"Maternidad en la niñez: afrontar el desafío de un embarazo adolescente" es el tema que aborda el Estado de la Población Mundial 2013, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas. Los datos son preocupantes: cada día, 20 mil adolescentes dan a luz en los países en vías de desarrollo y cerca de 200 niñas mueren como consecuencia de un embarazo temprano. En el mundo, cerca de 70 mil adolescentes mueren cada año por causas relacionadas con la gestación y el nacimiento. En América Latina y el Caribe, la primera causa de muerte para las mujeres entre los 15 y 19 años está vinculada con el embarazo. Además, se cree que el número anual de abortos inseguros entre las adolescentes de 15 a 19 años del subcontinente alcanza la cifra de 670 mil.
Tras estos datos hay historias de personas reales, con tristezas, angustias y frustraciones. Por ejemplo, la de Maricela, salvadoreña de 18 años: "Me fui a vivir con mi pareja a los 14 años. Mis planes eran tener una relación estable, seguir estudiando y ser profesional en el futuro. Pero quedé embarazada a los 15 años. Al principio, ni siquiera sabía cómo cuidar al bebé recién nacido. Tuve que dejar la escuela". ¿Qué explica la magnitud de estos datos y su impacto en las historias personales? Según el informe, el embarazo adolescente no responde, por lo general, a decisiones de la mujer, sino a la ausencia de oportunidades y a las presiones sociales, culturales y económicas de los contextos en que viven las adolescentes. Muchas comunidades limitan el acceso a la información acerca de los derechos sexuales y reproductivos bajo la falsa creencia de que esta acelera el inicio de las relaciones sexuales, vulnerando así el derecho de los adolescentes a informarse apropiadamente y a aprender a tomar decisiones basadas en el conocimiento.
Pero no solo eso. El informe añade que otra forma de vulnerar derechos se da cuando no se garantiza para las mujeres, desde pequeñas, un fuerte desarrollo de sí mismas como seres humanos, con proyectos de vida realizables, en contextos sociales equitativos y no violentos, donde sus decisiones sean valoradas y aceptadas. Si esto es así, la conclusión es que se debe cambiar la mirada tradicional que culpabiliza a las adolescentes de quedar embarazadas, y que ubica la solución únicamente en su cambio de comportamiento. Para el Fondo de Población, el verdadero reto para Gobiernos, comunidades, familias y escuelas es superar la pobreza, buscar la equidad de género y dar acceso a servicios y oportunidades a niñas y adolescentes.
Algunos de los pasos que propone para superar este reto son los siguientes: visibilizar a las niñas de entre 10 y 14 años (para crear políticas públicas de protección eficientes); desarrollar estrategias multidimensionales (que analicen de manera integral las causas del embarazo); proteger los derechos humanos de las niñas y adolescentes (especialmente sus derechos a la educación y la salud); involucrar en la solución a los hombres y a los niños (fomentando el conocimiento crítico sobre las prácticas de discriminación, violencia e inequidad); y expandir los servicios y la información sobre educación sexual (que proteja no solo de los embarazos, sino también de las enfermedades de transmisión sexual).
Por tanto, la búsqueda de justicia social, el desarrollo equitativo y la ampliación de los medios de acción de las niñas son el verdadero camino para reducir los embarazos en adolescentes. Este nuevo enfoque insiste, pues, en la necesidad de transformar las circunstancias, condiciones, normas, valores y fuerzas estructurales que, por un lado, perpetúan los embarazos adolescentes y, por otro, aíslan y marginan a las niñas embarazadas. El cambio implicará que las niñas no solo tengan acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, sino, sobre todo, que deban ser liberadas de la pobreza y de las presiones económicas y sociales, que en muchos casos se traducen en embarazos. Por consiguiente, la verdadera medida del éxito o fracaso de los Gobiernos, organismos de desarrollo, sociedad civil y comunidades está en si se logra satisfacer las necesidades de este grupo invisibilizado y desatendido.
Ahora bien, reconocida la raíz social del problema, no hay que dejar de señalar la responsabilidad familiar. El informe enfatiza que los padres tienen un papel central, directo e indirecto, para determinar el futuro de sus hijas adolescentes. Como modelos de papeles asignados, los padres tienen el poder de reforzar y perpetuar la desigualdad de género o bien inculcar la idea de que los niños y las niñas deben gozar de los mismos derechos y oportunidades en la vida. Pueden impartir información sobre sexualidad y prevención del embarazo, o bien pueden retenerla. Pueden valorar la educación de sus hijas e hijos, o bien pueden inculcar a las niñas la creencia de que su único destino es el matrimonio y la maternidad. Pueden ayudar a las niñas a desarrollar sus habilidades prácticas y fomentar que sean autónomas o bien pueden sucumbir ante las presiones económicas y de la comunidad, y forzarlas al matrimonio y a una vida de dependencia. Hacer visible esta realidad, y asumir sus retos de forma realista y comprometida, es el camino que se plantea en este nuevo informe sobre la maternidad en la niñez.