El clima de nuestro planeta es inestable por naturaleza. Muestra de ello es que en el pasado ya ha experimentado períodos de severo calentamiento y enfriamiento. Por ejemplo, hace 110 mil años la tierra entró en una era de hielo, mientras que hace 11,500 años la temperatura del planeta se elevó otra vez causando la extinción de los mamíferos gigantes. Hace 400 años la temperatura cayó de manera repentina, durante el período que se denominó "pequeña edad de hielo".
Por su parte, el actual proceso de calentamiento global obedece, por primera vez en la historia del planeta, a las actividades humanas, que están ejerciendo presión sobre el sistema climatológico y han forzado a la temperatura a subir más allá de sus variaciones naturales. Esto es algo que ha venido ocurriendo principalmente desde mediados del siglo XIX, con la Revolución Industrial: el dióxido de carbono (CO2) lanzado hacia la atmósfera está atrapando al calor dentro de la tierra. Las emisiones de carbono de las fábricas y centrales eléctricas, los gases de combustión de nuestros vehículos, la quema y tala de bosques, entre otras actividades humanas, están provocando resultados escalofriantes. De continuar la producción de gases de efecto invernadero al ritmo actual, los niveles de CO2 en la atmósfera podrían elevarse tanto para finales de este siglo que la temperatura podría incrementarse hacia niveles incontrolables.
Así, hoy en día, el ser humano se ha convertido en la principal fuerza que está presionando al calentamiento global. La evidencia señala que estamos cambiando el clima de una manera desastrosa e irremediable; lo demuestran los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). En marzo de este año, miles de científicos se reunieron en Copenhague, Dinamarca, para actualizar la información científica presentada por el IPCC en 2007, y así poder presentar conclusiones revisadas en la cumbre sobre calentamiento global programada para el 7 de diciembre en esa misma ciudad europea. El panorama no es nada alentador, ya que los científicos afirman que las emisiones de gases de efecto invernadero, en lo que va de este siglo, han aumentado mucho más rápido de lo proyectado. Esto implica que la gravedad del problema es mayor de lo previsto y que las temperaturas en el futuro aumentarán más de lo esperado. Al respecto, el profesor Chris Field, uno de los autores del informe publicado en 2007, afirma que el pronóstico de las temperaturas preveía un aumento de entre un 1.1ºC y un 6.4ºC en el próximo siglo, pero que esas proyecciones "subestiman la magnitud del problema".
Ante la proximidad de la cumbre sobre cambio climático, las reservas sobre la factibilidad de alcanzar un acuerdo global para combatir al cambio climático aumentan. Los países aún no logran ponerse de acuerdo, particularmente en lo que respecta a cuánto deben reducirse las emisiones de gases de efecto invernadero y cuánto dinero deben aportar los países desarrollados para ayudar a los países pobres a protegerse del cambio climático. Existen señales muy desalentadoras. Por ejemplo, el plan para comprometerse a reducir emisiones contaminantes hacia el año 2050 se dejó fuera de la declaración final de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), y los líderes mundiales reunidos en Singapur dijeron que no sería posible alcanzar un acuerdo vinculante sobre cambio climático en la conferencia organizada por Naciones Unidas en Copenhague. El primer ministro danés, Lars Loekke Rasmussen, quien será anfitrión de la cumbre, sólo obtuvo un compromiso de los participantes de respaldar un documento con objetivos ambiciosos, pero sin exigir que los países contaminantes reduzcan sus emisiones, objetivo inicial de la conferencia. La resistencia de los países más contaminantes ha sido clave en estos hechos. Por un lado, la resistencia China (que en 2008 se convirtió en el país más contaminante) y, por otro, la incapacidad del Congreso estadounidense de aprobar una legislación energética compatible con los propósitos de Copenhague, según reporta El País.
Sin embargo, una señal positiva es que a finales de octubre pasado los países de la Unión Europea acordaron ofrecer un paquete de ayuda de 74,000 millones de dólares anuales para que los países en desarrollo enfrenten los efectos del cambio climático. Asimismo, la Unión Europea ha manifestado que está dispuesta a reducir sus emisiones de CO2 en un 20% para el año 2020. Por su parte, en julio de este año, los países que integran el Grupo de los 8 (EE. UU., Alemania, Japón, Francia, el Reino Unido, Italia, Canadá y Rusia), reunidos en la cumbre celebrada en L’Aquila, Italia, acordaron limitar el calentamiento global en 2 grados centígrados. El acuerdo implica recortar a la mitad la emisión de gases de efecto invernadero a nivel mundial para el año 2050, en relación a los valores registrados en 1990.
Aun aceptando 2°C como límite, de acuerdo a estudios realizados recientemente, los resultados del cambio climático serán devastadores. Datos recientes indican que el hielo en Groenlandia y la Antártica se está derritiendo más rápido de lo esperado. Las investigaciones también revelan que en este siglo habrá un aumento en el nivel de los mares, con graves implicaciones para regiones costeras, islas y archipiélagos, lo que alterará la geografía mundial. En ciertas zonas de Alaska, Canadá y Siberia el hielo permanente se está derritiendo. Esto tendrá serios efectos, pues debajo hay gas metano que al ser liberado aumentaría el efecto invernadero, disparando la temperatura.
Los científicos también afirman que parte de los daños causados son irreversibles, y aunque se lograra interrumpir totalmente las emisiones de CO2, el aumento en la temperatura, las lluvias y en el nivel del mar no podrán revertirse al menos en mil años. El informe de Oxfam Derecho a sobrevivir prevé que el número de personas afectadas por desastres relacionados con el clima podría aumentar en más del 50% en los próximos seis años, aumentando el promedio anual en más de 375 millones de personas para 2015.
No sólo enfrentaremos una creciente escasez de tierra y agua, sino que además la agricultura mundial sufrirá una mayor inestabilidad de las lluvias y fenómenos climáticos más extremos (inundaciones, tifones y sequías) que podrían conllevar a una reducción sustancial de la producción agrícola. Asimismo, el impacto del calentamiento global sobre la agricultura podría disparar la cifra de personas que sufren hambre. Ya este año el hambre afectó a un sexto de la población mundial (unos 1,020 millones de personas subnutridas, según el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación).
Sin duda, se trata de un problema que afectará de peor manera a los países más pobres, que tienen un menor peso en la responsabilidad de este problema y frente al que se encuentran menos preparados que los países industrializados. Los graves problemas derivados del cambio climático no harán más que mermar sus posibilidades de desarrollo. Si añadimos la presión del crecimiento demográfico, los efectos del cambio climático podrían generar migraciones masivas, a la vez que alimentaría más conflictos.
No prestar atención al asunto es un atentado contra la vida, pues los peores efectos del cambio climático están aún por hacerse sentir. Resulta, por tanto, urgente tomar acciones decididas para frenar el incremento de los gases de efecto invernadero e invertir en la reducción de la vulnerabilidad frente a mayores desastres a través de lucha por erradicar la exclusión.