Las elecciones internas de los partidos políticos salvadoreños para elegir candidatos a diputados y concejales municipales constituyen una buena oportunidad para identificar la existencia, o no, de dos fenómenos que están presentes en las elecciones generales de las democracias más desarrolladas.
En aquellos casos se habla del desafío del populismo y de la creciente aceptación de despolitizar las decisiones políticas. Estos son dos hechos concomitantes al fenómeno del distanciamiento, cada vez mayor, entre la clase política y los ciudadanos que se sienten cada vez menos representados por aquellos, y el desinterés por la política que es cada vez mayor. Por su parte, la clase política está más preocupada por defender sus propios intereses que por atender las demandas ciudadanas.
Si bien las elecciones internas son una actividad exclusiva para los militantes partidistas, la forma en que tienen lugar y los que resulten electos como candidatos podrían contribuir a un distanciamiento entre las dirigencias partidistas y sus militantes, por un lado, y a un mayor distanciamiento entre la clase política salvadoreña y los ciudadanos, por otro lado. Si la calidad democrática de las elecciones internas resulta deficitaria, en la que haya importado más la ratificación de candidaturas previamente elegidas por las dirigencias, será muy probable que la frustración y decepción proliferarán adentro de las líneas partidistas.
Por otro lado, si la competencia interna se basa solamente en el carisma de los contendientes y no en un debate sobre ideas políticas y propuestas de solución a los problemas de la sociedad salvadoreña, se habrá perdido un primer filtro para no dejar pasar candidatos sin propuestas a las elecciones de 2018. ¿Cómo podrían confiar los militantes en unos candidatos electos solo por criterios personales? ¿Y sobre qué otra base pueden tomar su decisión los militantes en el caso de quienes ya ejercen cargos de elección popular y aspiran a renovar su candidatura?
Elecciones internas deficientes en su calidad democrática y candidatos electos sobre la base de la personalidad o de su apariencia, no serían la mejor antesala para las elecciones de 2018. El escenario resultante podría ser el de unos candidatos que, sin haber discutido internamente propuestas políticas, recurran al discurso demagógico durante su campaña y que entre los ciudadanos, por su alejamiento de la clase política, crezca el discurso de la antipolítica. El sueño de que los tecnócratas lo harían mejor.