La postura antiinmigrante de Trump, suscrita interesadamente por Bukele, es ideología pura y dura. El primero la usa para alimentar los miedos de los estadounidenses y así fortalecer su posición en la Casa Blanca. Al otro le viene de maravilla como justificación de la dictadura. Aquel encarcela inmigrantes a quienes acusa de criminales y terroristas. Bukele a salvadoreños a quienes les endilga indiscriminadamente la misma acusación. Ambos coinciden en la criminalización gratuita y la represión.
Indudable e inevitablemente, en las comunidades de inmigrantes circulan criminales, pero también entre los estadounidenses. El registro policial da testimonio de ello. Cabe señalar que los desquiciados que protagonizan masacres con armamento pesado, comercializado libremente por los poderosos mercaderes de la muerte defendidos por Trump, suelen ser estadounidenses. La acusación que justifica la persecución de los inmigrantes del triángulo norte de Centroamérica no tiene fundamento.
La presencia de inmigrantes en Estados Unidos es, en gran medida, resultado de políticas cortoplacistas y simplistas. En la guerra fría, Estados Unidos se opuso obstinadamente a la reforma del orden establecido para no divorciarse de oligarcas y militares salvadoreños. Cuando la obstinación de estos radicalizó la protesta popular, contribuyó activamente con la represión del ejército y los escuadrones de la muerte. Simultáneamente, también por razones ideológicas, decidió detener el presunto avance del comunismo internacional en Centroamérica, para lo cual financió y participó directamente en el terrorismo de Estado. Mientras tanto, desde la década de 1960, la población comenzó a desplazarse hacia el norte, huyendo de la violencia y en busca de futuro. Desde entonces, la fuga ha sido continúa y cada vez más numerosa.
La otra parte de la responsabilidad es de la oligarquía y los militares salvadoreños que se negaron a introducir reformas socioeconómicas y políticas. Todo ello en nombre de la propiedad privada y la libertad del mercado. Unos principios que han perdido de vista en los tiempos que corren. Concluida la guerra, apostaron por el capitalismo neoliberal, vendido por Washington como la fórmula segura de la prosperidad. En realidad, la desigualdad y la pobreza se aceleraron, así como también la emigración.
El origen y el desarrollo de las pandillas es también obra de Washington y los neoliberales locales. Los fundadores llegaron deportados desde las cárceles de California, mientras los amantes de la libertad capitalista recortaron la presencia del Estado en el territorio nacional. El vacío creado fue llenado gradualmente por las pandillas. Cuando los neoliberales reaccionaron ya era demasiado tarde. No tenían ideas, ni recursos, ni voluntad política para recuperar el territorio abandonado y perdido ni para contener la violencia social.
Una política estadounidense inteligente habría impulsado reformas socioeconómicas para elevar el nivel de vida de las mayorías, habría forzado a la oligarquía a redistribuir el ingreso nacional, habría sacado a los militares de la política, habría sido intolerante con los corruptos y los violadores de los derechos humanos, habría contribuido activamente con la institucionalidad del Estado y habría emprendido la persecución del crimen organizado y del narcotráfico.
En vez de ello, concluida la guerra fría e impuesto el capitalismo neoliberal salvaje, Washington abandonó al país. En consecuencia, el movimiento hacia el norte continuó. No solo emigraron los pobres, sino también los profesionales y los jóvenes. Su ausencia se nota en la escasez de fuerza de trabajo y la destacada presencia de personas mayores. Los emigrantes buscan en el norte lo que aquí les es negado. Y, a pesar de ello, envían remesas que mantienen a flote el dólar y la balanza comercial deficitaria de Bukele. De esa manera, los emigrantes contribuyen con la estabilidad económica, algo muy conveniente para Washington.
La inmensa mayoría de inmigrantes busca trabajo mejor pagado, estabilidad y futuro. Los inmigrantes no desean vivir en la ilegalidad. Si se los permitieran, emigraran de manera regular. La economía estadounidense necesita su trabajo en actividades cruciales. Por eso, cada cierto tiempo Bukele envía trabajadores con permiso temporal. El creciente envejecimiento de los estadounidenses los hace cada vez más necesarios. En 2023, la población hispana es la que más creció demográficamente.
Sin embargo, Trump los persigue para hacer grande otra vez a unos Estados Unidos que pierde población. Su grandeza original es obra de inmigrantes italianos, irlandeses y de otras muchas nacionalidades. La ideología es desmemoriada y ciega.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.