuados de bienestar social. Con esta idea errónea e imaginada sobre la “economía milagrosa”, Carlos Calleja, pre candidato a la presidencia por Arena, ha propuesto como nueva visión de país el mismo "cuento" que se escucha en la derecha desde hace 30 años; cito aquí algunas de las cosas que dijo: “(1) poner el país por encima de nuestras ideologías y diferencias, (2) poner el Estado al servicio de la familia y no de intereses privados, (3) reactivar y fortalecer la economía para generar empleo y valor agregado y (4) construir una nueva sociedad basada en la honestidad, el respeto y la justicia”. Además, mencionó en su discurso que esto pasa por generar confianza -algo que los empresarios nunca explican a detalle- para propiciar una mayor inversión nacional y extranjera y, finalmente, puso a su abuelo como ejemplo de vida ya que de ser empleado de la sección de carnes pasó a dueño del supermercado. Da pena que todos los empresarios se pongan como ejemplos de vida y de éxito para que les creamos que las “oportunidades” están al alcance de todos. Pero bueno así es como proceden. Para mí, el problema de El Salvador no es económico sino político y su solución pasa por hacer cambios estructurales en el capitalismo imperante.
Como primer punto quiero establecer que la causa real de nuestros problemas sociales no está en la deficiente generación de riqueza como nos quiere hacer pensar la derecha sino que la causa real está en la desigual distribución de la riqueza y en la escandalosa acumulación de dinero en pocas familias (incluyendo la de Calleja y la de Simán). Esta situación no la resuelva el crecimiento económico y el mercado, como piensa Calleja y sus patrocinadores, sino que pasa por decisiones políticas acertadas como serían la de establecer una política salarial responsable. Que asegure que una persona que trabaje ocho horas diarias pueda tener comida, vivienda, transporte, acceso a salud y educación, entre otras, y todo esto sin recurrir a deudas. ¿Estará Calleja dispuesto a discutir la estructura salarial en el país? Estas son pequeñas cosas que no están en los discursos de los empresarios.
Un segundo punto es ¿qué hacer para que las familias dejen de fragmentarse por la migración forzada que expulsa a los salvadoreños a buscar mejores condiciones de vida en otros países? Esto pasa por atender los problemas de inseguridad y de falta de empleo y parecería que se solucionarían con crear nuevos empleos pero no es así. El problema de raíz de la migración es la exclusión social que hace que las familias vivan en situaciones económicas precarias de generación en generación. La solución pasa por facilitar el acceso a la educación y la salud (de calidad) de manera gratuita para todos, que se alcancen al menos doce años de escolaridad que habilite a los jóvenes con capacidades para trabajar, pasa por lograr que los 80,000 bachilleres anuales logren el acceso al sistema de educación terciario y no, como ahora, que solo lo logran 30,000, etc. Todo esto dirán que requiere de recursos y, que por lo tanto, el problema sería económico pero se equivocan. El problema sigue siendo político ya que requiere de decisiones que aumenten la recolección de dinero para que el Estado pueda destinar recursos para eliminar esta exclusión social. ¿Estarán estos empresarios precandidatos en capacidad de tomar decisiones políticas acertadas en materia de recaudación fiscal? Mi impresión al escucharlos es que no, porque en esencia les falta “simpatía humana”, es decir, entender la esencia de la vida desde el pobre. Los empresarios se equivocan cuando piensan que la administración pública se puede realizar desde los conceptos de la administración de empresas capitalistas. Desafortunadamente, los empresarios que acumulan mucho dinero -como los pre candidatos conocidos hasta ahora- tienen el egoísmo bien desarrollado y como diría E. Fromm, en su libro “Tener o ser” (pp.47-48) su carácter en la vida está marcado por este comportamiento: “...que debo ser avaro, porque mi meta es tener, y que más soy cuanto más tengo; que debo sentir antagonismo a todos mis semejantes: a mis clientes a los que deseo engañar, a mis competidores a los que deseo destruir, a mis obreros a los que deseo explotar”. ¡Ya basta de discursos superficiales! El país necesita de propuestas de soluciones que requieren decisiones políticas, y no tanto de la economía milagrosa.