La crisis de la deuda

2
Editorial UCA
02/04/2013

La deuda pública ha venido creciendo, acercándose cada vez más a límites que podrían ocasionar una severa crisis económica y social. Ya en 1998, cuando se debatía un plan de nación en El Salvador, se advertía la tendencia a solucionar con deuda los problemas generados por el bajo crecimiento económico. Desde entonces, a pesar de las advertencias de economistas de diversas corrientes, el aumento de la deuda ha sido sistemático. Lo menos que podemos decir hoy es que estamos en insolvencia respecto a la deuda y que vamos avanzando hacia el peligro de la falta de liquidez. El Fondo Monetario Internacional afirma que la deuda salvadoreña no debe pasar del equivalente al 49% de su producto interno bruto. Sin embargo, tenemos ya, aproximadamente, una que equivale al 55% del PIB. Y la tendencia es a seguir acumulando deuda. ¿Llegaremos a una crisis de falta de dinero con el próximo Gobierno? Sea cual sea el partido que gane, el sufrimiento será para todos si llegamos a esa situación.

El débil crecimiento económico, la baja inversión y la falta de empleo decente, es decir, trabajo con un salario digno, añaden al problema de la deuda suficientes ingredientes como para estar seriamente preocupados por el futuro inmediato. Y si a este contexto más estructural le añadimos estar en medio de una campaña electoral anticipada que durará un año más, la situación se agrava. Esto porque las campañas, normalmente, no reflejan la verdadera situación del país, sino que la ocultan en medio de promesas más interesadas en capitalizar sentimientos y esperanzas populares que se traduzcan en votos que en comunicar los problemas reales de la nación. Y estos se dejan irresponsablemente para después, mientras crecen las tendencias a la división entre las bases de los partidos en liza, y mientras aumentan los problemas y la dificultad para llegar a acuerdos nacionales cada día más necesarios para enfrentar temas de tipo estructural.

En este marco, es indispensable hacer un alto y llamar al diálogo. La vía de la confrontación, de la acusación mutua y de las promesas falsas tiene que ser sustituida por algún tipo de acuerdo nacional en torno al tema de la deuda. Los números no dejan opción a sueños de opio. El país tiene que detener el ritmo ascendente de la deuda y, al mismo tiempo, invertir más en la gente y en su capacidad productiva. Y precisamente porque dar este salto no es fácil, es indispensable el diálogo. No podemos seguir aumentando la deuda indefinidamente ni obligar a que la paguen los más pobres. Si el crecimiento económico puede ser considerado indispensable para revertir el rumbo actual, tenemos también que diseñar acuerdos que lleven a complementarlo con el desarrollo social. Durante las dos décadas previas al inicio de la guerra civil, El Salvador tuvo una etapa de crecimiento económico constante. La lección: el crecimiento económico sin desarrollo social no lleva más que a acentuar la desigualdad y las tensiones.

En algún momento, los candidatos tendrán que abordar el problema de la deuda con realismo, así como la necesidad de invertir en la gente bastante más de lo que hasta ahora se está haciendo. No podemos optar por ser un país que ofrezca mano de obra barata y exporte capital humano para que después lleguen remesas. Ese esquema no nos resuelve el problema de la deuda. Además, sería un potente productor de crisis sociales dado el actual nivel de conciencia del pueblo salvadoreño. Solo un acuerdo que ponga las bases de un crecimiento económico con desarrollo social, salario digno y sistemas de protección social de calidad puede sacarnos de una crisis más que previsible. Y tal vez sea este el mejor momento para hacer una pausa en medio de la campaña electoral y comprometernos a construir un mejor país, tocando por supuesto el tema de las finanzas nacionales. Hacerlo ahora daría confianza a la población y sería un signo importante de madurez política.

Lo más visitado
0