En las primeras ocasiones de una experiencia se vale cometer errores. Estos pueden ser incluso necesarios para un aprendizaje significativo y para mejorar el desempeño en nuevas experiencias. La realización de elecciones internas en los partidos políticos bien podría haber sido uno de esos casos de aprendizaje y mejora. Pero a juzgar por la forma en que los partidos salvadoreños las han estado realizando para escoger a sus candidatos a diputados y concejos municipales, la conclusión bien puede ser otra. Más que de errores de aprendizaje habría que hablar de pérdida de una oportunidad para enrumbar a los partidos por el sendero de la democracia interna.
En el caso del FMLN el diagnóstico resulta patético. La militancia no tuvo oportunidad de elegir a sus candidatos para diputados. Por lo que se ha conocido públicamente, los candidatos fueron acordados por consenso en las instancias respectivas de la dirección del partido. A los militantes se les presentó en cada departamento una lista en la que no podían elegir porque el número de precandidatos coincidía con el número de candidatos que competirán en las elecciones de 2018. Lo único que podían hacer era expresar su preferencia respecto del orden en que serán propuestos por el partido en su planilla de candidatos. La fórmula “mágica” fue 84 precandidatos para 84 candidatos. Ninguna persona honesta y correcta puede llamar a eso elección. Lo menos de lo que se trata es de una imposición.
En el lado de Arena aunque hay más precandidatos que candidatos a diputados, las cosas tampoco están siendo bien hechas y también se está perdiendo una oportunidad para enrumbar al partido por formas democráticas para resolver los asuntos de su vida interna. Las candidaturas únicas para la silla edilicia en Antiguo Cuscatlán, Santa Ana y San Salvador parecieran buscar proteger las carreras políticas de Milagro Navas, Carmen Elena Calderón Sol y Ernesto Muyshondt. Allí no hay competencia. Y la renuncia a su precandidatura por parte de Johny Wright y Juan Valiente también induce a pensar que la dirección del partido no está dispuesta a resolver las diferencias internas por métodos democráticos. ¿Por qué no dejar que fuesen los militantes los que decidieran la candidatura de las fórmulas de Wright y Valiente?
En los otros partidos tampoco hay señales claras de que las elecciones internas hayan sido aprovechadas como una oportunidad para democratizar su vida interna. Aunque se trata de partidos relevantes para la formación de mayorías legislativas, sus procesos de selección de candidatos no han estado en la agenda mediática como los de Arena y FMLN. Así las cosas vamos perdiendo oportunidades y los partidos políticos, lejos de verse fortalecidos, arrastran al sistema político a una mayor erosión de su legitimidad.