La aclaración del FMLN sobre su postura respecto a las víctimas, la verdad y la justicia no solo llega demasiado tarde, sino que es un despropósito de los grandes. Mientras la derecha legislativa se replegaba y tomaba distancia del proyecto de amnistía, presionada por la embajada de Estados Unidos y la Unión Europea, y quizás también por la presión social, los líderes del FMLN se mantuvieron firmes y reiteraron, incomprensiblemente, las presuntas bondades de la propuesta. Incluso el editorialista de uno de los matutinos, caracterizado por su conservadurismo, rechazó el proyecto. Pese a la trivialidad editorial, el periódico ha comprendido que la justicia para las que considera sus víctimas, las asesinadas por la izquierda, pasa por la verdad y la justicia para todas, es decir, también por el procesamiento judicial de los militares.
La torpeza del sorprendente pronunciamiento del FMLN del 23 de mayo revela ausencia de pensamiento político, de principios éticos y de sensibilidad humana. El partido de la revolución se congratula porque la comisión legislativa habría consultado a las víctimas de los crímenes de guerra y contra la humanidad. Nunca las escucharon, hasta que el anteproyecto naufragó. Rápidamente las convocaron y les concedieron unos pocos minutos para que expusieran sus agravios, silenciados durante casi tres décadas. Aparentemente, los diputados pretendían comprender en ese breve lapso los conceptos básicos de la justicia transicional que no han barruntado en tres años.
Asimismo, es falso que la comisión aporte “elementos esenciales para contribuir a la solución adecuada del problema”, porque lo único que hizo fue numerar los párrafos del primer borrador criticado y rechazado. Las dos comisiones legislativas solo han tenido en cuenta el interés de los criminales de guerra. Los diputados no solo se negaron sistemáticamente a escuchar a las víctimas, sino que también les ocultaron el texto de la amnistía. Por tanto, no hay motivo para la complacencia del FMLN.
Es cierto que el partido “en su origen es la expresión de la resistencia armada de las víctimas ante sus victimarios, la dictadura, la fuerza armada al servicio de las clases dominantes, los grandes oligarcas y las fuerzas intervencionistas de Estados Unidos”. Pero es falso que “como FMLN” haya formado “parte indivisible de las víctimas, de quienes sufrieron cárcel, persecución, mutilación y asesinatos”. En las dos comisiones por donde ha pasado la malhadada amnistía, el FMLN ha tomado partido por los criminales de guerra. Incluso se ha atrevido a elogiar su benevolencia. No satisfecho con estos desatinos, ahonda el escarnio de las víctimas al asegurarles que aquel primer “sentimiento sigue inalterable” en la actualidad.
Estas retorcidas declaraciones pretenden desmentir “las versiones interesadas (…) de personas inescrupulosas” que han denunciado la conspiración para amnistiar a los violadores de los derechos humanos. Esas personas, según el FMLN, “parecen más empeñadas en continuar con carreras electorales, insultos y diatribas”, una clara referencia a Nayib Bukele y sus seguidores. El pronunciamiento no desmiente nada. Más bien confirma la opción del FMLN por la mentira, la injusticia y el olvido de los crímenes de guerra.
El FMLN no ha defendido a las víctimas. Si acaso, lo hizo muy al comienzo de su historia. Ahora se encuentra del lado de los criminales de guerra. Triste papel para un partido que prometía revolución y socialismo. Enredado en sus propias contradicciones, el FMLN niega hechos comprobables y afirma lo que, de hecho, pretende negar. Atribuir la responsabilidad de sus propias confusiones a Bukele no lo hace creíble. Al contrario, el FMLN se desautoriza a sí mismo en el ridículo intento por justificar la defensa de los asesinos. Cubre sus vergüenzas con otras vergüenzas.
La honestidad con la realidad y, sobre todo, con las víctimas exigía reconocer el error y asumir el compromiso, en señal de enmienda sincera, de asumir su defensa. En consecuencia, el FMLN debiera renunciar a la amnistía y abrazar la justicia transicional. Debiera interesarse en el juicio de El Mozote y en los otros procesos judiciales en marcha. Debiera solicitar la extradición de los militares reclamados por la justicia española. Debiera exigir a la Fuerza Armada abrir los archivos de la guerra y suspender el culto a los oficiales acusados de violaciones a los derechos humanos, ya que en los diez años que estuvo al frente del poder ejecutivo no lo hizo.
La obscenidad del poder enajenó al FMLN de la realidad nacional y del pueblo; en concreto, de las víctimas de los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Y parece haberle secado el seso. Entre tantos asesores legislativos como tiene no hay uno solo que aporte racionalidad y sensatez. La tan anunciada renovación partidaria no es cuestión de cambiar dirigentes, sino de volverse hacia las mayorías que, en un momento ya lejano, le dieron razón de ser.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.