En torno a la PNC

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Editorial UCA
16/12/2019

La semana pasada, el Idhuca presentó el estudio “Condiciones laborales de la Policía Nacional Civil”, que confirma una serie de limitaciones que sin lugar a dudas aumentan el estrés de los miembros de la corporación policial y dificultan su trabajo. Con frecuencia se señalan los defectos de la PNC, pero es necesario entender las causas. Las condiciones laborales son sin duda una de ellas. En la medida en que se mejoren, se posibilitará la creación de nueva cultura policial, más respetuosa con los derechos humanos.

El salario base de la corporación, el que ganan los agentes al iniciar su carrera, es de 424.77 dólares. Cuando ese salario base se instituyó, era el doble que el salario mínimo de aquel entonces; hoy no alcanza ni siquiera un salario mínimo y medio. Además, la diferencia con el sueldo inicial de un subinspector es muy grande. De hecho, el salario base de la corporación equivale a un 40% de lo que gana el grado más bajo del nivel ejecutivo. Ciertamente, hay complementos de alimentación y bonos trimestrales. Pero el salario es siempre la mejor vía de mostrar aprecio a una profesión y para que el profesional valore su trabajo. Más allá de otras prestaciones, regular los aumentos salariales en la PNC en relación al salario mínimo nacional sería mejor que pensar exclusivamente en complementos salariales. Un fórmula que beneficiaría a los agentes de base sería que su salario inicial equivalga siempre al doble del salario mínimo del país.

Que la mitad de los agentes no tengan acceso a chaleco antibalas como parte de su uniforme contrasta con el hecho de que casi el 100% cuenta con pistola. La falta de protección personal y la posesión de armas de fuego invita a la respuesta armada, impulsando una cultura diferente a la que debería imperar. Por otra parte, la mayoría de oficinas y puestos policiales están en edificios alquilados. Las camas y baños, entre otros, son con frecuencia inadecuados. El número de psicólogos y trabajadores sociales no alcanza para las necesidades del cuerpo, sometido a un intenso estrés, especialmente en los niveles básicos. Aunque el apoyo del Ejército se considere importante en las actuales circunstancias de inseguridad, una mayor inversión en la PNC rendiría mejores frutos.

El país necesita ver a los policías como profesionales, tratarlos como tales en todos los aspectos. La mayoría de los agentes de nivel básico (75%, según el estudio) se sienten orgullosos de su trabajo y se identifican con la institución. El dato es positivo. Pero contrasta con las preocupaciones que los agentes externan respecto a las relaciones con los jefes y las dificultades para mantener un adecuado vínculo familiar. El descontento con los procesos de ascenso es otro factor que debe reflexionarse. Lo mismo que el aprovechamiento adecuado de los agentes que han conseguido, mientras trabajan, títulos universitarios. En comparación con los cuerpos policiales de buena parte de Centroamérica, no hay duda de que el salvadoreño es el más profesional. Pero eso no quita que existan insuficiencias y fallos que deben ser analizados y corregidos.

Hasta hace poco ensombrecía a la PNC el hecho de tener en su seno bandas de exterminio y sicariato. Hoy se advierte una mayor responsabilidad al respecto, mostrada con la detención de un amplio grupo involucrado en ese tipo de acciones criminales. Queda todavía mucho por hacer, potenciando, entre otras cosas, el papel de la inspectoría, que estaba casi de adorno en anteriores administraciones. El estudio de las condiciones laborales de la Policía Nacional Civil debe ser tarea permanente. Tarea del Gobierno, de la Asamblea Legislativa, de la propia corporación y de la sociedad civil. Ojalá el estudio del Idhuca se convierta en un estímulo para hacer de la PNC una policía democrática, atenta al ciudadano, respetuosa y firme en la aplicación de la ley.

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