El vicio de etiquetar

30

Si alguien dijera que en Altos de Santa Elena viven un montón de ladrones, que la Escalón está llena de estafadores o que la San Benito está plagada de consumidores de narcóticos, se le acusaría rápidamente de calumnia. Clasificar peyorativamente a los ricos por el lugar en donde viven sería injusto. El hecho de que se descubra a un corrupto en una residencial de lujo no quiere decir que todos los que viven en ella lo sean. Aunque sea cierto que detrás de una gran acumulación de dinero siempre hay algún tipo de injusticia, no por ello es adecuado calificar como injusto a todo el que tiene capital. Sin embargo, lo que parece obvio y lógico no siempre lo aplicamos a todos los grupos humanos. La experiencia de Semana Santa en las colonias del norte de Apopa, calificadas como zonas calientes, peligrosas, etc., me deja como enseñanza la irresponsabilidad verbal resultante en injusticia que con frecuencia cometemos.

En efecto, pasé la Semana Santa ayudando al párroco de la zona en esas colonias. Jueves y viernes salía de ellas, ya de vuelta a Santa Tecla, a las 9 de la noche. El sábado regresé a las 12 y cuarto de la madrugada, después de una nutridísima misa de Sábado Santo. Anduve siempre solo en mi carro y nunca sentí la más mínima amenaza ni tuve sensación de peligro. Me asombró la muy numerosa participación juvenil en las actividades religiosas, los excelentes coros con muchachos de ambos sexos —por cierto, con buena ejecución musical de las canciones—. Haciendo esfuerzos, hay un buen número de ellos que estudian en la universidad, especialmente en la UES. Cuando le contaba a algunos amigos que iba a celebrar en esas colonias me decían: “Ten cuidado”, “No vayas solo”, “Ojo, que esa es zona caliente” y otras frases de más o menos el mismo estilo, y siempre peyorativas. Yo había celebrado ya en dos años anteriores la Semana Santa en esa zona y nunca vi que mereciera ese tipo de calificativos y etiquetas. Sin embargo, la fama se la han creado precisamente aquellos medios de comunicación que protestarían y acusarían de odio y radicalismo social a quien dijera que en una de las torres multifamiliares de las zonas pudientes de San Salvador solo viven corruptos o narcos, después de que se descubriera en ellas a un delincuente.

En Valle del Sol, la “Chiltu”, la Ponderosa, los Tikales, vive gente muy buena, religiosa, decente, trabajadora, que ama a El Salvador y trata de sacar a sus hijos adelante. En medio de sus dificultades económicas, tienen una honradez, seriedad de compromiso y capacidad de sacrificio dignas de todo respeto e incluso admiración. Transmiten sus valores a sus hijos, jóvenes esforzados y valientes. Es cierto que en esas colonias hay delincuentes, como los hay en las zonas pudientes y en las colonias de clase media. Pero también es cierto que sus habitantes tienen menos recursos y han estado olvidados del Estado. No siempre les llega el agua, como tampoco la calidad educativa, el trabajo decente y una atención adecuada de salud. Y las autoridades no han sabido dialogar con ellos ni resolver sus dificultades.

¿Hay gente mala entre ellos? Claro que sí, como la hay en todas partes. Pero no hay derecho a etiquetar a las personas que viven en esas zonas como sospechosas. Hay demasiada gente buena como para que de un modo tan estúpido se tache a estas colonias como peligrosas. Dicen que en algunas empresas la procedencia de estas u otras colonias semejantes es causa para no contratar. Si eso es cierto, a ese modo de actuar sí lo deberíamos acusar de promover el odio social y de desarrollar formas nocivas de relación social, incluso vinculadas a aspectos netamente racistas. La profesora de ética Adela Cortina acuñó hace ya algunos años el término “aporofobia”, para calificar cierto tipo de etiquetas que en realidad lo que denotan es un verdadero odio a los pobres. No hay duda de que ese término, que significa precisamente fobia a los pobres, está demasiado extendido en El Salvador.

Etiquetar es siempre perjudicial. Llamar nazis a los miembros de Arena o comunistas ladrones a los del FMLN es faltar a la verdad y no ayuda a convivir. Pero lamentablemente estamos acostumbrados a buscar el insulto más mordaz pensando que ello es señal de inteligencia. Hace ya bastantes años, el P. Ellacuría decía que a muchas personas que les gusta compararse con los demás y tachar a los otros de inferiores ni siquiera se les podía llamar soberbios. Todo lo más eran vanidosos. En otras palabras, personas en las que la inteligencia y la racionalidad estaban ausentes y lo único que había en ellas era el terrible vacío de la vanidad. La mano dura de los buenos contra los malos es con frecuencia una etiqueta que acaba dañando más que lo que pretende sanar. Cuando etiquetamos a los demás, sobre todo cuando lo hacemos en referencia a grupos sociales amplios, lo único que mostramos es incapacidad de diálogo y de convivencia. La misma incapacidad de los conquistadores o de los criollos durante la colonia, la misma con la que se calificaba a los indios de holgazanes o a los negros de seres inferiores.

Venimos de una historia herida por etiquetas y abusos. Pero el mundo actual tolera cada vez menos el desprecio por el otro que se refleja socialmente en el abandono o la hostilidad hacia el que no es “de los nuestros”. En este El Salvador pequeño y espeso, donde pareciera que todos nos conocemos, donde nos apretamos por una fuerte densidad de población, no podemos vivir despreciándonos ni tachándonos unos a otros con etiquetas despectivas. El desarrollo socioeconómico tiene que pasar también por un desarrollo ético. Y no después de que abunden los recursos, sino antes. Por qué hemos caído en la destructiva manía de etiquetar a la gente, puede discutirse. Pero que debemos salir de ella, ver la realidad sin prejuicios y ofrecer posibilidades a todos los sectores de la población es evidente. De lo contrario, continuaremos hundiéndonos en un estancamiento que puede volverse crónico o convertirse en retroceso.

Lo más visitado
5
Anónimo
30/04/2017
10:50 am
Los habitantes de muchas colonias de Soyapango sufrimos la estigmatización de la que habla el P.Tojeira.Se nos quedan viendo cuando en una capacitación nos presentan y nos dicen que mencionemos nuestro nombre y de donde venimos. Nuestros amigos que viven en el oeste de S.S.nos dicen que nos cambiemos de lugar de residencia. Pese a lo anterior, hago mis ejercicios diarios en la calle todos los días y no pasa nada. Una de mis hijas regresa de trabajar y estudiar a las 10.30 pm. Aquí trabajamos, vamos a la escuela, participamos en fiestas, asistimos a los centros comerciales, dejamos el carro en la calle, visitamos amigos y nada pasa. En ocasiones algún ratero roba algo, pero nada que ver con las informaciones que nos señalan como tierra de nadie, en donde principalmente por ese motivo, las casas han bajado de valor y casi nadie quiere vivir en Soyapango. Así las cosas, vemos que en nuestro país hay varios El Salvador. Qué lástima !!.
0 0 0
Anónimo
27/04/2017
12:03 pm
Usted ha dado en la diana. La vanidad es una motivación que impulsa a creer que somos superiores, cuando realmente lo que demostramos es inferioridad. Cuestión de valores. Lo que me enseñaron mis padres y que luego transmito a mis hijos. Ver al que está a mi lado como a un ser humano digno de mi respeto y consideración. Si el que va a misa es temeroso de Dios y respeta sus mandamientos, en buena hora! Pero si el que va al templo solo para ver qué consigue, se gana el repudio. Qué bueno que cientos de jóvenes tengan fe. Ahora en cuanto a los que buscan problemas ya sea en APOPA o en SOYAPANGO Etc. , si el PNUD dice que son el fracaso de la sociedad por no haberles sabido dar herramientas para su desarrolo humano deberíamos hacer un examen. Y lo que más nos puede afectar como sociedad es no haber protegido a la familia.
0 1 0
Anónimo
27/04/2017
11:10 am
Me encantó su artículo P. Tojeira, no solo en nuestro pais se etiqueta a grupos negativamente, también a los que profesan diversas religiones...el caso de los musulmanes por ejemplo. La parte que menciona sobre la gente que tiende a etiquetar a otros, que más que sobervios son vanidosos, es muy cierta.
0 2 0
Anónimo
22/04/2017
21:31 pm
Con el respeto que usted se merece P. Tojeira, en mi opinión, su artículo no es muy objetivo , en lo personal consideró :-que el participar en un evento religioso, en el que asista mucha gente, no garantiza la honestidad de una persona, ya que sea en la col. San Benito, Sta Elena, Apopa, Ilopango.. -La delincuencia común está a la orden día, independientemente la zona donde se viva. -Mientras una persona no se el objetivo de algún desalmado , no pasa nada (los padres jesuitas, estaban en una zona \"segura\", pero eran objetivos y fueron mártires). -Conozco testimonios de personas, que no pueden visitar a sus familiares en Apopa y ni poder asistir a misa, si no pagan renta, porque viven en otra zona. Y pasa en ciudades o zonas que se consideran seguras. Es decir, nuestra sociedad está enferma, necesitamos todos, sin distinción de credo, clases sociales, una real vivencia del Evangelio. En lo personal no me entusiasma si abarrotan cultos, procesiones...
0 2 6
Anónimo
22/04/2017
11:35 am
Es curioso que en un pasé con una mayoría empobrecida tengamos fobia a los pobres. Me gusta su artículo padre Tojeira. Un abrazo.
0 10 1