Por primera vez en más de dos décadas, el número de autocracias supera al número de democracias en el mundo, según muestra el informe 2025 del Instituto V-Dem (Variedades de la Democracia), de Suecia. La autocracia es la forma de gobierno en la que la voluntad de una persona es ley suprema, por encima de todo y de todos. Por eso mismo, por lo general, los autócratas se valoran como muy inteligentes y capaces, y desprecian, basados en su supuesta superioridad, a quienes los rodean. Alfred Adler fue el primer psicólogo que estudio este fenómeno.
Adler afirma que el complejo de superioridad surge como mecanismo de compensación de sentimientos de inferioridad. En algunos casos, el complejo puede deberse también a trastornos de la personalidad, como sucede con los narcisistas, que se ven a sí mismos como portadores de lo mejor, ignorando otras perspectivas y las necesidades ajenas. Las personas con complejo de superioridad, al creer que siempre tienen la razón, mandan con autoridad inapelable, aunque, en contra parte, necesiten constantemente de la aprobación de los demás. Si bien este fenómeno psicológico no es exclusivo de mandatarios, casi siempre lo padecen los que hacen a un lado la ley para gobernar a su antojo. Los autócratas creen que su desempeño como líderes es impecable. Un autócrata no tiene compañeros o iguales, solo súbditos, que deben limitarse a obedecer.
Hoy en día, no pocos líderes autoritarios aspiran a llegar al poder. Por eso, es útil saberlos identificar. Primero, este tipo de personas tienen necesidad de dominio, carecen de empatía y de consideración por los sentimientos de los otros, y son inseguros e intolerantes a la crítica. Reaccionan con virulencia a los señalamientos que cuestionan su actuación y se afanan por los elogios y la aprobación. Casi por norma, una de las primeras acciones de un autócrata es eliminar la oposición. Además, no admiten errores. Se trata de personas egocéntricas que creen que los logros de su administración solo son suyos y que tienden a tener el control de todo y de todos, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Quien cree en la democracia debe temer de los autócratas.