Tiempo de diálogo

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El triunfo electoral de Nayib Bukele ha marcado en la historia electoral de El Salvador un antes y un después. Lo dicen todos, y es cierto. Hasta ese momento, las redes sociales parecían tener poca incidencia en la política. En las últimas elecciones, las redes fueron fundamentales en la captación del voto. Los partidos tradicionales continuaban con la visita casa por casa, el saludo de los diputados en las calles y los mítines en los pueblos. Bukele necesitó muy poco de esas actividades. Sus mensajes en Twitter alcanzaban a mucha más gente que la que podían reunir juntos los dos partidos hasta entonces considerados mayoritarios. Después del triunfo, a punta de tuiteo, continuaron los choques con los miembros de los partidos tradicionales, mezclados con los deseos de algunos diputados de llegar a acuerdos. En algunas personas surgió entonces una preocupación legítima: ¿dialogará Nayib Bukele con quienes tienen el poder en la Asamblea? Si no lo hace, ¿qué problemas pueden sobrevenir?

Desde hace tiempo, muchas personas han insistido en la necesidad de dialogar sobre las problemáticas nacionales. No puede pedirse que no tenga problemas graves un país como el nuestro, profundamente endeudado, con problemas de corrupción y violencia, y con un modelo económico que propicia que el fruto del lento crecimiento se concentre más en quienes ya tienen mucho, por no decir demasiado. Dialogar sobre el país, buscar soluciones consensuadas que contribuyan a una mayor justicia social y a una mayor inversión pública en la gente, resulta no solo necesario, sino también urgente. Y esto no se consigue sin estudio y sin crítica.

Las redes sociales son hoy fundamentales para ganar elecciones, pero ¿sirven para gobernar? La experticia como tuitero puede ser superada fácilmente por otro o por otros. El desgaste del poder no se corrige a puros tuits. Y tampoco es el ideal que gane siempre las elecciones el que sea más hábil para manejar las redes. Porque en estas abunda un lenguaje simple, generalmente estructurado en visiones opuestas y cerradas, y con una relación muy. Aunque algunos grupos de chat han conseguido mantener debates serios, las redes se mueven más en el campo del espectáculo, de las emociones, de la frase hiriente y de la confrontación. Esto puede pesar positivamente en unas elecciones, pero no mejora esencialmente la calidad de la política, la cual es necesaria para el funcionamiento adecuado de la democracia. Pero, por supuesto, no cualquier política.

A la política salvadoreña le ha sobrado autoritarismo y le ha faltado diálogo con un pueblo plagado de necesidades. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo decía hace pocos años que el casi el 32% de la población salvadoreña vivía en pobreza y casi el 48% estaba en la vulnerabilidad económica. Mantener un sistema económico-social que en campos como el educativo, la salud, la vivienda, las pensiones, el servicio de agua o los impuestos perjudica o crea problemas a una buena parte de ese 80% de la población, niega el diálogo. Y la política sin diálogo cansa. Esa es la experiencia de las últimas elecciones con el fracaso de los partidos tradicionales ante una persona sin partido político, pero experta en manejar las redes y aunar en torno a él el descontento social. Para gobernar, Nayib Bukele necesitará muy pronto entablar diálogos con todos los sectores del pueblo salvadoreño. También con los partidos políticos. Un diálogo orientado al bien común, que sin duda debe ser también el bien de las mayorías. Si los partidos existentes no aceptaran dialogar, quedarán pronto reducidos a la mínima expresión.


* José María Tojeira, director del Idhuca.

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