Dos cifras escandalosas

Según el organismo Integridad Financiera Global, con sede en Washington, de El Salvador ha salido hacia paraísos fiscales la suma de 11 mil 200 millones de dólares en los últimos cuarenta años. La cifra se vuelve más escandalosa cuando, al revisar las cantidades para los últimos diez años, nos encontramos con un promedio de 867 millones anuales. Si calculamos que esos dineros son fondos no declarados a Hacienda, y que al ser tan elevados deberían pagar el impuesto máximo del 25% sobre el ingreso, nos encontramos con que El Salvador ha dejado de recibir en impuestos 216 millones de dólares cada año durante el decenio 2001-2010. En total, más 2 mil millones de dólares durante ese período.

La otra cifra escandalosa nos la da el Fondo Monetario Internacional, al recomendarle a El
Salvador una subida de tres puntos al IVA. Esta institución global parece decirnos que ya que los ricos no pagan los impuestos que les corresponden, es necesario que los pobres y las clases medias cubran lo que los millonarios y los políticos corruptos evaden al fisco. Funcionarios del FMI que ganan unos 10 mil dólares mensuales recomiendan sin pena ni conciencia el incremento de impuestos regresivos que dañan especialmente a los pobres de nuestro país, que siguen siendo mayoría.

De ambas cifras se deduce fácilmente el problema de El Salvador. Tenemos, en primer lugar, una clase empresarial dominante que se parece demasiado a cierto tipo de parásitos y que está en la base del subdesarrollo salvadoreño. Que no todos los empresarios son de ese tipo es evidente. Pero que un buen número de los más poderosos pertenece, junto a los políticos corruptos, a esa clase parasitaria, está clarísimo. Porque de no ser así, las cantidades de dinero llevadas al exterior serían mucho menores. Y, en segundo lugar, esta clase parasitaria, por reducida que sea, es la que ha tenido el dominio político en El Salvador. Y es a la que escuchan prioritariamente el Fondo Monetario Internacional y algunas otras de las grandes agencias financiero-económicas mundiales.

Y es que en este afán de enriquecimiento parece no haber diferencias ideológicas sustantivas, aunque sí hay excepciones. China, por poner un ejemplo, aparece en el informe mencionado como el país que más dinero envía a los paraísos fiscales. Pero lo que hagan otros no puede ser justificación para nosotros. Demasiada gente ha muerto, incluido nuestro mártir y santo monseñor Romero, por combatir pacíficamente la idolatría del dinero. No podemos seguir mintiendo ni dejándonos engañar. Cuando en el Enade la ANEP nos cuenta todas las maravillas que la empresa privada hace en El Salvador, no dice ni media palabra de la evasión de impuestos y de la fuga de capitales. Cuando Arena pone de asesor electoral al expresidente Flores, no parece recordar que tras la dolarización de nuestra economía subió exponencialmente la fuga de capitales hacia los paraísos fiscales, con seguridad porque la circulación del dólar facilitó el lavado de dinero y la evasión de impuestos. Y el FMLN, aunque junto al presidente Funes prometió encarcelar a los corruptos, lleva ya cuatro años en el poder sin que se adviertan reformas en profundidad que impidan la fuga de capitales, y mucho menos ha castigado a alguien.

Tomar en serio estos datos, investigar a fondo los mecanismos bancarios que se siguen para estas transferencias, desenmascarar a los evasores y a quienes lavan dinero en El Salvador, no es tarea fácil. Pero es una obligación ética y ciudadana tanto manifestar indignación pública ante los datos expuestos, como exigir una supervisión mucho más estricta de las transferencias bancarias y la renta empresarial. Con ello se avanzaría en la denuncia e investigación de los fraudes en favor de esa pequeña clase parásita que daña al mundo de la empresa y a la mayoría de empresarios honestos.