Diplomacias

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Editorial UCA
11/12/2019

En política, nada es gratis. Taiwán, también llamado “República de China”, inició en 1971 su lucha para ser reconocido como país independiente de China continental en el seno de las Naciones Unidas. En pos de ese objetivo, forjó una historia de sobornos y actos corruptos a fin de conseguir el respaldo de jefes de Estado alrededor del mundo. En Centroamérica, un amplio abanico de funcionarios y expresidentes (Alfonso Portillo en Guatemala, Miguel Ángel Rodríguez en Costa Rica, Mireya Moscoso en Panamá y Francisco Flores en nuestro país) fueron procesados por recibir o desviar ilícitamente dinero taiwanés. En este sentido, el país asiático basó su diplomacia durante muchos años en el uso de la chequera: el reconocimiento como nación independiente lo compró en efectivo.

Otro tanto ha hecho China en su reclamo de ser una única nación, con Taiwán bajo su dominio. Pero su modalidad ha sido donar o apoyar proyectos de infraestructura. Según fuentes creíbles, desde 1956, ha construido 84 estadios alrededor del mundo, la mayoría en África, Asia, Oceanía y el Caribe. Así, Antigua y Barbuda, Barbados, Dominica, Granada y Santa Lucía pasaron a tener los propios después de desconocer a Taiwán y entablar relaciones diplomáticas con China. Sin duda, el antecedente más cercano es el Estadio Nacional de Costa Rica, construido por China a un costo de 110 millones de dólares luego de que nuestro país vecino rompiera relaciones con Taiwán. De fondo, al eliminar el reconocimiento a Taiwán, China avanza en su afán de consolidarse como superpotencia indiscutida. Y en este contexto hay que leer y entender las recientes ofertas de ayuda china al Estado salvadoreño.

Y de esa lectura nacen preguntas. Dos de las más inmediatas: ¿qué ha prometido el Gobierno salvadoreño a cambio de esas ayudas? y ¿por qué es prioritaria la construcción de un estadio en lugar de nuevos centros escolares u hospitales, tal como se propuso frente al proyecto del nuevo palacio legislativo? Algunos dirán que “a caballo regalado no se le busca lado”. Pero en la diplomacia china el proverbio no aplica, porque no da nada de gratis. Kant distinguió entre lo que tiene precio y lo que tiene dignidad. Según su premisa, la diplomacia salvadoreña siempre ha tenido precio y le ha faltado dignidad.

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