La realidad no se ha doblegado a la victimización que Casa Presidencial hace de sí misma. Para el mandatario, el incremento de contagios y muertes, y la paralización de la apertura son responsabilidad exclusiva de “la oposición”. Sin embargo, la terquedad de la realidad lo ha forzado a echar mano de recursos mediáticos cada vez menos sofisticados para ocultarla. Pese a que la devastación de la pandemia cuestiona la eficacia de la larga cuarentena y pese a no existir razón epidemiológica, Casa Presidencial insiste en más encierro. Inconsistentemente, unos voceros piden dos semanas, otros un mes. La ineficacia de esa postura y la falta de liderazgo del presidente han hecho que algunas alcaldías tomen la iniciativa para combatir un mal fundamentalmente local. Los alcaldes intentan combinar su liderazgo, la información comunitaria y el rastreo de contagios.
La estadística epidemiológica oficial, un instrumento básico para combatir las epidemias, no es fiable. Los expertos señalan que registra contagios y muertes a la baja. El Ministerio de Salud habla de dos mil pruebas diarias, sin especificar dónde ni a quién, y no ha utilizado los instrumentos informáticos a su disposición. El colapso de la red de hospitales públicos, de los centros de salud y las morgues confirma la devastación. Diversas municipalidades hablan de más inhumaciones que las registradas por la estadística presidencial. Hasta el 22 de junio, los expertos calculan más de 700 muertes, es decir, una diferencia notable. Poco más de un tercio de ellas de personal sanitario. Una tasa demasiado elevada, que indica falta de equipo de bioseguridad o una estadística errada. El Asilo Sara y las dependencias del ISNA han sido víctimas de la ineficiencia del celo centralizador de Casa Presidencial.
El nuevo Hospital El Salvador fue saludado como solución ideal para aliviar la carga de la red hospitalaria; la “reserva” del sistema, según la comisionada presidencial. Dos semanas después de la inauguración, a duras penas opera por falta de personal. Solo admite pacientes leves y moderados. El Gobierno esperó hasta la inauguración para contratar un personal especializado escaso. Apremiado, ahora lo busca en el extranjero. El hospital tampoco cuenta con centro de esterilización, planta de tratamiento de aguas servidas, lavandería y morgue. Mientras tanto, los pacientes aguardan, en pasillos y áreas de recepción, incluso en aparcamientos, en sillas o tirados en el suelo sobre colchonetas, conectados a tanques de oxígeno, a que se libere una cama en algún nosocomio. Las otras patologías han sido desatendidas. Y el personal sanitario, saludado como “héroe” por Casa Presidencial, está reducido por las bajas causadas por el virus, sufre cansancio físico y emocional, y no dispone del equipo y material indispensable.
Las imágenes difundidas son tan elocuentes que la propaganda presidencial optó por divulgar fotografías editadas con salas de espera vacías. Asimismo, rebajó las expectativas que ella misma alimentó sobre el nuevo hospital. El Ministro de Salud huye hacia delante y sueña con lo que será, mientras deja entrever que el hospital no está habilitado. La comisionada presidencial agrega que los pacientes no son trasladados para evitar los riesgos del desplazamiento.
Casa Presidencial asume que el encierro contiene mecánicamente el contagio. Los especialistas advierten que eso no sucederá. El contagio persistirá mientras no haya inmunidad. De ahí que recomienden acompañar la cuarentena con pruebas masivas, modificar la conducta con campaña educativa (distancia social, mascarillas y lavado de manos) y aislamiento focalizado, ahí donde surgen brotes. Esto es precisamente lo que algunas alcaldías se disponen a poner en práctica, mientras Casa Presidencial, contrariada, lo descarta. Probablemente, porque desvía la atención del presidente Bukele a los gobiernos locales.
Los Gobiernos de Arena y del FMLN se desentendieron de la salud pública y de otras áreas sociales. El neoliberalismo declaró superfluo el gasto social e impuso severos recortes para evadir aumentar la carga fiscal de los más ricos. El Gobierno de Bukele no fue diferente hasta que llegó el virus. Entonces prestó atención a la salud pública. Al comienzo, el presidente actuó rápida y audazmente. Luego, al no disponer de un plan nacional de salud, improvisó. Lo anunció en septiembre del año pasado, pero en vísperas de la pandemia, el plan aún no estaba listo. La presentación fue otro acto mediático.
Algunas actuaciones de su Gobierno han sido acertadas, pero no se puede decir lo mismo de lo hecho frente a la pandemia, el desafío más grande que ha enfrentado hasta ahora. El presidente ha ido de una improvisación a otra, sin dirección, en el intento de preservar su popularidad. Sin embargo, la realidad amenaza con hacer naufragar su proyecto electoral. Tal vez por eso ya se ha puesto abiertamente en pie de guerra.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.