Muchos factores se conjugan para que una persona decida participar o no con su voto en un evento electoral. Uno de ellos es la confianza o la imagen que los partidos en contienda representan. Otro, no menos importante, está dado por el (o la) candidato (a) al cargo público. La próxima elección de alcaldes coloca buena parte de la atención en la elección del gobierno municipal de San Salvador. Las ciudades capitales, debido a su importancia económica y política siempre son consideradas como “la joya de la corona” entre los municipios. La casi inminente candidatura del actual alcalde capitalino Nayib Bukele podría dar luces en torno a uno de esos factores que inclinan a las personas a votar o no. Sus características particulares podrían hacer que las estadísticas tradicionales de participación electoral en San Salvador aumenten en los próximos comicios.
El joven alcalde representa alguien sin ataduras. Desde su triunfo electoral en 2015, ha aumentado sus niveles de popularidad, aceptación y respaldo. Juega con otras reglas, desconocidas para la mayoría de “políticos de larga data” que rigen el curso del país. Goza de cualidades que el resto desconoce o no recuerda: carisma, juventud, credibilidad en la población, oratoria, manejo de las plataformas de comunicación actuales y una particular e innovadora manera de hacer las cosas. Se vincula con la izquierda más no con su dirigencia; una decisión política estratégica que le ha permitido captar aceptación en la población que no se siente representada por ninguna de las cúpulas partidarias, pero que ansía gobernantes que, al menos, cumplan sus mandatos.
El actual alcalde tiene la ventaja que cualquier cosa que haga bien resalta. Más aún, si esas obras son pensadas “fuera de la caja”, se realizan sin disturbios, se centran en las zonas más deterioradas y transitadas por la población “de a pie”, y trascienden los tradicionales esfuerzos de ornato, limpieza y ordenamiento. Parte de su apuesta política se sostiene en aspectos que con claridad y precisión estratégica él mismo bautizó como “Gobierno de San Salvador”; una referencia con un profundo y claro significado. Por una parte, comunica que desde el municipio hay ámbitos de gobierno que no requieren de una política nacional, y, por otra, transmite un mensaje de autonomía en cuanto a que su mandato no obedece a lineamientos partidarios estableciendo con ello claridad en torno a su independencia.
Su concepto de “Nuevas ideas” ha logrado concretarse en proyectos innovadores que poco a poco van dando un nuevo rostro y una nueva oferta a la población. Escuelas de fútbol, patrimonio histórico remozado y disponible a la población, esfuerzos culturales, una capital más segura y estéticamente agradable, han sido algunos de sus puntos centrales. De cara a las próximas elecciones, ¿será esto suficiente para su reelección? ¿Será este factor de liderazgo reconocido, incluso en las encuestas de opinión de medios adversos a su gestión, un elemento de incidencia para que la participación aumente? Porque, si es así, estaríamos ante un hecho interesante: el peso de nuevos liderazgos políticos como factor de la participación electoral, que posiblemente signifique un anhelo por no continuar la conducción del país en manos de “líderes políticos” que representan en el imaginario colectivo la polarización, la corrupción y la política basada en el descrédito sucio del oponente. En unos meses, veremos si la participación electoral en San Salvador muestra o no alguna continuidad en relación a los eventos electorales anteriores, y si esta candidatura particular del actual alcalde, pudiera o no tener alguna incidencia en una mayor asistencia a las urnas.