El salario mínimo más a fondo

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Los estudiantes de economía de la UES, la ESEN y la UCA han comenzado a debatir sobre temas propios de esa área del conocimiento. Es una experiencia positiva ver a jóvenes preocupados por la realidad nacional y con deseos hondos de aportar ideas, discutir soluciones, dialogar buscando juntos un bienestar común que solo desde una amplia base de pensamientos compartidos se puede conseguir. Hace ya más de un mes comenzaron debatiendo sobre por qué la economía salvadoreña no crece. Pasado ese debate realizado en la UCA y en la ESEN, el próximo turno será en la UES. Y el tema elegido es el del salario mínimo. Una cuestión que no parece haber preocupado demasiado a los economistas consagrados, a pesar de que el que hay en el país es una auténtica vergüenza desde el punto de vista ético y desde la necesaria opción por los derechos humanos que toda profesión debe tener. El hecho de que los jóvenes hayan elegido este tema para el debate interuniversitario ofrece más esperanza que el discurso habitual de los denominados tanques de pensamiento y de los economistas consagrados.

Y es que debatir a fondo sobre el salario mínimo infunde miedo a los economistas. Salvo excepciones, hay pánico, especialmente entre los profesionales consagrados, a enfrentarse con las gremiales empresariales. Como si la gran empresa privada fuera la técnica en economía y los economistas simplemente sus capataces. Que los jóvenes se rebelen contra silencios cómplices a la hora de elegir la temática da un poco más de esperanza a El Salvador. Porque si una ciencia debe ser crítica frente a la realidad y estar además impregnada de valoraciones éticas, es precisamente la economía. Los derechos económicos y sociales de nuestra población están exageradamente supeditados a las ventajas económicas pretendidas y conseguidas por minorías.

La realidad salvadoreña tiene en su estructura socioeconómica una estratificación semejante a la de las sociedades de castas, con derechos diversificados según se pertenezca a un sector o a otro de la población. El hecho de que el salario mínimo del sector de servicios sea el doble que el agropecuario, y que cada vez que hay un aumento se incremente la desproporción en contra del trabajo agropecuario, muestra no solo un ordenamiento económico absurdo e injusto, sino una clara violación del derecho humano al trabajo digno y a la consideración de todo trabajo como una realidad digna. No se necesita una sociedad de castas legalmente constituida cuando se acepta como natural que el trabajo agrícola vale menos de la mitad del que se hace en una venta de esas comidas rápidas tan ajenas a nuestra cultura y tan saturadas de colesterol.

Detrás de las injusticias socioeconómicas siempre hay nombres propios. Y detrás de estos nombres hay empleos bien pagados, puestos públicos, posibilidades de desarrollo profesional. Esto no es ningún secreto, pues con frecuencia se oye a personas y representantes de gremios que desde situaciones de privilegio pontifican sobre la necesidad de mantener salarios mínimos de hambre en el país. Cuando se tiene miedo a aquellos que se han convertido en la práctica en los dueños del funcionamiento económico de un país, la economía como ciencia no funciona o funciona mal. Y el daño que se hace puede ser de difícil reparación.

El salario mínimo agropecuario, con los magros aumentos, no llega aún a los 110 dólares mensuales. En Estados Unidos, el salario mínimo federal, de 7.25 dólares la hora, significa mensualmente para alguien que no haga horas extras una cantidad superior a los 1,500 dólares. Alegrarse con la migración y con las remesas recibidas significa preferir el dinero a la creatividad, capacidad de trabajo y productividad de nuestra gente. El lujo hace que se prefiera el consumo interno a la estabilidad familiar de nuestros conciudadanos y a la cohesión social del país en su totalidad. Despreocuparse del salario mínimo y dejar pasar la oportunidad de debatir en serio el asunto, es dejar de tocar los problemas de fondo de El Salvador. La pregunta de por qué callan los economistas (al menos, la mayoría de los consagrados) ante estos temas debería preocuparnos seriamente.

Los salarios mínimos a nivel mundial son muy diversos. En Europa van, aproximadamente, desde los dos mil dólares de Luxemburgo hasta los 200 de Rumanía. Costa Rica anda por los 325 dólares, y los empleadores contribuyen además al seguro social con una cuota que casi dobla la salvadoreña. Y por supuesto tienen una economía mucho más fuerte que la nuestra. A ciertos empresarios les gusta decir que cuando la economía de El Salvador crezca podremos llegar a los mismos niveles. Pero lo que hay que preguntarse es si precisamente la economía no crece por la cerrazón mental, codicia, egoísmo y afán de derroche de esos pocos que se oponen a subir sustancialmente los salarios mínimos, e incluso a dejar un único sueldo mínimo decente e igual para todos. Sin lugar a dudas, el debate de los estudiantes sobre este tema será muy interesante. Ojalá los economistas consagrados aprendan algo de ellos.

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Anónimo
26/08/2013
12:14 pm
el salario siendo el pago a la fuerza de trabajo, siendo el reflejo de la explotacion, deberia de garantizar una vida digna, en paises como el nuestro, la avaricia, el egoismo, les evita a nuestros empresarios pensar en ello, por eso es basico el debate, pero no solo estudiantil, sino a nivel empresarial, nacional
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Anónimo
24/08/2013
18:03 pm
pues es muy importante que los jóvenes, y no solo los jóvenes sino todos los salvadoreños se preocupen por la situación económica que se vive en el país. Para que se pueda hacer más justicia en igualdad. no puede ser que minorías se adueñen del todo y la mayoría de la población este pasando por crisis, hambres etc. La inesabilidad ecnomíca que hay es la causa de otras ramas de problemas existentes en el pais.
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