Para desterrar el odio y la desconfianza

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Editorial UCA
18/11/2024

Hace algunos años, en Estados Unidos, la madre de una joven violada y asesinada pedía para el asesino la conmutación de la pena de muerte por cadena perpetua. Cuestionada sobre por qué favorecía de ese modo a quien le había arrebatado a su hija, ella respondió lo siguiente: “El que la mató creyó que matándola arreglaba el problema de que lo descubrieran y le castigaran por su delito. Yo no quiero que la muerte del que mató a mi hija sea la medicina de mi dolor. Ni tampoco quiero parecerme a los que confían en la muerte como castigo o como encubrimiento”. Este caso no es único. En El Salvador, mucha gente ha perdonado ofensas terribles porque no quiere vivir con odio en su interior. Quieren verdad, quieren reparación, quieren que no se repita la barbarie, pero desean vivir en paz.

Al celebrar la fiesta de los mártires de la UCA y recordar de nuevo tanta masacre y dolor clavados en la historia del país, es necesario y justo recordar también los esfuerzos impulsados por la Universidad para lograr la reconciliación del pueblo salvadoreño. Cuando el P. Ellacuría y sus compañeros luchaban en favor del diálogo y la negociación entre las partes en guerra, trabajaban por la reconciliación del pueblo salvadoreño en la verdad y la justicia. Sacrificaron su vida en ese esfuerzo porque había personas y sectores que preferían la victoria militar, no querían ninguna salida pacífica y humana del conflicto. Mataban por eso. La historia, sin embargo, le dio la razón a las víctimas y a los jesuitas asesinados. La paz llegó y con ella los esfuerzos de reconciliación basados en la verdad, la justicia y la reparación. Pero la soberbia de los poderosos no aceptó la verdad. Y ciertas formas de resentimiento, odio larvado y violencia quedaron en los corazones de muchos.

Al recordar a los mártires, surge de nuevo el deseo de reconciliación con base en la verdad. A lo largo de 35 años, quienes han controlado los poderes del Estado se han negado a esclarecer la verdad, asumir responsabilidades y pedir perdón a las víctimas. El ejército, el sistema judicial, los partidos políticos, los que desde la riqueza y el poder explotaron a los pobres primero y callaron después ante las masacres y los abusos están en deuda. Y es precisamente esa deuda la que mantiene en desconfianza y profundamente separados a amplios sectores de la población. Juan Pablo II insistía en la verdad y la justicia como indispensables para el perdón y la reconciliación. Él sabía que cuando “se siembra la mentira y la falsedad, florecen la sospecha y las divisiones”, y que “la corrupción y la manipulación política o ideológica son esencialmente contrarias a la verdad, atacan los fundamentos mismos de la convivencia civil y socavan las posibilidades de relaciones sociales pacíficas”. 

También decía que “ningún castigo debe ofender la dignidad inalienable de quien ha obrado el mal”; y que “la puerta hacia el arrepentimiento y la rehabilitación debe quedar siempre abierta”. Combinar las exigencias de verdad, justicia y reparación con la necesidad de reconciliación no es fácil, especialmente si perviven el resentimiento y los intentos de instrumentalizar la historia con fines políticos. Ni la impunidad, ni la manipulación de los casos, ni el exceso de justicia punitiva son soluciones. Es tiempo de pensar en una justicia transicional tanto para los crímenes de la guerra civil como para muchos casos del régimen de excepción. De lo contrario, el país continuará preso del resentimiento, la desconfianza y la división.

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Juanpueblo
20/11/2024
12:10 pm
Había que agregar que el que no supo interpretar la coyuntura después de la “ofensiva final” de Enero de 1981 peco de ingenuo. La matanza de los años de 1980-81 había dejado un saldo de 30,000 muertos. Los que vivimos ese período recordaran como los Escuadrones de la Muerte asesinaban a los disidentes o sospechosos tirando sus cuerpos mutilados por las calles de San Salvador. Los mártires jesuitas fueron testigos de esa barbarie que se respiraba en el ambiente. Los jesuitas fueron certeros en señalar que los medios utilizados no eran capaces de resolver el conflicto y de insistir en el uso de ellos la convivencia social y el retorno a una vida civilizada se dilataría por muchos años. Ademas, Lenin advertía que con el termino insurreccional no se jugaba por obvias razones. La historia le dio la razón.
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Juanpueblo
20/11/2024
10:16 am
En ese entonces, Enero-Febrero 1982, un año después de la ofensiva “final” por parte del FMLN, los hombres mas lucidos, entre ellos los mártires jesuitas, concluían que no había posibilidad de terminar el conflicto por la vía armada y el único camino posible era la negociación, anatema para algunos miembros de la comandancia del FMLN y los altos mandos militares. El año 1982 era decisivo para optar entre la vida y la muerte sostenían –con clarividencia– en su editorial de la revista ECA Enero-Febrero 1982, Año XXXVII. Ellos trataron de ser influyentes en las partes beligerantes con su vision de una acuerdo negociado. No obstante el cañon de los fusiles se impuso. El tiempo les daría la razón y el precio que pagaron fue con sus vidas. “…estamos en condición de predecir que, si no se entra por un camino radicalmente distinto del seguido en estos últimos veinticuatro meses, lo que nos espera para 1982 es algo todavía peor”. Dies años pasaron para que se acallaran los fusiles. Profetas.
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