Hemos regresado al punto al que no debíamos volver

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Proceso
20/01/2022

El pasado 16 de enero se conmemoró el 30 aniversario de los Acuerdos de Paz. Por segundo año consecutivo, el presidente de la República, sus diputados y toda la maquinaria de propaganda oficialista se concentraron en desacreditar los Acuerdos. En términos generales, todo el discurso que el Gobierno ha creado sobre este tema está enfocado en continuar minando la ya resquebrajada imagen de los partidos Arena y FMLN, a quienes responsabiliza de los crímenes ocurridos durante la guerra, y en desmeritar todos los avances en materia democrática logrados a través de los Acuerdos.

Ya se ha dicho en muchos espacios que los Acuerdos no fueron perfectos, sobre todo, porque no contemplaron la resolución de los grandes problemas económicos y sociales que aquejan a la población salvadoreña y tampoco se procuró justicia para las miles de víctimas ocasionadas por la guerra. No obstante, los Acuerdos de Paz permitieron, no solo el cese al fuego, sino también la participación de la oposición política en los procesos electorales del país, la eliminación de los cuerpos represivos de seguridad pública, el acuartelamiento y depuración de la Fuerza Armada, la creación de un nuevo sistema electoral, de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, de la Policía Nacional Civil, etc.

Todo esto permitió, por ejemplo, que la generación de salvadoreños y salvadoreñas nacida después de los Acuerdos de Paz nunca hubiera tenido que temer por criticar al gobierno, por manifestarse en las calles, por mostrar algún tipo de disenso político, por cargar ciertos libros, por escuchar cierto tipo de música o por ser devoto o devota de monseñor Romero, entre otras cosas. En ese sentido,  los logros de los Acuerdos de Paz podían ser considerados como el punto de partida, la base para trabajar en la erradicación de los problemas estructurales del país y para la búsqueda de la justicia.

Sin embargo, casi todos esos avances en materia democrática logrados, en gran medida, por los Acuerdos de Paz se han perdido de manera acelerada. Cada vez con mayor frecuencia se tiene conocimiento de personas que abandonan el país por temor a que la Fiscalía o los tribunales les procesen y encarcelen injustamente. También nuevamente hay presos políticos y hay fuertes indicios de que algunos de ellos son torturados al interior de las cárceles. Las instituciones que ejercían contrapeso al Ejecutivo han sido cooptadas por Bukele y sus aliados y la Policía Nacional Civil (PNC) y el Ejército  son ahora grupos armados al servicio de la coalición gobernante.

En esa línea, la propaganda gubernamental pretende hacer ver a los Acuerdos de Paz como una mera negociación de la que solo se beneficiaron Arena y el FMLN, por lo que es necesario que Bukele y sus aliados tomen el control del Estado para, hoy sí, ponerlo a disposición del “pueblo”. Además, es curioso que se utilice de una manera bastante perversa a las víctimas del conflicto armado como una pieza más de la propaganda anti Acuerdos de Paz, pero, al mismo tiempo, Bukele invisibiliza el rol protagónico que la Fuerza Armada tuvo en los graves hechos de violencia ocurridos durante la guerra civil.

En este contexto, diferentes sectores sociales organizaron una marcha y diferentes actividades para reivindicar los logros de los Acuerdos de Paz. Estas reivindicaciones provenientes de diferentes organizaciones y movimientos sociales son, en sí mismas, algo positivo:  ante la negación gubernamental de los logros de los Acuerdos de Paz, es la ciudadanía quien los toma como una bandera de lucha y de resistencia, como un legado que hay que defender, como una manera de recordar que la muerte de tanta gente nunca fue un vano.

Lamentablemente hemos llegado a una situación a la que no debíamos volver. Durante mucho tiempo quizás dimos por sentado que, después de los Acuerdos, siempre íbamos a tener espacios para el disenso y para el diálogo. Que en adelante, si un gobierno hacía mal su trabajo, se cambiaba en el siguiente período, que se iban a poder consolidar algunos contrapesos e instituciones, que si no estábamos satisfechos con el trabajo de los partidos políticos tal vez, en un futuro, íbamos a poder construir un proyecto que sí estuviera encaminado a abordar los grandes problemas del país y que incluyera a sectores que han estado históricamente marginados. Lastimosamente el daño ya está hecho. Ahora casi toda la institucionalidad surgida con los Acuerdos de Paz está destinada a la persecución política y a la defensa de los intereses del gobierno de turno, de ciertos grupos de la élite económica nacional y de mafias que buscan arrebatarnos cualquier recurso que pueda serles rentable.  Pese a ello, ha quedado demostrado que la memoria prevalecerá y nos marcará nuevamente el camino.

 

* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 74.

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