Agudo desinterés electoral

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Editorial UCA
07/02/2018

No son pocas las encuestas que señalan un agudo desinterés ciudadano por las próximas elecciones. En el sondeo de opinión pública realizado por el Iudop en noviembre del año pasado, un poco más de dos tercios de los encuestados afirmaba tener poco o ningún interés en la campaña electoral. La mitad señaló no conocer a los candidatos a alcalde de su municipio y solo un 25% dijo saber quiénes eran los que aspiraban a representarlos en la Asamblea Legislativa. En esa línea, únicamente el 40% mostró algo o mucho interés en ir a votar. Aparte de estos datos, hay más señales: la gran cantidad de DUI vencidos, los bajos niveles de emisión y renovación del documento durante enero, los pocos jóvenes que lo reservaron para ser considerados en el padrón electoral, entre otras. Este desinterés generalizado por las elecciones es todavía mayor entre la juventud, que muestra más desafección política que los adultos.

Los factores que explican este escenario son múltiples y variados. Sin duda, uno de los de más peso es la falta de confianza en los partidos políticos y en la Asamblea Legislativa, a cuyos representantes toca elegir. Es lógico que si no se confía en los que tienen la responsabilidad de representar a la población y se evalúa mal su trabajo, poco interés haya en participar en su elección. Además, el nivel de desconfianza de la población en el proceso electoral es alarmante: casi 8 de cada 10 salvadoreños afirman tener poca o ninguna confianza en el mismo y solamente el 5% dice tener mucha en el Tribunal Supremo Electoral, la instancia responsable de gestionar las elecciones y dar credibilidad a sus resultados. Ahora queda claro que el Tribunal botó al traste en las elecciones de 2015 la confianza que se granjeó por su trabajo en los comicios de 2009 y de 2012.

Este desinterés electoral no es nuevo en El Salvador. Tradicionalmente, las elecciones legislativas y municipales han tenido menores niveles de participación que las presidenciales. Sin embargo, ese desinterés crece elección tras elección. En consecuencia, la participación el 4 de marzo podría ser una de las más bajas de la posguerra. El remedio podría residir en las nuevas generaciones, pero de ese lado el asunto tampoco pinta bien. El 29% del padrón electoral está constituido por jóvenes de entre 18 y 29 años. Pero ellos se sienten cada vez menos representados por los partidos políticos tradicionales, son el grupo etáreo que muestra menos interés en participar en las elecciones. Tampoco esto es gratuito.

A lo largo de las últimas décadas, la política ha estado copada por personas que se han apropiado de los puestos de representación popular para responder fielmente a posiciones tradicionales, ya sea de izquierda o de derecha, y que se han mostrado incapaces de entender y acompañar los problemas, necesidades y demandas juveniles. Por otro lado, los jóvenes son los que más sufren la violencia social, tienen enormes dificultades para insertarse en la vida laboral y no han visto ni gozado de los beneficios que un sistema democrático debería ofrecer. Tampoco pueden optar a cargos de elección popular hasta cumplir los 25 años. Para atraer el voto de los jóvenes, no basta con mostrar algunos rostros nuevos que dicen representarlos; es necesario apostar por ellos, defender sus intereses y responder a sus demandas. Esto no se ve en ninguna de las plataformas legislativas; todo huele a viejo.

A menos de un mes de los comicios y estando ya de lleno en la campaña electoral, que debería servir para despertar interés en acudir a las urnas, nada de lo visto ofrece alguna novedad ni muestra la fuerza necesaria para entusiasmar a una población apática y harta de promesas de cambio que nunca se realizan. En ese contexto, el abstencionismo podría marcar un récord histórico. Ojalá, por el bien de la democracia, nos equivoquemos.

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Anónimo
12/02/2018
06:53 am
A los partidos políticos que participan en las elecciones no les interesa mucho la cantidad de votantes porque ellos tienen una base dura de votantes o simpatizantes con la que siempre cuentan, llueva, truene o relampaguee. El abstencionismo es de los ciudadanos que nunca votan y de los que no saben qué es el sufragio ni para qué sirve. Los jóvenes no muestran interés en votar porque no tienen cultura política y sólo les interesa la jodarria, así de simple. En las elecciones de alcaldes y diputados la gente algo conoce de los candidatos de su respectivo municipio y tal vez se incline por quien sale más en la televisión. Pero para la elección de presidente la cosa cambia. Los ciudadanos de Chirilagua o de San Juan del Gozo no saben absolutamente nada de los candidatos y por eso no salen a votar y así dejan intacta la base dura con la que cuenta el partido. Entonces ¿para qué preocuparse de la masa flotante indecisa? Ellos dejarán que otros voten por ellos, así de...
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Anónimo
08/02/2018
18:37 pm
Mónica Quintanilla, esto se relaciona completamente con el consumo agresivo, vivimos en la modernidad líquida, la democracia es un mercado donde se compra y venden mercancías, el político una mercancía que necesita fetichizarse, ahí y en más cosas se queda corto el artículo
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Anónimo
08/02/2018
11:34 am
Un artículo informativo, que no se equivoca con las posibles predicicones, pues es un hecho que se espera menor participacion ciudadana. En lo que no coincido es que los políticos sean \"incapaces de entender y acompañar los problemas, necesidades y demandas juveniles\", ellos lo saben, perfectamente, pero no son capaces de solucionarlo, por lo que lo ignoran y evaden. En cuanto ha que \"no han visto ni gozado de los beneficios que un sistema democrático debería ofrecer\" en qué momento pasará esto si seguimos eligiendo(forzosamente) a los mismos? En nada se relaciona al consumo agresivo, esto cabrá en otros temas.
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Anónimo
07/02/2018
16:05 pm
Y por último, la ultima frase \"ojalá que por el bien de la democracia nos equivoquemos\" deja entrever la necesidad del artículo de seguirnos aprisionando a la lógica capital-democracia. El capitalismo jamás se sintió tan bien como en la democracia (por un lado individuos \"racionales y libres\" pudiendo elegir libremente en las elecciones y en el mercado, mientras se reafirman intereses privados por la acumulación de más plusvalor y depredación de la dimensión material). Toda negación de la realidad concreta es absorbida y canalizada por los canales que entrega el sistema para poder cambiar algo (elecciones, ser miembro activo de partidos políticos, ser miembro de juventudes políticas, crear movimientos socialdemócratas o postularse pra candidato). Hay falta de amplitud en el artículo, muy corto a mi parecer
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Anónimo
07/02/2018
15:58 pm
El otro grave error de artículo es no dimensionar la crisis de la democracia como metarrelato, al verse en crisis (como penúltimo metarrelato vivo) abre lugar al capitalismo mundializado que abre puertas en los flujos de capital por todo el planeta. Con el penúltimo relato unificador y creador de sentido (la democracia) destruido, el nihilismo se apodera de individuos aislados, manipulados y normalizados, el vacío existencial y el sin sentido se apodera de ellos en sus diferentes facetas (consumidor-trabajador-votante-sexual), Es ahí donde el capital una vez más se reproduce en la falta de un aparato político que preserve la soberanía de las sociedades (la democracia y el fascismo han sido un buen campo de futbol para que jueguen la oferta y demanda). Tiempos cínicos acaecen y pareciera que el artículo no se da cuenta de eso. Ni democracia liberal ni otro metarrelato unificador.
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Anónimo
07/02/2018
15:49 pm
Hay varios problemas en este artículo, el más fundamental gravita en no situar la crisis de la democracia liberal al interior del capitalismo mundializado en donde los votantes-consumidores están volcados hacia el consumo agresivo, el quiebre del lazo social y el comportamiento unidimensional. No se trata de un problema de partidos o candidatos, se trata más bien que los consumidores subsumidos a los aparatos ideológicos de control no ven en el sistema político satisfecho su \"placer líquido\", o es decir, se han dado cuenta que su voto no elige nada (es semejante en el mercado la compra y la elección de lo que se comprar). Los votantes viven en el instante líquido, sin pasado que recordar y sin futuro que prever. El momento ahoga la reflexión crítica y el pensamiento.
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