Los sujetos del derecho a la información son tanto los individuos como los grupos sociales; es este un derecho no sólo de los profesionales de la información, sino también de la ciudadanía. Entenderlo como un bien social es fundamental a la hora de buscar un equilibrio entre el papel exageradamente protagónico de quienes trabajan en los medios (o los poseen) y la opinión ciudadana, la cual si bien no está vetada, su presencia en la conciencia colectiva sigue siendo insuficiente.
Francisco Andrés Escobar, amigo y académico de grata recordación, haciéndose eco de la voz ciudadana se preguntaba: "¿Cuándo vamos a oír a los hombres y mujeres cotidianos hablar largo y tendido, y con buen conocimiento de causa, sobre los problemas de seguridad, salud, vivienda, educación, recreación, etc. que a diario viven en los diferentes lugares del país? ¿Cuándo vamos a oír a médicos, psicólogos, psiquiatras, sacerdotes, pastores, artistas, sociólogos, intelectuales, antropólogos, pedagogos, trabajadores sociales, odontólogos y tantos otros especialistas de la realidad abordar desde sus saberes los problemas del país? ¿Cuándo vamos a salir de una aberración tamaña como creer que la legión política es la única llamada a hablar de todo y por todos?". Francisco Andrés respondía que, tal como ahora funcionan los medios, "parece que nunca".
Y, en efecto, hay una buena cantidad de medios de comunicación que se han convertido en instrumento ideológico de quienes tienen poder, o en una instancia dominada por intereses empresariales que merman la naturaleza social del medio. Cuando esto ocurre, los medios se dedican más a entretener que a informar, a "seducir" que a comunicar, a trivializar la realidad que a profundizar en ella, a ideologizar que a formar conciencia colectiva. En el ámbito específico de la información, se termina sustituyendo el afán de verdad por el afán de ganancias, la pluralidad de opiniones y de fuentes informativas por los intereses de partido, la función social por el servilismo ideológico o político.
Para revertir tal realidad, hay que hacer prevalecer la empresa como medio y no el medio como empresa. La comunicación y la información no pueden ni deben reducirse a una mercancía que se produce y se vende. Hay que evitar que los criterios del mercado se impongan a los criterios éticos o que éstos se vean postergados por la lógica empresarial.
En virtud de la función pública que les es intrínseca, se espera que los medios de comunicación sean libres, responsables y honrados con la realidad. Que comprendan la comunicación como un servicio que responde a la necesidad que tiene la población de informar, informarse y ser informada, así como a la necesidad de acceder a los medios para su propia expresión. Eso implica también saber responder a las exigencias del público de mejorar la calidad de lo que se ofrece en los medios.