Problemas de siempre

La inseguridad y la economía son problemas de siempre en la sociedad salvadoreña. Ningún Gobierno, ni del PCN, Democracia Cristiana, Arena o FMLN, han podido resolverlos. Todos prometieron trabajo, seguridad, educación y, antes que nada, oportunidades para los salvadoreños. Pero una vez en el poder, ninguno cumplió. Todos prometieron cambios a la población, pero el cambio nunca llegó. Ya en el poder, copiaron recetas que no funcionan e hicieron más de lo mismo. En la práctica, el bienestar común es lo que menos les importó. De ahí el hartazgo de la gente, que más que decepcionada se siente enfadada con los partidos y los políticos, que han demostrado ser incapaces, hipócritas, y, en varios casos, delincuentes de cuello blanco.

Gobierno tras Gobierno, la estrategia de seguridad pública ha tenido como centro la represión del crimen, dejando de lado que la verdadera solución está en la prevención de la violencia. El militarismo, las manos duras, las medidas extraordinarias y las ejecuciones extrajudiciales solo generan más violencia. Parece que a los partidos políticos no les interesa resolver el problema de inseguridad, sino generar más violencia. Y la violencia produce riqueza para ciertos sectores: entre más violento el país, más seguridad privada se contrata, más armas de fuego se venden, más personas emigran y mandan remesas para consumo, las ventas de centros comerciales se incrementan.

Mejorar la economía es otro fracaso estatal. En El Salvador se otorgan incentivos a las grandes empresas que van desde exenciones del pago de impuestos hasta subsidios. Mientras, a la población le aumentan impuestos y le reducen o eliminan subsidios. Al cobrar tributos se persigue con esmero al ciudadano común y se es condescendiente con el empresario evasor de impuestos. Pese a que la mano de obra salvadoreña es de las más baratas en la región centroamericana, ningún Gobierno ha sido capaz de atraer inversión extranjera sólida que coadyuve a la economía del país. En países como el nuestro, la mano de obra barata y las exenciones fiscales no atraen a la inversión extranjera.

A unos cuantos meses de las elecciones presidenciales, las promesas de los candidatos ya se escuchan en medios de comunicación y redes sociales. Con promesas de cambio, los partidos políticos han venido engañando a la población elección tras elección. La actual contienda electoral tiende a ser más de lo mismo. El FMLN no sube en las encuestas porque el Gobierno no cambia su estrategia en seguridad pública y economía. Su candidato, Hugo Martínez, promete en esencia continuar con las mismas medidas que no resuelven nada. El candidato de Arena, Carlos Calleja, no dice cómo combatirá la inseguridad y sus estrategias económicas están dirigidas al círculo empresarial del cual él y su familia forman parte. Para el salvadoreño común, Calleja no presenta propuestas, ni siquiera ideas. El candidato de GANA, Nayib Bukele, se presenta como el salvador de la política salvadoreña. Comunica sus propuestas de mejor manera, enfocadas en vagas estrategias económicas y en prevención de la violencia. Pero poco o nada dice sobre su financiamiento y su metodología de implementación.

La solución a la inseguridad y la economía no llegará si no se comprende que ambos problemas son generados por la inequidad y desigualdad. Más allá del interés electoral, ni Arena, ni el FMLN, ni GANA, ni sus candidatos los están abordando con seriedad. El carrusel típico de los partidos políticos funciona así: cuando uno de ellos o un sector de la sociedad civil propone soluciones más o menos buenas para la población, el partido contrario las sabotea por intereses electorales. Los partidos políticos están acostumbrados a jugar con la esperanza de nuestra gente. El anhelo de un cambio real es lo que inclina al electorado hacia un partido o candidato. Mientras continúen incumpliéndole a la población y dándole tratamiento político-partidista a la inseguridad y a la economía, seguirán matando la esperanza.

* Jorge Barraza, de Dirección de Redes de Información.