Diálogo siempre

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El diálogo es siempre camino de desarrollo. Y la razón es muy simple: ningún país ha logrado desarrollarse sin tener un proyecto de realización común que estuviera apoyado, mantenido y acuerpado en el largo plazo por la mayoría de sus gentes. Incluso en siglos pasados, y hablando por tanto de regímenes autoritarios, cuanto más respeto y aprecio había por los gobernantes, más fácil era emprender proyectos de realización común que impulsaran tanto la integración como el fortalecimiento de una nación. Hoy, en democracia, el diálogo es todavía más importante. Porque las decisiones que no parten del diálogo crean siempre suficientes tensiones como para impedir que se logre establecer en el país un proyecto de realización común.

El Salvador tiene ahora la oportunidad de avanzar hacia un proyecto de realización común. En efecto, el actual Gobierno ha ampliado los márgenes y los cauces del diálogo. Pero dado que venimos de una tradición y cultura autoritarias, es importante que los esfuerzos gubernamentales se vean potenciados por tendencias, prácticas y estructuras políticas más dialogantes. La tendencia suele con frecuencia ser la contraria. El ejemplo más claro lo tenemos ante las últimas decisiones de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema. En vez de respetar a uno de los poderes hasta hace poco tiempo tan ineficiente, cuando se pone activamente a trabajar tratamos de amenazarlo, cuestionarlo y frenarlo si sus decisiones no nos gustan. La Asamblea, el Gobierno, los comentaristas deberíamos buscar más positivamente nuevas soluciones a aquellas situaciones en las que la Corte nos dice que no somos coherentes con nuestra Constitución, en vez de emperrarnos en cuestionar a la instancia.

Creatividad es lo que nos hace falta. Lo mismo pasa con los concejos municipales. Algo que es evidente no queremos reconocerlo: nuestros concejos municipales son siempre monocolores. El que gana las elecciones, aunque no sea por mayoría del 50% más 1 de los votos, tiene siempre el 100% de los concejales. Somos de los muy pocos países —cuando no el único de América Latina — que funcionan de esa manera, cuando lo lógico es que haya proporcionalidad entre el número de votos y el número de concejales. Pero las razones irreales y caprichosas tienen más fuerza en nuestros políticos que las convicciones democráticas.

En efecto, si ese principio de que quien gana la mayor parte de los votos se lleva todo lo aplicáramos a la Asamblea Legislativa, diríamos inmediatamente que es una barbaridad antidemocrática. Unas elecciones que le dieran todos los diputados al partido que obtuviera la mayoría de los votos serían unas diseñadas para gobernar autoritariamente, dictatorialmente y sin diálogo. Sin embargo, cuando el mismo principio lo aplicamos a los concejos municipales, decimos que el país no está listo para tener participación plural de partidos en los cabildos. El país no está preparado, los concejales se van a pelear, no va a funcionar, sería un desastre... son las formulaciones de escaso contenido intelectual, nula estructura democrática y pésima confianza en sí mismos que hacen nuestros políticos.

Incluso los que están a favor del pluralismo, tal vez por hacer una concesión a los timoratos, hablan de darle el 50% más 1 de los concejales al partido que obtenga más votos, independientemente de que su número de votos no llegue a la mitad más 1. Es un paso adelante, pero bastante insuficiente. El ideal sería que para las próximas elecciones la composición de los consejos fuera simplemente proporcional al número de votos obtenido por los partidos. En definitiva, sea cual sea el método que se elija, la constitución pluralista de los concejos debe llevarse a cabo sin más dilaciones en las elecciones municipales de 2012.

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