Sin excusas

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Armando Álvarez
13/02/2020

Las acciones del presidente Bukele el pasado domingo 9 de febrero no tienen ninguna justificación, pero más allá de discutir la vergonzosa actuación del mandatario, vale la pena analizar sus excusas y las de alguno de sus seguidores. En primer lugar, se ha argumentado que el presidente estaba presionando para financiar el Plan Control Territorial. Es innegable la disminución de homicidios desde que inició la nuevo administración, pero esto no se traduce en otorgarle un cheque en blanco, especialmente cuando la fase III del Plan contempla la compra de equipo que produce la empresa SeguriTech Integral Security, la misma que pagó el viaje de Osiris Luna que se mantuvo en secreto.

Además, hasta la fecha, no hay un documento que explique detalladamente en qué consiste el Plan, lo que ha llevado a varios analistas de seguridad a poner en duda que la reducción de homicidios se deba exclusivamente a las medidas gubernamentales. Si realmente lo que interesa es financiar la estrategia de seguridad, se debería impulsar una reforma fiscal —tal como señala el olvidado Plan Cuscatlán— que de paso permita un mejor presupuesto para otros ramos importantes, como educación e impulso económico.

En segundo lugar, el presidente ha tratado de justificar sus acciones apelando a que Arena y FMLN son corruptos y negociaron con pandillas. Ambos partidos no tienen justificación de lo que hicieron y por eso recibieron el rechazo en las elecciones presidenciales del año pasado y probablemente seguirán esa tendencia en las legislativas del próximo año. Por supuesto que estos delitos no deben quedar impunes, pero esto se hace exigiendo más democracia, no debilitando la que actualmente tenemos.

La posibilidad de que conozcamos los casos de corrupción y las negociaciones con pandillas se debe en parte a la libertad de prensa y a la separación de poderes que en teoría garantiza la democracia. Bukele parece estar en contra de ambas y acusa de panfletos a los principales periódicos digitales, que fueron los primeros en divulgar estos casos de corrupción y negociación con pandillas. En relación a la separación de poderes, las acciones del domingo han sido alarmantes para nuestra democracia, especialmente por nuestro pasado de regímenes militares autoritarios.

Por otra parte, si el descontento con los partidos y políticos tradicionales excusara al presidente, este no se hubiera hecho acompañar en el Salón Azul del diputado Guillermo Gallegos, quien, además de ser conocido por su falta de transparencia, promueve medidas represivas. Gallegos necesita la inseguridad para seguir siendo diputado, porque tiene muy poco que ofrecer. Elección tras elección utiliza la misma carta, sacando ventaja del dolor y temor de los salvadoreños.

Como tercera excusa, el presidente y sus seguidores han dado a entender que los intereses de Bukele son los mismos que los del pueblo. Es claro que ningún presidente diría lo contrario, por lo que hay que juzgarlo a partir de sus acciones. Aunque sin duda la disminución de homicidios es de interés de la población en su conjunto, el presidente calla y realiza pocas acciones ante otros fenómenos que también afectan a los salvadoreños. Por ejemplo, calla ante el trato inhumano que reciben nuestros migrantes en México y en la frontera con Estados Unidos; no ha promovido la Ley General de Aguas, que cuenta con el apoyo popular; y parece inclinarse por mantener las medidas económicas orientadas a generar ganancias para las grandes empresas, medidas que perpetúan las causas estructurales de la violencia.

Finalmente, el Ejecutivo ha afirmado por vía oficial que era el pueblo el que pedía insurrección y que fue el presidente quien pidió calma. Cualquier persona que haya seguido los sucesos del pasado fin de semana sabrá que esto es un intento desvergonzado de manipular la opinión pública. Es claro que el presidente convocó a la población e incluso necesitó que algunas instituciones del Gobierno obligaran a sus empleados a asistir al evento, haciendo uso de recursos públicos para la movilización de estas personas. Si la insurrección hubiera sido popular, no se logra entender por qué era guiada por Bukele y por qué el Salón Azul de la Asamblea estaba lleno de militares que históricamente han representado en nuestro país el antónimo de los intereses de la población. La “insurrección” no era del pueblo, era del presidente rodeado de militares.

En suma, apoyar al Gobierno de Nayib Bukele no debería de traducirse en un seguimiento a ciegas. Bukele ha logrado con éxito aprovechar el justificado descontento de la población con los partidos tradicionales, pero la realidad no es blanco y negro. Cuestionar al presidente y a sus difusores no implica apoyar a los otros partidos. Debemos empezar a preocuparnos por realmente cambiar el país, no por cambiar cada cinco años al presidente que nos manipula.

* Armando Álvarez, docente del Departamento de Economía.  

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Laura1071962511
15/02/2020
19:42 pm
Realmente, no tiene excusas. Bukele es una fracaso más en la larga lista de presidentes ineptos que ha tenido El Salvador y que seguirá teniendo hasta que el pueblo tenga la sabiduría de elegir y votar no por un partido ni por un payaso que ofrezca "nuevas ideas", sino por un candidato serio que ofrezca soluciones que trasciendan los intereses partidistas y egocéntricos. Desgraciadamente lo que se viene es un pseudo presidente que va a usurpar el poder por muchos años más porque ya sentó en su trono y no se va a ir.
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Arquimedes
13/02/2020
12:32 pm
Nadie puede estar sobre las leyes, aún si tiene el apoyo de la población, tenemos tantos ejemplos que llevaron a la ruina a los paises que gobiernan o gobernaron, caso típico Venezuela
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