Una mujer ejemplar

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Dicen que a las personas no se les debe presentar como ejemplares sino hasta culminada su existencia o llegadas ya a la edad de retiro. Pero en el caso de María Isabel Rodríguez, cumplidos ya los 90 años, y aún en plena actividad, podemos hacer la excepción. Incansable mujer con múltiples logros vitales, sale en estos días hacia Uruguay para recoger su noveno doctorado honoris causa. De gran solidez intelectual, profundo humanismo personal y clara visión política y profesional, a María Isabel se le reconocerá más en el futuro que en el presente. Pero hoy, quienes la hemos visto actuar, pensar y ejecutar, sabemos que nos encontramos ante una persona con cualidades muy especiales.

María Isabel ha sabido ser mujer en una época en la que incluso varones inteligentes creían que el sexo opuesto no era capaz de ciertas profesiones, entre ellas la medicina. Y no es que simplemente lo pensaran algunos catedráticos de medicina, sino que se lo decían a ella cuando comenzaba sus estudios en la Universidad de El Salvador, desde la autoridad y el prestigio de médicos consagrados. Hacer caso omiso de la prepotencia masculina y demostrar con su lúcida inteligencia lo que había de anticientífico en personas dedicadas a la ciencia no era fácil. Pero esta mujer no solo lo logró, sino que consiguió quedarse en la UES, y con el suficiente prestigio personal como para que unos cuantos años más tarde la nombraran decana de la Facultad de Medicina. Allí comenzó una reforma interna que impulsó a muchos jóvenes estudiantes de medicina a la investigación y la especialización. Entre ellos, al célebre doctor Salvador Moncada, que llegó a ser en Inglaterra director de uno de los más prestigiosos institutos especializados en investigación en la salud y que estuvo muy cerca de ganar el premio Nobel de Medicina en 1998. "He llegado a donde he llegado gracias a la Dra. María Isabel", dijo directamente este hombre que hizo avanzar la ciencia en el entendimiento de cómo el óxido nítrico incide en los mecanismos reguladores fisiológicos y fisiopatológicos de numerosos órganos y sistemas celulares.

Si como decana impulsó la Facultad de Medicina, a su regreso, después de un muy reconocido trabajo en salud pública en la Organización Panamericana de la Salud, dio nuevo impulso a la institución misma. Al frente de una Universidad de El Salvador llena de ruinas, fruto del odio militar a la inteligencia que tanta muerte produjo entre hombres y mujeres valiosísimos, María Isabel se las ingenió para reconstruir la UES, aprovechando un evento deportivo del que El Salvador quería ser sede. Su trabajo por conseguir aulas mientras se reparaban los edificios y que la UES pudiera continuar con su vida normal, así como sus esfuerzos por mejorar los salarios de los profesores y por aumentar las asignaciones presupuestarias fueron constantes. Y ahora, como Ministra de Salud, ha conseguido ampliar notablemente la cobertura del sistema público, alcanzando zonas que antes de su llegada al Ministerio estaban totalmente excluidas e incluso olvidadas. Reconstruir, ampliar, hacer, toda una constante en la vida de esta mujer.

Personas de este tipo, que liberan su generosidad para dedicarse de lleno al desarrollo del país, se necesitan especialmente en los tiempos actuales. Siendo un ejemplo para todos, lo es también para las mujeres, que hoy se gradúan como universitarias en una proporción ligeramente superior a los hombres, pero que permanecen todavía en una situación en la que hay muchas conquistas por hacer para llegar a la plena e igualitaria participación en la vida pública. El Salvador no alcanzará un futuro de paz y cohesión social si no se multiplican los rasgos de generosidad inteligente que hoy podemos reseñar en los 90 años de existencia de María Isabel Rodríguez. La desigualdad, la marginación de los más pobres, la corrupción en muy diversas esferas de la vida nacional, la debilidad institucional son plagas que solo se resuelven con personas capaces de elaborar proyectos encaminados al bien común y simultáneamente de entregarse generosamente a su ejecución.

Cuando la UCA le entregó su segundo doctorado honoris causa, entre otras motivaciones se dijo la siguiente: "La sabiduría se refleja siempre en la palabra. Incisiva, suave, animadora, reflexiva, sonriente, tolerante, con una ironía no exenta de ternura, María Isabel Rodríguez es también maestra de la palabra. En ella no hay trecho del dicho al hecho. Habla desde la coherencia personal y desde la libertad de las personas de bien. Ilumina, reflexiona e impulsa a la acción. Y se compromete ella la primera. Impresionante servicio en un mundo en el que la palabra es con frecuencia suplantada por sonidos, voces y algarabía publicitaria, más dirigidos a agradar, manipular o incluso embrutecer, que a iluminar y a crear. Unir discurso, pensamiento y acción, palabra y fuerza creativa, es de nuevo un servicio universitario indispensable en un mundo donde la idea se confunde demasiadas veces con el interés particular. Un servicio que con su sencillez y su paz interior nos sigue brindando nuestra Rectora". Hoy, a sus noventa años y en otras lides, podemos continuar diciendo lo mismo.

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Anónimo
11/11/2012
19:43 pm
Mujer incanzable, de verdad que merece respeto y reconicimiento..
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Anónimo
09/11/2012
10:36 am
Felicidades a la Dra. Rodríguez. A estas alturas del tiempo algunos hombres siguen pensando que las mujeres no somos capaces de ciertas profesiones y tratan de perjudicarnos en nuestros puestos de trabajo. Las mujeres necesitamos más confianza en nosotras mismas y aprender a equilibrar el trato con mujeres que también son obstáculo para el desempeño de nuestras capacidades. Que la Dra. Rodríguez sea un ejemplo a seguir!!!!
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Anónimo
09/11/2012
02:49 am
Felicidades Doctora!!!
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