Emprendedurismo de jóvenes: salida, trampa y obstáculo para su generación

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Hace unos días, en la revista electrónica Comunica del Departamento de Comunicaciones y Cultura de la Universidad, se publicó la nota titulada “Las cifras que asustan del desempleo juvenil”. Entre otras cosas, se dice que el nuestro es “uno de los países de Centroamérica con el más alto índice de desempleo juvenil”, que “la falta de empleo golpea más fuerte a los […] jóvenes frente al resto de la población económicamente activa” y que El Salvador se ubica, a partir de los datos oficiales, “como el país con una población mayoritariamente joven y desocupada”.

Por otro lado, en la nota se presentan dos casos ilustrativos de salida ante el desempleo: poner un negocio propio de venta de ropa en línea y fabricar llaveros y artículos personalizados para venderlos en las ferias de anime que se realizan en el país. Estas son salidas que encontraron dos jóvenes con estudios universitarios (una graduada de Administración de Empresas y otro a punto de culminar su carrera de Comunicaciones).

Como estos jóvenes hay quienes recurren a salidas presentadas como iniciativas emprendedoras. Pero también hay jóvenes que fracasan en la obtención de un empleo y buscan otras, probablemente en negocios ilícitos. Aquí radica uno de los principales desafíos para cualquier estrategia de prevención de la delincuencia que llevan a cabo las pandillas. ¿Qué alternativas económicas hay para los jóvenes que integran pandillas o están en riesgo de pasar a formar parte de ellas? ¿Y qué decir de los jóvenes campesinos, para quienes el fracaso de jóvenes urbanos en conseguir empleos les desalienta para estudiar más allá del sexto grado? Poner un negocio propio no debiera ser una opción generalizada frente al desempleo juvenil, pues la inmensa mayoría no tendrá esa posibilidad.

Por otra parte, la salida del emprendedurismo puede resultar en una trampa para los jóvenes, pues es por lo general de corte individualista. Ciertamente, puede haber iniciativas emprendedoras colectivas; por ejemplo, una cooperativa de mujeres rurales o de un grupo de jóvenes entusiastas. Sin embargo, el desempleo es un fenómeno estructural, que afecta a las juventudes como generación y no solo a los jóvenes individualmente considerados. Algunos jóvenes podrán ser exitosos en su empresa, pero la inmensa mayoría irá al paro, a los negocios ilícitos o al extranjero. Las salidas individuales son una trampa generacional porque resuelven la problemática de algunos, pero no resuelven el problema que afecta especialmente a una generación.

El emprendedurismo también puede ser una trampa porque fomentándolo socialmente se puede terminar reproduciendo el problema del cual pretende ser una solución. En otras palabras, el emprendedurismo puede reproducir socialmente el mal que le da origen, aunque represente una alternativa económica para quien intenta ser emprendedor. Los actores sociales que fomentan el emprendedurismo pueden estar alentando, a la vez, el problema del desempleo o del empleo informal. Este es un asunto grave cuando quien lo hace es un Gobierno que pretende transformaciones sociales estructurales, porque actuando así aleja cada vez más estas.

Desde el Gobierno, más bien, se deberían promover políticas de empleo y de desarrollo de las fuerzas productivas, especialmente de la fuerza de trabajo, para poder diversificar las formas de inserción en la economía mundial. Este es un campo que requiere investigación e innovación. En este sentido, es un campo en el que la intelectualidad de varias generaciones podría cooperar. Ojalá no esté ocurriendo más bien lo contrario: una competencia intergeneracional por proyectos de investigación e innovación. Esto lleva a considerar que el emprendedurismo puede resultar también en un obstáculo para resolver estructuralmente el problema del desempleo. Un obstáculo porque quienes se ven afectados por el desempleo y optan por iniciativas emprendedoras, cada uno por su cuenta, terminan envueltos, sin quererlo ni buscarlo, en una competencia y rivalidad por las pocas oportunidades que ofrece la organización y el funcionamiento nacional de la economía.

Además, soñando con ser emprendedores autónomos, tener horarios flexibles y expandir su negocio, quienes optan por esta vía terminan, poco a poco, considerándola como la vía para generar ingresos en una economía que da pocas oportunidades para obtenerlos mediante un empleo. Si lo logran, se sentirán personas exitosas y pueden terminar viendo como perezosos a quienes sufren el desempleo. En tales condiciones, será difícil fomentar la solidaridad entre los desempleados, quienes más bien debieran buscar juntos soluciones estructurales para que, utópicamente, nadie tenga que soportar el peso y las consecuencias de no tener trabajo.

Desde ese punto de vista, no resulta descabellado afirmar que quienes optan por el emprendedurismo pueden terminar convirtiéndose en obstáculo para la solidaridad generacional e intergeneracional en la solución estructural del desempleo, al que parecieran estar condenadas las generaciones más jóvenes. Si aquellos tienen éxito, lo más probable es que se olviden del problema del desempleo y no tengan interés en participar en acciones solidarias contra este.

Que el emprendedurismo se convierta en una salida, una trampa y en un obstáculo generacional frente al desempleo no debiera llevar al rechazo del mismo. Los emprendedores son necesarios para el desarrollo de las sociedades, para alcanzar niveles mayores de bienestar para sus miembros. Nuevos conocimientos y nuevas tecnologías pueden ser producto de iniciativas emprendedoras. El problema radica en el carácter alternativo que se otorga a la búsqueda de soluciones estructurales a problemas sociales. Cuando en lugar de emprender intergeneracionalmente soluciones al desempleo, las iniciativas emprendedoras solventan sus potenciales efectos sobre los individuos, estos se sienten satisfechos y pierden interés en buscar soluciones a un problema común. El éxito personal en estas condiciones permite que el desempleo se reproduzca como problema estructural. Y en la medida en que los principales afectados pertenecen a una misma generación, la de los más jóvenes, en esa medida se trata de un asunto generacional.

* Álvaro Artiga González, docente del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas.

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