La emergencia de la mujer

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A algunos les habrá llamado la atención el título de este escrito. Pueden pensar que sería más adecuado “La emergencia y la mujer”. Pero la palabra emergencia tiene distintos significados. Por las circunstancias, el que más nos impresiona ahora es, tomándolo de la Real Academia, “situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata”. Pero también significa surgimiento, “brotar, salir a la superficie”. Y en la actual emergencia ha emergido, salido a la superficie, el indispensable valor de la mujer. En el llamado trabajo reproductivo, tan poco valorado en las sociedades machistas, la mujer se revela como la experta en el cuidado, el ahorro, la compra de lo adecuado para el mantenimiento del hogar, la administración de las necesidades de la casa. En este tiempo de pandemia y de confinamiento hogareño, la mujer ha mostrado, de nuevo, su capacidad de enfrentar crisis y solucionar problemas complicados a la hora de abastecer las necesidades familiares.

Las enfermeras y las cuidadoras de ancianos han desarrollado y continúan desarrollando una labor extraordinaria. Aunque hay más hombres que son médicos que mujeres (otra muestra típica de una sociedad machista), en el campo de la enfermería la mayoría son mujeres. Y en el trato humano a los enfermos, ellas suelen tener mucha más sensibilidad, compasión y capacidad de inspirar sentimientos positivos. Los que por alguna razón hemos estado hospitalizados hemos visto al médico una o dos veces al día, y durante un espacio de tiempo limitado. Con las enfermeras se tiene una relación temporal mucho más amplia e incluso más cordial y humana. En estos meses de pandemia, ellas han estado muy cerca de los enfermos y han dado ejemplo de humanidad y espíritu solidario.

Sin embargo, aun teniendo tanto que agradecer a las mujeres, nuestra sociedad no se comporta con ellas como debiera. En una sociedad machista como la nuestra, les ha tocado a ellas soportar el maltrato, que aumenta siempre con el encerramiento. Si el abuso era ya una plaga en El Salvador, no hay garantías de que la situación haya sido mejor durante estos largos días de encierro hogareño, especialmente para las mujeres jóvenes y adolescentes. Solamente en el primer semestre de 2019 hubo 3,138 hechos registrados oficialmente de violencia contra la mujer, con el agravante de que el 67% de estos delitos fueron cometidos contra menores de edad. Si además tenemos en cuenta que normalmente nunca se denuncia más del 20% de los delitos de este tipo, la cantidad de abusos puede llegar a cifras escalofriantes. Con un sistema judicial semiparalizado y con una Policía ocupada en tareas más vinculadas a la pandemia, la mujer ha estado desprotegida.

El covid-19 sin duda pasará. Pero en el trato de la mujer no podemos volver a lo mismo. De un modo callado, han sido ellas las que con su trabajo nos han hecho soportables estos días tensos y pesados de encerramiento. Desarrollar una política de la mujer inclusiva y tendiente a la paridad es indispensable para el buen funcionamiento de El Salvador. En todas las dependencias estatales, al menos un 30% de los puestos deberían estar ocupados por mujeres. En el mundo de la empresa, del pensamiento y de las profesiones, y sobre todo en el campo de la dirección de las asociaciones y cargos de estos sectores, debe impulsarse una política semejante. Decir que no están preparadas es absolutamente falso. Con frecuencia, en las universidades tienen un mejor rendimiento que los hombres. Pero después, profesionalmente, tienden a tener menos ascensos. La experiencia de la pandemia nos pide a gritos cambiar una estructura política machista a fin de corregir y sancionar todo tipo de abuso, y dar real paridad a las mujeres en todas las responsabilidades sociales, culturales y económicas del país.


* José María Tojeira, director del Idhuca.

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Ana568286747
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