Las pasadas elecciones generales en Honduras han resultado un eslabón más en la cadena de deterioro de los experimentos democráticos en los países del CA-4, es decir, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Con excepción de El Salvador, distintas evaluaciones de la calidad democrática colocan a estos países en diversas categorías que se resumen en “no democráticos”. La excepcionalidad salvadoreña en este caso no debiera considerarse como garantía de que “aquí no pasará” algo semejante. Las elecciones de 2018 y 2019 podrían llegar a ser la prueba de que en El Salvador, efectivamente, las elecciones son democráticas; o podría ser también la prueba de que El Salvador camina por similar sendero al de sus vecinos.
Una bancada legislativa de 28 diputados sería una derrota electoral para el FMLN o, aunque parece menos probable dado el tamaño actual de su grupo parlamentario, para Arena. Ninguno de estos dos partidos podría estar dispuesto a aceptar semejante resultado adverso. De allí que sea crucial que el escrutinio a nivel de mesas electorales se lleve a cabo de manera ordenada, transparente y sin lugar a dudas. El llenado de los formularios de las actas de escrutinio será fundamental en este sentido para garantizar la calidad del escrutinio y la veracidad del resultado que el TSE dé a conocer.
Con un sistema de escrutinio electoral menos complejo, la autoridad electoral hondureña no fue capaz de llevar a cabo su tarea sin lugar a dudas. Por supuesto que las dos principales fuerzas partidistas hondureñas no contribuyeron a generar un clima más favorable para la gestión electoral. Y menos para que se sepa la verdad de lo ocurrido durante la “caída del sistema”.
Para las elecciones presidenciales de 2014 en El Salvador, el sistema no se cayó pero se paralizó el conteo o la transmisión de datos. En 2015, hubo problemas en el llenado de las actas de escrutinio y en la transmisión de datos. En ambos casos hubo dudas sobre la veracidad del resultado electoral. Y ni Arena ni el FMLN contribuyeron a que la gestión electoral se realizara sin lugar a dudas. Si las autoridades electorales fallan en estos aspectos en 2018, o en 2019, será difícil sostener la excepcionalidad salvadoreña en el CA-4.