Rasgos de la persona humana íntegra e integral

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En memoria del obispo con los pobres, Pedro Casaldáliga.

Hay preguntas fundamentales a las que, todos y todas, debemos responder en algún momento con honradez humana y cristiana: ¿quiénes somos y para qué estamos aquí?, ¿cómo y para qué nos vinculamos con las demás personas, la naturaleza y Dios?, ¿cómo y a qué dedicamos nuestra vida?, ¿cuáles deben ser las características de una persona que se inspire en el seguimiento a Jesús? Hacemos algunas consideraciones al respecto a partir de las intuiciones de tres “fuentes de autoridad”: Adolfo Nicolás, superior general de los jesuitas entre 2008 y 2016; Pedro Casaldáliga, obispo, profeta y poeta fallecido recientemente; y Leonardo Boff, teólogo de la liberación. También tomamos como punto de referencia el estudio “Liderazgo ignaciano: nuestro modo de proceder”, documento de 2019 de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (Ausjal).

Los rasgos que se plasman en una persona buena, como el obispo Casaldáliga, pueden describirse en diez palabras que comienzan con la letra “C”, siguiendo la formulación que hiciera el padre Nicolás al hablar de las características de la persona humana íntegra e integral. La idea fuerza es que el espíritu humanista, cuando es real y no meramente intencional, incide en el modo de ser, sentir, pensar y actuar de las personas. ¿Cómo sería el rostro del “ser humano nuevo” en el que tanto insistía Casaldáliga? Veamos algunas peculiaridades principales.

Primera “C”: persona compasiva. Este rasgo está vinculado a la capacidad de sentir como propio el gozo y el dolor de los demás; a la capacidad de acompañar in situ; a la constatación de que “el otro”, cualquier otro, especialmente el otro que sufre, es mi hermano y mi hermana. (“Tantos sepulcros por doquier, vacíos de compasión, sellados de amenazas”, P. Casaldáliga.)

Segunda “C”: persona consciente. No basta ser compasiva o compasivo si no somos capaces de darnos cuenta y ser conscientes de los desafíos que presenta la realidad. Es necesario quitarnos las vendas: venda ideológica del conservadurismo o conformismo, venda religiosa que separa la fe de la vida, venda individualista que no mira más allá de los propios intereses. (“Dios, pobre y masacrado, grita al Dios de la vida desde esta colectiva cruz alzada”.)

Tercera “C”: persona comprometida. Cargar con la realidad implica la inserción (encarnación) en el contexto social y ambiental en el que se vive. Será del contacto amistoso con las personas excluidas lo que permita “sentir” la injusticia y la violencia como males colectivos que deben transformarse. (“No voy, va mi palabra. ¿Qué más queréis? Os doy todo lo que yo creo, que es más que lo que soy”.)

Cuarta “C”: persona competente. Sin duda que, para responder a los desafíos actuales, especialmente de los empobrecidos y de la casa común (el planeta), se requiere una gran capacidad intelectual colectiva, un corazón que ve y sabe captar las necesidades de los demás, un gran amor por los excluidos del mundo, a los que se busca servir con eficiencia y eficacia. (“Sabiduría para encender vuestra espera. Para ayudarme a ayudar”.)

Quinta “C”: persona contemplativa en la acción. Eso pasa por la necesidad de hacer de nuestra acción un espacio para aprender, de modo que el proceso de aprendizaje sea siempre continuo. (“Hablemos del tiempo, hermano, antes de que sea ido lo que pudo ser humano. Antes de que sea en vano llorar un día perdido”.)

Sexta “C”: persona creativa. Afirma el teólogo Boff que somos creativos cuando vamos más allá de las fórmulas convencionales e inventamos maneras sorprendentes de expresarnos a nosotros mismos y de pronunciar el mundo; cuando establecemos relaciones nuevas, identificamos potencialidades de la realidad y proponemos innovaciones y alternativas consistentes; cuando damos alas a la imaginación, que sueña con cosas aún no ensayadas, pero sin olvidar la razón que nos pone los pies en la tierra y nos garantiza el sentido de las mediaciones. (“Es tarde, pero es nuestra hora. Es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer futuro”.)

Séptima “C”: persona comunitaria. El espíritu de comunidad supone participación, comunión y celebración. Por eso, según Casaldáliga, la persona comunitaria se co-padece, se co-indigna, co-milita y con-celebra. (“El pueblo es solo un ‘resto’, un resto de esperanza. No lo dejemos solo entre guardias y príncipes. Es hora de sudar con su agonía, es hora de beber el cáliz de los pobres”.)

Octava “C”: persona crítica. La pasión por la verdad lleva a mantener una actitud crítica frente a supuestos valores, leyes y estructuras que se hacen pasar como verdaderas y universales. La persona crítica no se deja engañar ni por las apariencias ni por las promesas; verifica si lo que se dice en el discurso se da o no en la realidad; sabe leer los signos de los tiempos, la coyuntura local y mundial; camina con los pies en el suelo de la realidad, sensible a los principales clamores que brotan en su seno. (“Los caminos trillados son caminos de todos. Nosotros, por lo menos, debemos arriesgar estas veredas donde brota la flor del Tiempo Nuevo”.)

Novena “C”: persona cuidadora. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia ética. Esto supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado generoso y lleno de ternura. Cuidar lo que es débil o está amenazado. Cuidar a la persona, los bienes naturales y valores que humanizan. “Se cuida lo que se ama y se ama lo que se cuida”, nos dice Boff. (“Somos, en última instancia, el Reino que nos es dado y que hacemos cada día y hacia el que, anhelantes, vamos”.)

Décima “C”: persona coherente. Ser lo que se es. Hablar de lo que se cree, creer lo que se predica, vivir lo que se proclama, hasta las últimas consecuencias y en las menudencias diarias. (“Dime como vives un día ordinario, un día cualquiera, y te diré si vale tu sueño del mañana”.)

Pedro Casaldáliga, gracias por tu legado: nos anima, nos guía, nos desafía.


* Carlos Ayala Ramírez, profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuitas de Teología, de la Universidad de Santa Clara, docente jubilado de la UCA y exdirector de Radio YSUCA.

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Joser
16/08/2020
08:43 am
En Fin, los diez rasgos tienen un contenido humanistico, socio-filosofico valiosos, que nos permite identificarnos y ubicarnos como personas e individuos en la sociedad en particular y en el actual y complejo mundo en general. Más nó sumergidos en estados de extasis o exclusiones individualistas sinónimos de complicidad o cobardía si nó, de toma de conciencia personal y colectiva. En este contexto y en el marco de la realidad politico-socio-economica, aportar/trabajar juntos para - citando a Monseñor Romero - darle a este "sufrido pueblo" la justicia social y el poder real que le permita decidir su propio destino. Que con todo el derecho se merece y que los ricos, militares y politicos de turno sin escrúpulos, desde siglos - incluyendo el presente - criminalmente le han estado negando.
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Joser
16/08/2020
07:57 am
Citando: “Dime como vives un día ordinario, un día cualquiera, y te diré si vale tu sueño del mañana” (Decima "C")...“Es tarde, pero es nuestra hora. Es tarde, pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer futuro” (Sexta "C"). Dos expresiones sabias de gran validez. Independientemente de dónde, de quienes somos y de lo que hacemos, estremecen nuestros principios y valores en relacion con el compromiso social. Al mismo tiempo, legitiman y dan reconocimiento a la lucha y defensa de los sectores pobres. A la defensa de todos los olvidados y marginados y "hambrientos" de una democracia realmente participativa.
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