En El Salvador con facilidad se tiende a dejar de lado lo que es importante en el largo plazo, priorizando lo que es secundario si ello implica obtener réditos en el corto plazo. Un ejemplo claro es que de cara al 1 de mayo se esté pensando más en la toma de posesión de la nueva Asamblea Legislativa que en la situación de los trabajadores. Puesto que el desarrollo nacional descansa en la capacidad y calidad laboral de la gente, eso es lo que debería preocupar en el Día Internacional de los Trabajadores. La Asamblea Legislativa no es un fin en sí misma, sino un medio; en cambio, el trabajo decente y de calidad es un fin en sí mismo, porque se traduce en desarrollo personal y social. Los medios pueden ser indispensables para alcanzar los fines, pero si estos no están claros, aquellos fácilmente se corrompen.
En 2019, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hizo un estudio sobre la productividad promedio de los trabajadores en diversos países del mundo. Como sabemos, en la actualidad, la productividad laboral depende en buena medida de la educación, la especialización, la capacidad técnica y el acceso a medios de producción de última generación. Por lo general, a mayor formación, mayor productividad. Pues bien, fuera de lo que se suele asumir, Estados Unidos no es el país con mayor productividad por trabajador, pero el promedio de productividad de sus trabajadores es de 116 mil dólares al año. En contraste, la de un trabajador costarricense anda por los 36 mil dólares al año; la de un guatemalteco, 18 mil 932 dólares; la de un salvadoreño, 18 mil 191; y la de un nicaragüense o de un hondureño, ronda los 10 mil 500 dólares.
Estos datos explican por qué la gente del Triángulo Norte emigra hacia Estados Unidos y los nicaragüenses, hacia Costa Rica. La mayoría de países del istmo no han cuidado ni promovido la calidad del trabajo. Ni el Estado ni la empresa privada han cumplido con su responsabilidad de dotar al trabajador de los medios educativos y técnicos que le permitan ser algo más que mano de obra barata. Costa Rica, gracias a unas reformas muy sencillas tanto en el campo educativo como en la seguridad social, ha logrado en relativamente poco tiempo duplicar la productividad de sus trabajadores con respecto a los de sus vecinos en la región. Aunque el 1 de mayo suele centrarse en El Salvador en el reclamo de mejoras salariales para los trabajadores formales y algunas otras reivindicaciones sociales, rara vez se ha reflexionado seriamente sobre la calidad y productividad del trabajo. Hoy las cosas están peor.
En el país, la pandemia ha golpeado severamente el trabajo, pero por la coyuntura preocupa más una Asamblea Legislativa que se prevé de baja calidad. Perder la oportunidad de reflexionar en el Día Internacional de los Trabajadores sobre la problemática apuntada implicaría desatender una tarea clave para la salud y desarrollo de la nación. Si la sociedad civil no reflexiona sobre el trabajo, mucho menos lo hará una Asamblea más interesada en su triunfo y en cumplir al pie de la letra los deseos presidenciales.