Los que los especialistas llaman el “sesgo de confirmación” explica por qué un mismo hecho o suceso es valorado de diferente manera por diferentes personas, incluso de forma diametralmente opuesta, llevando a enfrentamientos e imposibilitando el diálogo. El término no es nuevo; lo acuñó el psicólogo inglés Peter Wason en la década de los sesenta del siglo pasado. Las investigaciones de este y de otros científicos mostraron que cada persona tiene o adopta unas creencias o ideas que da por verdaderas sin haberlas comprobado. Y una vez que esas ideas o creencias son asumidas profundamente, la persona solo da crédito a la información que las confirma y rechaza todo aquello que las ponen en tela de juicio. Este sesgo o tendencia se da particularmente en cuestiones que tienen un fuerte componente emocional. Por ejemplo, si alguien cree que alguien es bueno, recoge toda la información que confirma la bondad de esa persona y desecha todo dato o hecho de signo contrario. Y si no le es posible desecharla, relativiza la información que va en contra de su creencia.
En términos sencillos, las personas ven lo que quieren ver, oyen lo que quieren oír. A esta tendencia es a la que los especialistas llaman sesgo de confirmación. A diferencia de lo que se pueda pensar, no es algo voluntario; es un proceso inconsciente e independientemente de la condición personal. De hecho, el premio Nobel de Economía del año 2002, Daniel Kahneman, afirmó, a propósito del sesgo de confirmación, que incluso los científicos lo padecen: al comprometerse a rajatabla con una teoría, tienden a ignorar los hechos que no la validan, concluyendo que el error está en esos hechos, no en la teoría que defienden. También los médicos, cuando creen firmemente en un diagnóstico, pueden tender a buscar información que lo confirme y desestiman los datos que apuntan en otra vía.
En la actualidad, el sesgo de confirmación es el combustible que dinamiza las redes sociales; las afirmaciones y noticias falsas proliferan en las plataformas virtuales y en cierto tipo de medios de comunicación. Puesto que buena parte del contenido de las redes sociales es pensado y diseñado para reforzar creencias y prejuicios, la opinión pública termina siendo manipulada. Los hechos, los datos duros de la realidad se desechan a conveniencia, como si fuesen inventos o pequeñeces que no empañan lo que ya se cree. El sesgo de confirmación anula el pensamiento crítico; las personas solo ven y escuchan las cuentas y medios de comunicación que confirman y refuerzan sus creencias.
Es en este contexto que debe entenderse el afán mediático del actual Gobierno. Un afán que no busca informar a la población, sino propiciar el sesgo de confirmación de modo que la mayor cantidad posible de salvadoreños, tanto dentro como fuera del país, vivan de espaldas a la realidad, afincados en un conjunto de creencias e ideas falsas, cuya defensa nada tiene que ver con la razón y todo con las emociones. Gracias a ese esfuerzo, muchos creen que estas autoridades son en verdad distintas a las anteriores y que todos los hechos de corrupción y las injusticias que perpetran son simples inventos de opositores. Así, el único El Salvador posible es El Salvador imaginario.