En la lucha contra sociedades fracasadas

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Un viejo amigo solía repetir que el gran problema de las universidades era crear profesionales brillantes para sociedades fracasadas. Y por eso mismo insistía en la necesidad de que las universidades incidieran en la realidad política y social de cada país. Pero no es la universidad el único ni el principal instrumento en la lucha contra sociedades fracasadas. Es nuestra gente sencilla y humilde la que con frecuencia nos da los mejores ejemplos de esa tarea tan indispensable. Una vez más celebré la Semana Santa en la parroquia San Luis Gonzaga, que comprende barrios como La Ponderosa, la Chiltú, Valle del Sol y los Tikales. Algunos dicen que estos barrios son “calientes”, peligrosos, lugares de fracaso. A quienes viven en colonias como Santa Elena les horrorizaría vivir allí. Sin embargo, el Sábado Santo más de mil personas se concentraron en torno al templo parroquial para celebrar durante cuatro horas la resurrección del Señor Jesús: un grupo muy numeroso de jóvenes (excelentes cantores), miembros de comunidades de base, gente buena que trata de salir adelante y construir comunidades más fraternas y humanas. En definitiva, verdaderos tejedores de redes sociales positivas desde la fe y la generosidad.

¿Se puede decir que los barrios mencionados sean, en su propia dimensión, sociedades fracasadas? La respuesta es no. Tienen problemas, nadie lo niega. Pero vive en ellos gente espléndida y generosa, que se congrega sin miedo y que elabora un tejido social que ya quisieran otros sectores. Es en las colonias protegidas con alambre razor y seguridad privada donde se cree que solo se sale de sociedades fracasadas creando burbujas de bienestar en medio de la desigualdad, la injusticia y la violencia. Los que trabajan en la base y dentro de los problemas son los únicos que pueden hacer que sociedades fracasadas salgan de su situación y se encaminen hacia un desarrollo humano con valores sociales positivos y fraternos. Los que se aíslan y cultivan exclusivamente su beneficio privado mantienen a las sociedades fracasadas como tales. Creen que la mano dura arregla los problemas, que la sociedad se compone con leyes —muchas veces hechas en beneficio de quienes tienen más— y que el liderazgo de los poderosos es el único que garantiza éxitos sociales.

Aunque en algunos aspectos tenga avances positivos, la sociedad salvadoreña continúa siendo, en diversos sentidos, una sociedad fracasada. Un índice de homicidios superior a diez muertes por cada cien mil habitantes es síntoma de una sociedad fracasada en el campo de la seguridad. Superar esa misma mortalidad en accidentes de tráfico significa un fracaso en la capacidad social de regulación, organización, y prevención. El alto número de violaciones y abusos contra menores muestra una sociedad fracasada en la defensa de la dignidad de la mujer. La lucha por superar el estatus de sociedad fracasada no puede ser individual, y por ello mencionaba el problema de las universidades cuando solo se preocupan de sacar al mercado buenos profesionales.

Presencia del Estado adecuada y de calidad en todo el territorio es indispensable. Servicios de educación, salud, seguridad y vivienda (con agua y saneamiento incluidos), y apoyo a la creatividad comercial, artística o deportiva constituyen parte indispensable de la presencia estatal que la gente desea. Sin autoritarismos ni abusos, sin manipulaciones políticas, sin mentiras ni promesas incumplidas. Y sin que la desigualdad, la marginación, la ineficiencia o el abuso de autoridad sustituyan al tejido social solidario y a la relación fraterna. Los éxitos del poderoso pueden ser buenos, pero difícilmente se vuelven universales. Es el éxito en crear comunidades fraternas en medio de las dificultades el que da garantías de que podemos superar la condición de sociedades fracasadas. Y en El Salvador, la celebración de la Semana Santa nos ha mostrado comunidades que luchan eficazmente por la superación de la condición de sociedades fracasadas. Escucharlas y aprender de ellas es necesario.


* José María Tojeira, director del Idhuca.

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