El filósofo griego Protágoras decía que “sobre todas las cosas pueden hacerse dos afirmaciones exactamente contrarias”. Una frase que expresa con fidelidad lo que después se conoció como la Ley de la Contradicción. Entre otras cosas, esta sostiene que en todo sujeto o proceso está intrínseca la contradicción, es decir, en cada persona y dinámica existen la negación y la afirmación de manera simultánea. En el país, vemos contradicciones a diario; la sociedad salvadoreña está repleta de ellas. Las posturas de la gran empresa privada, defendidas con vehemencia y publicadas con puntualidad religiosa, no escapan a la contradicción, ya sea por la situación actual o por el papel histórico de ese sector.
Recientemente, se realizó el foro empresarial “Fuerza en movimiento”, patrocinado por una cadena noticiosa estadounidense y una aerolínea. La conclusión a la que se llegó es que la inseguridad constituye el principal obstáculo para la inversión privada. Sin embargo, los números fríos muestran que los grandes empresarios prefieren invertir afuera, incluso en países con índices de violencia e inseguridad iguales o peores a los domésticos. Hay contradicción, pues, entre el discurso y la acción. De acuerdo a un estudio de Fusades basado en las transacciones internacionales reportadas por el Banco Central de Reserva (excluyendo préstamos internacionales y amortizaciones), durante 2012 salieron del país $3,055 millones y solamente entraron $1,927 millones. Es decir, los empresarios salvadoreños invirtieron más afuera que dentro del país. Y el asunto está en que lo hacen no solo en países que se caracterizan por su seguridad.
El empresario hondureño Daniel Facussé, presidente de la Asociación Hondureña de Maquiladores, confirmó a un medio de comunicación salvadoreño que, después del resultado electoral de marzo de este año, recibió numerosas llamadas de inversionistas salvadoreños y extranjeros que operan en El Salvador, para explorar el traslado de sus fábricas hacia las zonas francas de Honduras. En la misma línea, la Cámara de Comercio e Industria de Tegucigalpa declaró que empresas de El Salvador estarían pensando en invertir en Honduras, porque temían un clima adverso para los negocios con la llegada del Gobierno de izquierda. Honduras ha sido catalogado por Naciones Unidas como el país más violento del mundo, al presentar una tasa de 90.4 homicidios por cada 100,000 habitantes, muy superior a la de El Salvador. Entonces, ¿qué es lo que en definitiva impide que crezca la inversión? ¿Por qué dicen los empresarios que no invierten acá por la inseguridad, pero sí lo hacen en otro país que incluso tiene mayores niveles de violencia? ¿Es de verdad la inseguridad lo que los motiva a invertir en otro país o es la afinidad ideológica?
La gran empresa privada y la asociación de banqueros (aunque sigue llamándose salvadoreña, todos sabemos que ya no es nacional) se han opuesto férreamente a la tímida reforma fiscal impulsada por el Ejecutivo. Pero en el discurso hay también contradicciones. Los empresarios dicen que ya no pueden pagar más impuestos, pero también advierten que al final estos recaerán en el pueblo salvadoreño. Entonces, los impuestos ¿los pagarán los empresarios o los trasladarán a los consumidores? ¿Cuál es la verdad? Que hablen sin presentar pruebas de que los nuevos impuestos tendrán un efecto de cascada solo permite suponer que no están dispuestos a asumir la carga tributaria y la trasladarán a la gente, como siempre lo han hecho. ¿O no es así? Después de todo, como dijo Euclides, “lo que se afirma sin pruebas también puede ser negado sin pruebas".
Por otra parte, la queja recurrente de que la carga tributaria ya es muy pesada se contradice también con el hecho de que los mismos empresarios invierten en países con impuestos mayores. Por ejemplo, el Grupo Agrisal hizo público que invirtió $35 millones en 2013 para construir hoteles Holiday Inn en Panamá, Costa Rica y Honduras, y que para este año planea abrir más hoteles en San Pedro Sula y Tegucigalpa (ciudades más violentas que San Salvador). Anunció además que explora invertir en México, Colombia, Perú y el Caribe. De nuevo, ¿qué es lo que detiene la inversión? ¿Es en realidad el aumento de impuestos nacionales cuando la carga tributaria en Panamá, Colombia y Costa Rica es mayor que la salvadoreña? Decir sin descanso que solo se desea el bien del país es también una contradicción cuando solo se busca el interés propio. Repetir que lo primero es El Salvador cuando se prefiere invertir en otros países y cuando se saca el dinero acumulado hacia paraísos fiscales, también es contradictorio. Pero las contradicciones pueden verse positivamente: si se asumen conscientemente, pueden dar pie al movimiento y la novedad. La gran empresa privada debería tomar nota de ello.