Según un reciente estudio del Departamento de Economía de la Universidad, la economía nacional carece del dinamismo necesario para garantizar el crecimiento, insertarse en el escenario mundial y superar la desigualdad. La investigación analiza con detalle uno de los principales problemas de El Salvador: la falta de empleo; un problema que explica la migración de muchos de nuestros compatriotas y el crecimiento de la economía informal. Además, la baja oferta de empleo y la gran demanda del mismo ocasionan que los salarios sean bajos, que no crezcan al mismo ritmo que otras variables económicas. La sobredemanda de empleo, el hecho de que haya más personas buscando trabajo que las que en realidad pueden ser contratas, permite a los empleadores ofrecer una baja paga y no brindar las prestaciones sociales que exige la ley, como el derecho al pago de un día de vacación semanal, el Seguro Social y la incorporación al sistema de pensiones. Según el estudio, uno de cada cuatro trabajadores del sector formal no recibe las prestaciones exigidas por la ley, lo que apunta a que muchas empresas se están aprovechando de la desesperación por conseguir y mantener un empleo para abusar de sus empleados y no cumplir con las leyes laborales vigentes.
Todo ello repercute negativamente en la vida de la gente cuya única fuente de ingreso es su sueldo. Al analizar el poder adquisitivo de los salarios, el estudio de la UCA muestra que ningún salario mínimo es suficiente para adquirir la canasta ampliada, que en el mejor de los casos equivale a dos salarios mínimos. Por esto puede afirmarse que, en el área urbana, un hogar que solo recibe un salario mínimo vive en pobreza relativa, pues esa paga únicamente le permite adquirir la canasta básica alimentaria. Para el área rural, la situación es todavía peor, pues el salario mínimo rural apenas permite adquirir el 80% de la canasta básica alimentaria, por lo que los hogares que perciben un salario mínimo viven en pobreza extrema.
La investigación también analiza la modificación del poder adquisitivo de los salarios a lo largo de las últimas cuatro décadas, y las conclusiones son duras. Tomando como base el poder adquisitivo del salario mínimo en 1979, se observa que los salarios mínimos urbanos han perdido el 80% de su capacidad de compra, mientras que en el área rural la reducción es del 91%. Dado que el sector empresarial defiende que el salario mínimo no representa el promedio real que reciben los trabajadores, el estudio también hace el análisis tomando como base el salario promedio de los salvadoreños que cotizan al Seguro Social. Los resultados son relativamente mejores, pero muestran con claridad que en la mayoría de los sectores económicos los salarios promedio también han perdido poder adquisitivo en los últimos años.
En el tema salarial, la productividad de los trabajadores es clave. Y en el caso de El Salvador, el nivel de productividad es bajo. Pero el estudio señala que el incremento de los salarios es inferior al aumento de la productividad; no hay, pues, una correspondencia entre ambos factores. A lo largo de este siglo, la brecha entre productividad y salarios se ha hecho cada vez más grande, en detrimento de la paga a los trabajadores. Ello significa que la productividad de los salvadoreños cada vez se retribuye menos y que como resultado los empresarios han visto crecer sus ganancias. Y esto abona al aumento de la desigualdad en nuestro país.
En conclusión, el crecimiento de los salarios se ha rezagado, especialmente en la última década. Y a la luz de estos datos, está justificada la propuesta gubernamental de incrementar de forma sustancial el salario mínimo, y acercar el urbano y el rural. Mantener un salario precario no es más que fomentar la pobreza para una gran mayoría de la población, mantener la baja productividad de la economía y contribuir a que se ahonde la desigualdad en nuestra sociedad.