A Marx se le tiene pánico en El Salvador. Por muchas más razones, e igual de deformadas, habría que tenerle miedo a Adam Smith. Porque en nuestra tierra las razones de una supuesta economía liberal han causado más problemas que las de la economía marxista, que ni ha existido ni ha sido aplicada nunca. Algunos dirán que gracias a Dios, y probablemente tengan cierta razón, viendo las barbaridades cometidas en los países del socialismo real a lo largo del siglo XX. Pero en El Salvador los errores reales, los de la economía liberal, son siempre más duros y graves que los errores imaginados, que son los que nos pintan los profetas de desgracias monocolores en algunos medios de comunicación.
Alguien se preguntará a qué viene esto. Y es que en El Salvador es necesario repetir una consigna, sobre todo en las cercanías del uno de mayo, que parafrasea la de Marx: "Trabajadores de El Salvador, únanse". Únanse para luchar pacíficamente contra la dictadura económica de quienes pagan salarios mínimos vergonzosos. Únanse contra el abuso prepotente de señoritos burócratas y millonarios inconscientes que siguen tranquilos frente a la diferencia no solo brutal, sino con claras raíces racistas, entre el salario agropecuario y el de servicios en la ciudad. Únanse contra los grandes empresarios azucareros que, mientras hablan de responsabilidad social corporativa, se benefician de favores y privilegios gubernamentales, y del salario mínimo para los cortadores de caña, que no solo es humillante, sino lesivo para un trabajo tan digno como cualquier otro y que implica peligros graves para la salud. Si los hijos o los nietos de los dueños de los ingenios tuvieran que cortar caña un par de meses como servicio social corporativamente responsable, seguramente sus progenitores pensarían un poco más. Únanse, en definitiva, contra "la economía que mata", como la denuncia el papa Francisco en sus discursos.
En nuestro país no se respeta la dignidad del trabajo ni la del trabajador. Todavía tenemos demasiada gente que se cree superior por tener un trabajo liberal. En las universidades, centros del saber y que deberían serlo del pensamiento crítico y la cultura, se encuentran de vez en cuando a personas que desde sus títulos profesionales maltratan a quienes tienen trabajos de servicio. La prestigiosa ANEP brilló hace poco con un grosero tono antifeminista insistiendo en que las trabajadoras del hogar no pudieran afiliarse al Seguro Social. Todavía peor: hay sindicatos, tal vez solo de nombre, que actúan más como gremios egoístas que como instrumentos reales de solidaridad con el mundo del trabajo. Las noticias de periódicos, incluso durante la administración Funes, nos han dicho en varias ocasiones que al establecerse la cuota del salario mínimo en las negociaciones entre sindicatos, empresa privada y Gobierno, algunos de los sindicalistas representados proponían menores aumentos al salario mínimo que las otras partes representadas.
La consigna de "únanse, trabajadores salvadoreños", sin embargo, aunque asuste a una relativa proporción de nuestros pobres ricos (pobres en cabeza y en corazón, pero ricos en dinero y charlatanería), no es marxista. La referencia a Marx en este artículo simplemente lleva dedicatoria a las mentes estrechas que piensan que nuestra economía liberal es la mejor de las posibles (probablemente, para unos pocos sí). La consigna de unirse es simplemente de dignidad humana. Porque el trabajo humano tiene y tendrá siempre más dignidad que el capital. Por más que algunos grandes medios de comunicación quieran darle en sus páginas mucho más brillo al capital que al trabajo, el trabajo seguirá siendo más digno. Y en el Evangelio, los pobres más dignos que los ricos.
La necesidad de unión frente a esta economía que sigue matando y creando graves divisiones dentro de nuestra sociedad nos corresponde a todos. La muerte y la violencia en El Salvador tienen raíces económicas y sociales, así como una base sólida en el desprecio a la dignidad del trabajo y del trabajador. La clase media salvadoreña solo encontrará salvación si se une a la clase trabajadora y se considera a sí misma como parte del mundo del trabajo. Incluso los ricos, por más seguros que se sientan con sus guardaespaldas y sus residencias alambradas, solo tendrán seguridad y paz cuando respeten la dignidad de los trabajadores. Y no solo la de sus propios trabajadores, sino la de todos en El Salvador. Solo hay un camino: la unión de todos los y las que trabajamos. Unión en favor de la dignificación del trabajo humano. Unión en torno a la justicia social como paso indispensable para la paz y la sana convivencia. Cada 1 de mayo debe ser un paso en esa dirección.