En un artículo anterior hice referencia a la concurrencia de tres generaciones en esta segunda década del siglo XXI salvadoreño. Sin embargo, esta concurrencia no necesariamente significa que esas generaciones sean contemporáneas. Es más, para que la sociedad salvadoreña salga del atolladero en el que la ha metido la generación de los mayores de sesenta años, quizá sea necesario que la generación de los menores de cuarenta no sea contemporánea de aquella. ¿Cómo puede ser posible esta no contemporaneidad de los concurrentes?
Una noción generalizada del tiempo, y por tanto de la contemporaneidad, es la duración y sucesión de hechos y procesos. Este tiempo suele medirse con el reloj y está relacionado con el movimiento o el cambio. Cuando se habla de generaciones, suele asociárseles a edades y, por tanto, a años. Como diversas generaciones pueden concurrir en un mismo año, por eso se dice de ellas que son contemporáneas. Se trata de una afirmación basada en un criterio cuantitativo: la cantidad de tiempo transcurrida desde algún punto de referencia.
Ahora bien, del tiempo se podría tener una noción más cualitativa, relacionada con el mundo subjetivo, con las vivencias, interpretaciones y explicaciones que se construyen intersubjetivamente hasta convertirse en un mundo. En este sentido es que suele decirse que alguien “está en su mundo”. Este mundo es socialmente construido y es el tiempo de quienes lo comparten. Como dos generaciones pueden tener vivencias, interpretaciones y explicaciones diferentes es que se dice que no son contemporáneas, viven mundos intersubjetivos diferentes.
La generación de “los mayores” vive hoy en el mundo de cuando eran jóvenes. Parte de ese mundo era la Guerra Fría, la lucha entre el capitalismo y el comunismo. Cada vez que se enfrentan los liderazgos políticos de Arena y del FMLN re-viven aquel mundo. Entienden la política en esos términos y, como fueron protagonistas de la guerra civil, viven la política como una continuación de la guerra por otros medios. Aquella generación se hizo predominante socialmente, impuso su mundo a las siguientes generaciones. Estas hicieron del mundo de “los mayores”, su mundo.
Aquella generación que era joven en la década de 1970 se ha hecho “mayor”. Hoy tienen más de sesenta años y su mundo no parece atraer a la generación de los menores de 40 años, especialmente a quienes rondan entre los 20 y 30 años. Esta generación se encuentra, en la década de 2010, ante el siguiente dilema: ¿viven enajenadamente el mundo de los mayores o se atreven a ser auténticos viviendo su propio mundo? Pero para poder vivir su propio mundo y que este sea positivamente diferente al mundo de los mayores, necesitan interpretar y explicar sus vivencias. Necesitan construir su propio mundo y para ello necesitan ideas nuevas. Entiéndaseme bien, no me estoy refiriendo al movimiento Nuevas Ideas, sino a la necesidad que requiere la sociedad salvadoreña de imaginar, pensar y proponer unas relaciones sociales de nuevo tipo. Nuevas formas de relacionarnos que hagan posible una nueva sociedad. Unas ideas nuevas que sean promovidas por un nuevo sujeto histórico en el que, muy probablemente, un núcleo clave estará constituido por la generación de “los menores”.
* Álvaro Artiga González, docente del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas