"Con la salud no se juega", nos decían nuestras madres cuando como adolescentes nos arriesgábamos al frío, al exceso o a cualquier exageración juvenil. Pero los diputados parecen olvidar fácilmente los consejos de la sabiduría popular. Y eso que ya no son adolescentes para poder justificar sus desaciertos con la inmadurez de esos años locos. La negativa de Arena a aprobar un préstamo importante para salud, porque lo quieren condicionar a sus propios intereses, nos da la oportunidad de reflexionar una vez más sobre las irresponsabilidades legislativas y sobre ese modo de obrar, tan característico en los diputados, en el que la búsqueda del bien particular se pone siempre por encima del bien común.
El jueves pasado se suponía que se aprobaría el préstamo. La Ministra había negociado con Arena algunos detalles del préstamo y todo parecía indicar que el diálogo, el mejor instrumento de una política decente, nos ofrecería una salida a ciertos problemas de salud. Pero en la plenaria legislativa las cosas se torcieron. El diputado Enrique Valdés mentía una vez más diciendo que Arena no votaba en favor del préstamo porque el FMLN no había conseguido un certificado del banco prestatario garantizando que se aceptaban los cambios que Arena había propuesto para la utilización del crédito. La autorización del banco allí estaba, pero Valdés no sabía si podía decir la verdad. Y en esos casos, según el criterio de estos políticos que confunden el éxito profesional con el servilismo al propio partido, lo mejor es mentir. Mentir a la ciudadanía que le dio el voto, porque su fidelidad no es con ella, sino con el partido que le posibilita ganar un jugoso salario nombrándolo a dedo para el cargo.
Al final, se supo la verdadera razón: Norman Quijano había solicitado a Arena que no aprobara el préstamo de 80 millones para salud mientras el Gobierno no le soltara los 7 millones conseguidos en otro crédito para proyectos de la alcaldía capitalina. Otro genio de la política, el alcalde piensa que se puede jugar con la salud de los pobres cuando eso le beneficie a él. Sin duda, algunos lo defenderán diciendo que Quijano quiere ayudar a otros pobres. Pero el modo de ayudar a los pobres no es jugando con los derechos de otros empobrecidos, sino denunciando a quienes no quieren cumplir con sus obligaciones. El servicio a los pobres no debe ser nunca objeto de negociación. Arena también se atrasaba a la hora de cumplir con sus obligaciones, incluso contractuales, cuando estaba en el poder. Y lo correcto no es chantajear, sino en todo caso exigir que se cumpla lo que esté establecido en créditos otorgados o en contratos realizados. El pago de algunas de las PAES en tiempos de Arena tuvo un atraso de prácticamente un año. Pero no por ello tendría derecho nadie a dejar de prestar un servicio a los jóvenes de bachillerato. Con los pobres no se juega, y el alcalde Quijano debería grabarse bien esa idea, independientemente de cualquiera que sea su futuro político.
Ningún partido, ni de izquierdas ni de derechas, tiene derecho a jugar con los pobres. Ningún partido tiene derecho a mentir a los ciudadanos. La salud no solo es un derecho básico de todos, sino que es también en nuestro país una deuda de servicio adecuado con la ciudadanía. Una deuda en ocasiones olvidada y en la que ciertamente, aun reconociendo pasos hacia adelante, nos queda todavía mucho por recorrer. Una deuda en la que todos tenemos compromisos. Un amigo que hizo su servicio social en el hospital Zacamil a través de un acuerdo internacional de intercambio entre estudiantes de medicina comentaba escandalizado que la mayoría de los médicos de ese nosocomio grita a sus pacientes. Y seguramente el trato a los pacientes en sus clínicas privadas o en los hospitales privados es diferente y bastante más adecuado y sonriente. La deuda del servicio adecuado y respetuoso con la dignidad del enfermo pobre es de todos.
Pero los políticos tienen una mayor responsabilidad al respecto. Les pagamos salarios entre todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Y lo hacemos para que sirvan bien a todos, para que busquen siempre el bien común. Últimamente, ellos mismos gustan de llamarse servidores públicos, aunque a veces se nos muestren como beneficiados ventajosos de lo público. Mentir a la ciudadanía que les paga es una inmoralidad. Jugar con los pobres para conseguir fines de partido, e impidiendo que los derechos de los humildes puedan ser respetados, es un crimen, aunque no esté penado por las leyes. Si la aprobación del préstamo para salud urge, y si ya se han hecho los cambios que Arena veía convenientes, no debe retrasarse su aprobación. Un diputado médico no debería mentir ni jugar con la salud de los pobres. Ni tampoco un dentista, que al final es también un profesional de la salud, debería condicionar la salud de muchos a proyectos que, aun siendo buenos, no deben ser obstáculo para que otros proyectos buenos funcionen. Que los intereses políticos primen sobre el derecho a la salud de la gente es ya de por sí vergonzoso. Pero que profesionales de la salud se mezclen en esos procesos turbios es simplemente repugnante.